sábado, 30 de diciembre de 2017

BALANCE FINAL


 por Enrique G. Avogadro

"Al analizar las dificultades para avanzar en las reformas, a pesar de todo, se demostró que el Congreso, con sus peculiaridades y morosidades, representa los intereses y las visiones existentes en la sociedad. Cabe al Gobierno (y principalmente al Presidente) entender los términos del juego democrático".
Fernando Henrique Cardoso

A pesar de las persistentes complicaciones que afectan a la economía nacional, la planilla de sumas y saldos de la Argentina del año que terminará mañana ofrece, a mi entender, resultado positivo. Esos problemas trabarán el desarrollo hasta tanto la sociedad en su conjunto cambie su chip y deje de pensar de un modo tan raro.

No debemos olvidar que, en octubre pasado, el 60% de los votantes optó por variantes populistas, que tanto nos han costado durante las últimas siete décadas. Y, peor aún, casi el 50% de los ciudadanos de la Provincia de Buenos Aires sufragó a favor de Cristina Elisabet Fernández, aún habiendo confirmado que la asociación ilícita que encabezara con su marido muerto ha saqueado el país hasta dejarlo exangüe.

Si alguien todavía duda acerca de los límites a los que está dispuesta a llegar la procesada Senadora de la Nación, bastará con que observe cuál fue la postura de su Unión Ciudadana en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, donde se opuso con armas (con su violenta invasión al recinto, el Intendente de Ensenada, Mario Secco, probó que no es sólo literatura) al acuerdo fiscal que permitirá a la Gobernadora, María Eugenia Vidal, disponer de los fondos necesarios para transformar el siniestro Conurbano en un lugar apto para vida humana. La razón de esta sinrazón es bien clara, ya que ha sido el peronismo, que gobernó ininterrumpidamente la Provincia desde 1987, quien lo convirtió en la base decisiva de su clientela electoral, utilizando pobreza, ignorancia y subsidios arbitrarios.

De todos modos, ese raro síndrome no afecta sólo a los que votaron contra Cambiemos: todos, al menos los que pagamos nuestros impuestos con regularidad, protestamos por la exacción que ellos representan pero, a la vez, nos quejamos por el alza en el precio de los servicios públicos que implica la quita de subsidios a los mismos; pretendemos acceder a bienes de consumo importados y, en sentido contrario, queremos proteger la cara e ineficiente industria nacional; nos inquieta que suba el dólar y salimos corriendo a comprarlo, mientras reclamamos por el sufrimiento que significa para muchos productos regionales la baja cotización de la divisa; nos conmueve el 30% de pobreza que padece nuestra población, pero despotricamos contra los planes sociales destinados a paliarla; no ahorramos en pesos, pero nos indignamos cuando el Estado se ve obligado a endeudarse en el exterior para cubrir el déficit fiscal; nos parecen denigrantes los montos previsionales pero, sin vergüenza alguna, aprovechamos las moratorias que permitieron jubilarse sin aportes a más de dos millones de personas; y los ejemplos pueden seguir hasta el infinito.

El Gobierno ha logrado algunos triunfos legislativos que, pese a ser bastante menores, van en el sentido correcto y otorgan cierta previsibilidad al futuro. Ello es tan así que, cuando los suman a la transparencia en las estadísticas públicas, son ponderados por los mercados internacionales y han permitido bajar a la mitad la tasa de interés de los préstamos; si bien es cierto que el endeudamiento externo puede convertirse en una grave crisis si apareciera algún cisne negro en el mundo, el crecimiento pequeño pero constante que se ha previsto permitirá controlar en poco tiempo ese riesgo, ya que la incidencia de la deuda, medida como % del PBI, se irá reduciendo paulatinamente. Los países exitosos crecen poco pero en forma constante, mientras la Argentina lo hacía fuertemente algunos años y caía en otros en recurrentes y demoledoras crisis, en un proceso de suma cero.

Seamos conscientes que, hasta ahora, sólo se trató de modificaciones casi cosméticas y ajustes leves que, a pesar de ello, habilitaron la generación del caos que se vivió frente al Congreso y que dejó un saldo de policías heridos lamentable. ¿Qué sucederá cuando se discutan proyectos esenciales que podrán doler en el bolsillo de la población? En este aspecto, también se muestra la misma esquizofrenia que nos afecta, ya que exigimos terminar con piquetes, ocupaciones y marchas, pero nos horrorizamos si las fuerzas de seguridad se ven obligadas a reprimir.

Uno de los logros más relevantes que obtuvimos como sociedad en estos dos últimos años se relaciona con la cultura del diálogo y la negociación, pilares de cualquier democracia moderna. Eso se puso de manifiesto en el Congreso, que permitió sancionar leyes claves, y en especial cuando cerró filas para oponerse a la violencia de los marginales contratados por el kirchnerismo en alianza con el trostkistmo  irredento, con la penosa excepción de los pocos legisladores que conservan Cristina Fernández y Sergio Massa. Algo sin duda bueno fue el aislamiento que aplicaron las organizaciones sociales -Barrios de Pie, CCC y CTEP- que se retiraron de la plaza cuando comenzaron los orquestados disturbios. 

En la columna de los muchos dramas que nos sucedieron, lo más trágico fue la pérdida del submarino ARA San Juan, con su terrible costo de cuarenta y cuatro vidas, que nos enlutó a todos desde que desapareciera las profundidades; espero que las investigaciones en marcha brinden las respuestas que la sociedad exige. Debemos reflexionar acerca de qué política de Estado queremos para la defensa nacional, y atribuir a las fuerzas armadas los recursos económicos necesarios para cumplir su rol de preservar nuestros recursos naturales y la soberanía.

La Justicia, siempre tan atenta a los efluvios del poder y también a la temperatura de la calle, comenzó a salir del estado catatónico que la afectó durante doce años, y encarceló a muchos figurones de la corrupción; de todos modos, quedan inexplicablemente en libertad tipos tales como Ricardo Echegaray, los Eskenazy (Banco y fondos de Santa Cruz e YPF), Florencia Kirchner, Anímal Fernández, Daniel Scioli, todos los implicados en las coimas de Odebrecht, etc., amén de los protegidos por fueros, como Carlos Menem, Cristina Fernández y Máximo Kirchner. Está pendiente la ley que permita la caducidad del dominio de los corruptos, en especial respecto a aquellos fondos que se encuentran en el exterior y que podrían ser embargados por los jueces argentinos para solicitar su repatriación.

El Gobierno continúa en deuda en el tema "del curro de los derechos humanos" (Mauricio Macri dixit), tanto en lo que se refiere al reconocimiento a las víctimas de la guerrilla cuanto a la publicación de las siderales indemnizaciones pagadas a los terroristas y sus familiares y, sobre todo, en la falta de reclamo al cese de las prisiones preventivas que afectan a tantos ancianos desde hace décadas, violando los pactos internacionales que el país ha suscripto y dado rango constitucional.

En el orden internacional, nos hemos reinsertado exitosamente en el mundo civilizado; y nos hemos sumado a los países de la región que van dejando atrás las falsas recetas de izquierda para gobernar, y donde sólo quedan como rémoras la curiosamente bien administrada Bolivia y la trágica Venezuela; contra toda esperanza, anhelo que la comunidad internacional ponga rápido fin al inhumano sufrimiento ese país, que diariamente muere por falta de alimentos y remedios en manos de un decadente chavismo. 

Ha llegado el momento de cerrar, por este año, las notas semanales con las cuales he intentado que dejemos esa extraña pulsión suicida que nos acompaña desde hace tantas décadas. Ruego a Dios que nos otorgue un 2018 en paz y tranquilidad, con la serenidad individual y colectiva que permita esa transformación vital. ¡Hasta el año próximo!

Bs.As., 30 Dic 17

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado

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