31 de enero 2019 - 20:47
Mauricio Ortín
El chavismo-madurismo es lo peor que
le ha pasado a Venezuela en toda su historia. El socialismo es el mal de estos
tiempos. Cien millones de asesinados en menos de cien años es un número que ha
sido aceptado por ellos mismos. Pero, es evidente, la izquierda tiene mejor
prensa que la derecha. No se venden remeras con la imagen de los fusilados por
el Che Guevara pero sí de este último.
Es un hecho: la izquierda maneja la
propaganda política con una maestría sin par y sin el menor escrúpulo. Inventa,
tergiversa e impone a los hechos sus interpretaciones de guerra de clases y, si
no se ajustan, peor para ellos. Repetir una mentira hasta el cansancio y
escrachar por "facho" al
que la desmiente es una táctica que le dado buenos resultados sin importar lo
ridículo o cínico que signifique defender lo indefendible. Hoy sostiene, sin
empacho, que la proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela es un
golpe de Estado al gobierno de Nicolás Maduro son algunas de las cuentas de ese
infinito collar. A la izquierda no le importa la formalidad "pequeño burguesa" de las
instituciones liberales. Acatan la ley en la medida que les sirve para llegar
al poder. Pues bien, para de alguna manera justificar el apoyo a un gobierno
vergonzoso, como el de Nicolás Maduro o, en su defecto, el no reconocimiento al
presidente Guaidó, se desgarran las vestiduras ante el apoyo explícito de
Donald Trump. Dicen que al presidente norteamericano no le interesa la
democracia sino el petróleo de Venezuela. Sin embargo, le ruegan a los EEUU
para que les siga comprando mientras Maduro se lo regala al régimen cubano.
Pino Solanas, Víctor Hugo Morales,
Maradona, Atilio Borón, el kirchnerismo en bloque, Pérez Esquivel, Hebe de
Bonafini, Luis D'Elía, Mempo Giardinelli, Gustavo Silvestre y casi toda la
izquierda ha salido en defensa de Maduro. Les importan un rábano los cuatro
millones de venezolanos que emigran con lo puesto, en la mayor catástrofe
humanitaria de la historia de América Latina.
El papa Francisco, por su parte,
está preocupado por el derramamiento de sangre que supone la proclamación de
Guaidó. Coincidió con la izquierda en Panamá, cuando dijo: "Nuestros pueblos no son el patio trasero' de nadie". No
se enteró, así parece, que el derramamiento de sangre provocado desde el poder
y contra los débiles transcurre desde hace casi dos décadas en Venezuela.
Tampoco registró el hambre de los niños venezolanos, ni la diáspora forzada de
los desesperados que huyen a pie.
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