por Enrique Guillermo Avogadro
La cúpula del Frente para Todos, encarnada en Cristina Fernández y su mandado, el Presidente, y los zafios tripulantes de ese temido bajel pirata llamado Instituto Patria, han desatado sobre nuestras libertades y garantías, sobre la Constitución, las leyes y las instituciones de la República, en especial sobre la Corte Suprema, el Consejo de la Magistratura, la Procuración General y el fuero federal, la prensa libre, un desesperado fuego graneado.
No hay diálogo posible con esta gentuza,
nos diría José de Espronceda, como no lo hubo con sus ancestros que, con tal de
obtener un espléndido botín y volver indemnes a sus guaridas, ignoraban las
sagradas leyes del mar, asesinaban a sus contrincantes y violaban a las
cautivas. Nótese que no me refiero a quienes votaron esta nefasta fórmula,
muchos creyendo ilusoriamente en la máscara que Alberto Fernández supo calzarse
para unificar a todas las tribus peronistas y acceder al poder.
A los votantes que -especialmente en la 3ª
sección del Conurbano- determinaron ese triunfo, todos estos temas les resultan
irrelevantes, porque hoy deben enfrentarse diariamente a la más ardua de las
tareas: sobrevivir. Jaqueados por el delito más violento y por el narcotráfico
que fagocita a sus hijos, por la desocupación y el hambre, por la
pauperización, por la insalubridad de sus casas y barrios, por el hacinamiento
y el contagio del virus, por las carencias educacionales, estas elucubraciones
y urgencias políticas le resultan más abstractas que el sexo de los ángeles.
Es precisamente por ello, y porque ya se
han consumido ocho meses de gestión y sólo resta un año y poco para las
elecciones legislativas, que la desesperación cunde entre quienes pretenden
únicamente la impunidad. La catástrofe económico-social generada por la
cuarentena hará su verdadera aparición cuando ésta concluya; y cuando la
presión social resulte determinante, el Gobierno lo levantará, como hicieron ya
la enorme mayoría de los países que lo implantaron. Si las condiciones
socio-económicas actuales empeoran, y lo harán, le resultará difícil al
oficialismo conservar las mayorías parlamentarias de las que hoy dispone y que
transforman al H° Aguantadero en la mayor concentración de brazos enyesados del
país.
Pero esos ataques sí ocupan y preocupan a
quienes estamos convencidos de que la única forma de vivir en sociedad es la
democracia, donde todos seamos iguales y todos esclavos de la ley, donde
nuestros derechos sean respetados pero terminen cuando comienzan los de otro;
donde los delincuentes que han saqueado el país hasta convertirlo en un páramo
desolado vayan presos al ser condenados, donde no se asesine a los fiscales,
donde sea una carga y un orgullo ser juez, donde sean los mejores y los más
honestos quienes lleguen a la función pública, donde la prensa siga siendo
libre, donde el populismo y el clientelismo sean desterrados para siempre.
La prepotencia del oficialismo se traduce
en la conducción de ambas cámaras del Congreso, donde reinan, cual si fueran
monarcas absolutos, Cristina Fernández, que no es Senadora, y Sergio Massa. el
aceitoso; en las sesiones virtuales arbitrariamente han quitado la palabra a
los legisladores de la oposición y desconocen los reglamentos y las mayorías
necesarias. A esta altura, resulta inadmisible que los miembros de las bancadas
de Cambiemos -ya no se puede confiar en quienes siguen a Roberto Lavagna- no se
hagan presentes y, a la fuerza si fuera necesario, exijan ocupar sus bancas.
A la vez, y con el propósito de convertir a
la escena política en un chiquero en la que todos sean chanchos iguales,
persiguen a los funcionarios del período macrista y han contado para esa tarea
con la complicidad de miserables personajes como el ex Juez Rodolfo Canicoba
Corral. Pero, ¿alguien puede creer que el secretario de Mauricio Macri, Darío
Nieto, que vive en un departamento de tres ambientes que está pagando con un
crédito bancario, sea lo mismo que uno de los muchos secretarios de los
Kirchner, como Daniel Muñoz o Fabián Gutiérrez, con fortunas propias que
superan los US$ 60 millones y que, a veces, hasta les cuestan la vida?
Los ciudadanos de a pie tenemos pocas
posibilidades de expresarnos salvo a través de nuestros teóricos
representantes, esos ignotos que integran las listas sábanas, pero aún podemos,
con nuestra presencia activa en las calles y plazas de todo el país, decirle al
poder que no estamos dispuestos a perder lo poco que queda de la República y
que, en defensa de ella, lucharemos con todas las armas que la ley pone a
nuestra disposición.
El 17 de Agosto (#17A) deberemos ser un
millón de personas en el Obelisco para usar el único idioma que el kirchnerismo
entiende y decir todos ¡Presente! Presentes por nuestras libertades, por la
República, por la Constitución, por nuestra Justicia, por el trabajo, por la
libertad de la prensa, en fin, para evitar que la única salida sea Ezeiza, como
sucedió en la desoladora Venezuela, que ha visto a cinco millones de sus
mejores hijos emigrar por imposición de la salvaje dictadura de Nicolás Maduro.
Si no nos acompaña, tendrá que vivir con ello y dar penosas explicaciones a sus
hijos y sus nietos cuando le pregunten “¿por
qué no fuiste?”.
Bs.As., 8 Ago 20
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