por Carlos E. Viana •
12/09/2016
“El valor predominante en la República es la virtud”, Montesquieu. |
“¿Qué
nos está pasando?” Inquirió Jorge Lanata. Se refería a
la muerte de un delincuente ejecutado por un médico en medio de un asalto.
Lanata es un periodista inteligente. Él sabe la repuesta. Pienso que dejó la
pregunta flotando al estilo socrático.
El
huevo de la serpiente
La violencia no es un
fenómeno que surgió por generación espontánea en Argentina es ya un producto
cultural.
Fijémonos en algunas
expresiones de periodistas que admiro, como las de Jorge Castro: “El asesinato cometido por el médico”,
cuando por otra parte siempre dice, “la
muerte del Fiscal Nisman”. Tato Young también dice, “la muerte”, no el asesinato del Fiscal y muchos otros periodistas
notables hacen lo mismo, pero para ellos el médico ya fue juzgado y es un
asesino.
Los sobreentendidos
son para gente inteligente, dijo Ortega y Gasset.
La violencia en
Argentina tiene una profundidad que lamentablemente comienza a ser histórica y
tiene como sustento gran parte de un pueblo que progresivamente debido en parte
a la ejemplaridad de su clase política ha perdido la moral.
Asesinatos políticos
hubo siempre en nuestra historia, pero desde los 1.880, estos fueron limitados
y nunca se hizo la apología pública de los mismos. El crimen era un crimen le
tocara a quien le tocara y era universalmente condenado y el asesino era
precisamente eso y no un automático producto social ¿Hasta cuándo existió ese
toque de pudor y moral?
La
apología del crimen
Las guerras dejan por
lo general secuelas de delincuencia.
Sin embargo, en los
setenta, las organizaciones subversivas hicieron una intensa en apología de sus
asesinatos, como por ejemplo lo planeaba Laura Estela Carlotto, desde el grupo
de propaganda de Montoneros, burlándose de los muertos, mientras otros
brindaban con champagne después de un macabro asesinato. Así se ensalzaron como
una hazaña, los atentados contra el comedor de la Policía Federal, 23 muertos;
contra un salón del Ministerio de Defensa, 15 muertos, contra el departamento
del Almirante Lambruschini, su hija de 15 años asesinada; el ataque a varios
cuarteles del ejército, con soldados conscriptos desarmados, de 18 años
ultimados cruelmente y todo esto era publicitado como un triunfo militar del
socialismo.
Estos heroicos
guerrilleros, mataron a más de 29 niños, que descansan en la paz del olvido,
mientras se exalta públicamente a sus asesinos y encima se los indemniza. Ellos
asesinaron a más de 2000 argentinos que no pensaban como ellos o cometían el
error de pasar por el lugar equivocado.
Más allá de estas
víctimas olvidadas, esta apología de la violencia, esta burla sobre los asesinados
es lo que se proyectó hasta la actualidad.
La repuesta a estos
ataques, en medio de la Guerra Fría que en Argentina fue caliente, desató una
repuesta con más muertos, algunos inocentes. La guerra en sí es un exceso y sus
consecuencias son una baja de la moralidad de la población, especialmente
cuando se da además, en grupos que están en el seno de la sociedad. Esta
apología burlesca del crimen político, fue el comienzo, pero tuvo una continuidad
en la impunidad de la delincuencia.
Políticas
abolicionistas
A mediados de 1994, a
pocos meses de obtener el gobierno, Raúl Alfonsín lanzo una ley que daba el dos
por uno para los delincuentes comunes y el tres por uno para los subversivos.
El Jefe de la Policía Federal, en ese momento, reconoció que está medida
aumento el número de delitos. Algunos de los liberados habían sido los asesinos
de María Cristina Viola de solo tres años de edad.
Carlos Saúl Menem
lanzó otra amnistía para delincuentes y los gobernadores otorgan generosamente,
conmutaciones de penas, que sumadas resultan en la libertad antes de término de
delincuentes peligrosos. Tampoco se preocupó aquel gobierno, por el
narcotráfico, ni la drogadicción.
La
responsabilidad política
El Código Penal es
antiguo y no contempla el desarrollo de la conciencia en los jóvenes, que nos
lleva a concluir que considerar inimputable a un menor de 14 años, es ignorar
la realidad que estos tienen conciencia del bien y el mal, pero más allá de
esto permite que mayores los usen y arriesguen para cometer crímenes de manera
reiterada y con gran número de víctimas como lo sostiene el Fiscal Marcelo
Romero: “el incremento en la
participación de los menores en la criminalidad es un dato insoslayable: robo
con armas, homicidios, violaciones, castigos innecesarios a víctimas
indefensas”.
Claudio Mazaira,
abogado de la “Asociación Madres del
Dolor” dice que el artículo 4 de la ley 22.278: “otorga la potestad al tribunal de menores para que luego de realizado
un proceso judicial que termina con el dictado de una sentencia, se celebre una
audiencia con un asesor de menores y se pueda bajar la pena, otorgar libertad
condicional o hasta determinar la absolución”.
Resultado menores
asesinos sueltos y crímenes reiterados.
Es incomprensible la
resistencia del Congreso de la Nación y del gobierno pasado para encarar una
reforma del Código Penal, porque hay una lógica irrefutable, asesino preso, no
puede volver a matar.
La fuerzas de
seguridad, recién ahora en el ámbito federal, están siendo moralizadas, pero
una vez que se logre esto se les debe dar facultades para puedan enfrentar a
los delincuentes sin el temor de ser sancionados porque actúen legítimamente en
defensa propia y de la seguridad de los habitantes.
Los
jueces
La mayoría se han
olvidado de los derechos humanos de las víctimas y de los ciudadanos honestos,
pero están muy preocupados por los derechos de los delincuentes.
La doctrina
abolicionista sostenida por el Dr. Zaffaroni y el Dr. Gil Laavedra y otros ex
jueces relevantes, ha sido funcional para más de 30.000 asesinatos desde las
elecciones de 1.983 y no digo desde la democracia, porque llamarle a esto
democracia, es insultar este nombre que debe enaltecer a un régimen por la
seguridad que da ala libertad de todos sus ciudadanos. Esta cifra es más de la
mitad de los soldados que perdió Estados Unidos en la guerra de Vietman.
Narcotráfico
y drogadicción
El Ministro del
Interior, Antonio Troccolli, inocentemente, no se percató que abrir las
fronteras del noroeste, facilitaba el narcotráfico. El gobierno santafesino de
Vernet y su ministro Cevallo, obviaron cualquier política preventiva contra los
narcos y el nudo de la Ruta 34 y Río Paraná, que se unen el frente portuario
Pto. San Martín, San Lorenzo, fue se transformó en la conexión de salida, aún
vigente y aumentada, de la cocaína hacia el mundo.
El peronismo del
gobernador Obeid y ahora los gobiernos socialistas, contemplaron las guerras
narcos y es difícil de creer que no pudieron y no pueden controlar la Policía
después de 14 años, desde Obeid hasta ahora, y me refiero tanto al gobierno
como a una oposición, que no hace nada en la Provincia de Santa Fe. ¿Porque
Lifschitz se opone a que el Poder Ejecutivo Nacional tome el mando de la
Policía de Santa Fe? ¿Pero es Santa Fe una excepción?
Deberían imitar a la
gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, que si se ha empeñado en una
política para moralizar a su policía.
La impunidad el
narcotráfico, la guerra entre bandas y uno de sus productos la drogadicción, ha
hecho a los delincuentes más insensibles, llevados por una cultura del delito
matan con gusto por placer. Muchos jueces que en algunos casos no solo han
interpretado mal la Constitución, sino que ilegítimamente la han reformado, lo
han hecho favoreciendo la impunidad delictiva.
Los
ciudadanos armados y la dignidad
Volviendo al caso del
médico que mato al delincuente que lo quiso asaltar, es probable que no haya
dicho la verdad públicamente, pero que va a decir cuando está en manos de un
juez abolicionista que lo imputo apresuradamente de asesinato agravado de un
delincuente con antecedentes.
Más allá del valor de
su auto está el coraje de este honesto médico, que vive de su trabajo que ha
sido asaltado varias veces y que ya había tenido que mudar a su familia a otro
domicilio. Este hombre defendió su honor, o es que se han olvidado que un
hombre libre no tiene porqué someterse por una cuestión de dignidad a quien lo
quiere someter agredir o matar. ¿No hay más machos en Argentina? No estamos en
Suiza o en Alemania, sino en un país devastado por la corrupción de varios
gobiernos de delincuentes, que han sembrado su trágico ejemplo.
Muy sucintamente
hemos pasado revista a como se construyó esta cultura de la violencia, la
historia es mucho más larga y truculenta.
Lo cierto es que cada
vez adquiere más valor Cambalache, que en Argentina superó al Siglo XX y ahora
está más vigente que nunca en pleno Siglo XXI.
Carlos
E. Viana
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