Tras el rumor sobre
una denuncia que me sindicaba como "hija de desaparecidos", ocho
efectivos de la Prefectura, dos técnicas del Banco Genético y dos
"testigos" irrumpieron en casa de mi madre, donde yo estaba de
visita. Invocaron una orden del juez Lijo y durante cinco horas me acosaron.
Querían sacarme sangre por la fuerza. Ante mi negativa, recolectaron las prendas
íntimas, peines y cepillos que encontraron. Me encerraron y me intimaron a
quitarme la ropa interior; creo que sólo la llegada de la Policía Federal (a la
que llamó mi hermana) les hizo deponer su actitud. Si yo era supuestamente la
víctima, ¿por qué no conocía la causa?; ¿por qué le negaban a mi abogada una
copia de la orden judicial?; ¿por qué insistían en doblegarme si lo único que
pedía era hablar con el juez para hacerme el ADN con un perito de parte?
El 24 de septiembre
fui citada al juzgado. Otra vez fui encerrada y acorralada. Ahora era el juez
Lijo quien gritaba: "Irene no sale de acá si no deja una muestra".
Cuando se me vinieron encima ni pensé, me saqué todo. Salir desnuda del despacho
fue, aunque parezca exagerado, la única manera de recuperar mi libertad. Esto
ocurrió a pesar de mi disposición para realizar un análisis de ADN, con la sola
condición de que intervenga un perito de parte que garantice la no manipulación
política de mis datos genéticos. Lo dispuso un juez, a pesar de haberle
presentado un análisis de ADN, realizado en Madrid, con cadena de custodia que
establece que en un 99,99% soy hija de Ernesto y Ana Barreiro.
Si los supuestos
defensores de los derechos humanos me han tratado así, ¿cómo hago para no vivir
sumida en el temor, ante los niveles de daño de los que son capaces cuando se
trata, como en mi caso, de la hija de un militar que combatió en los 70?
Irene
Paulina Barreiro
DNI 26.816.224
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