martes, 28 de julio de 2015

LAS PASO, PRIMER ROUND DE UNA DURA LUCHA


La señora Mirtha Legrand, cuyos almuerzos televisados gozan en Argentina de un bien ganado prestigio, expresó sin eufemismos lo que muchos argentinos piensan y sienten pero no se atreven a decir o no tienen la oportunidad de hacerlo, esto es que la señora Presidente Cristina Fernández de Kirchner es una “dictadora”.


Técnicamente su definición fue impecable. El diccionario de la Real Academia Española asigna como segundo significado al término dictadora el de “Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás” y esa descripción le cabe a la señora presidente con amplitud.

Basta escucharla en sus diatribas formuladas por cadena nacional, observar cómo ha impulsado la remoción de jueces y fiscales que intentan investigar sus acciones, verla elegir candidatos sin respetar el funcionamiento partidario, designar ministros sin considerar sus méritos académicos y profesionales o denostar a opositores, periodistas, medios de comunicación e incluso a otros poderes de la tierra, allende las fronteras, que se niegan a someterse a su voluntad.

Es cierto que no accedió al poder por la fuerza sino por los votos pero eso no hace que su comportamiento general deje de ser  dictatorial. Ha gobernado controlando ambas Cámaras y buena parte del poder judicial, promulgado leyes que afectan el ordenamiento jurídico y que en casos extremos chocaron con el escollo de la inconstitucionalidad, pronunciado por la Corte Suprema de Justicia, que  no se libró por cierto de sus anatemas.  Pareciera que en su concepción de gobierno predominara el concepto de que si no tiene absolutamente todo el poder, no tiene nada y ha verbalizado ese paradigma con su  muy mentada expresión de “vamos por todo”.


Pues bien, tiene razón la señora Legrand a pesar de que su opinión ha sido criticada por  importantes funcionarios que  han llegado al dislate de pretender que sea  censurada por el Senado de la Nación, al decir que la presidente es una dictadora, en un sentido figurado pero preciso.  Sin embargo, como a pesar del empeño de sus acólitos no hubo forma de modificar la Constitución Nacional y no hay manera de que intente su reelección,  llegamos al tiempo del cambio que comienza el 9 de Agosto con las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).


Como no podía ser de otra manera, la señora Presidente obvió ese trámite de las PASO y designó a quien intentará sucederla como candidato a presidente por el Frente Para la Victoria. En el camino quedaron varios postulantes que tuvieron la osadía de pretender participar en una interna democrática. Uno de ellos, en particular, el Ministro Florencio Randazzo que había sido alentado a participar quedó anulado y desmoralizado cuando la presidente impuso como vicepresidente del  candidato Daniel Scioli,  a su mano derecha, Carlos Zannini, indicando de ese modo quien era el elegido. Antes de ser ungido, el candidato presidencial fue atacado y humillado en suficientes oportunidades como para que quedara claro quien tiene  el poder  y que grado de subordinación se espera de él.


Si Scioli ganara la elección final apoyado por el peso de un aparato estatal asfixiante, muchos analistas  y también  ciudadanos medianamente informados dudan del grado de libertad de acción de que gozará para desarrollar las políticas que verdaderamente necesita una Argentina en decadencia económica y financiera y socialmente desquiciada. Pero Daniel Scioli presenta  un problema aún mayor. Ha gobernado la provincia de Buenos Aires, la más grande  y rica del país, durante ocho años y demostrado su limitada capacidad de gestión y falta de firmeza en la aplicación de políticas públicas.  La provincia vive aterrorizada bajo el acoso de una delincuencia sin frenos, jaqueada por impuestos desorbitados que no tiene contrapartida en los pésimos servicios de salud y educación a lo que debe sumarse una infraestructura  colapsada.

El mérito de Scioli pasa por un estilo político amable y una personalidad poco conflictiva que es avizorada como un bálsamo para los dirigentes justicialistas que vienen de soportar durante ocho años la furibunda personalidad de Cristina Fernández. Pero para el futuro de la Argentina, la posibilidad de tener  un presidente poco competente que tendrá que enfrentar los difíciles problemas  que sufre el país con el acoso de los propios “kirchneristas”, representa una perspectiva escalofriante.


La primer alternativa seria  a la riesgosa continuidad, está representada por el ingeniero Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y líder del PRO. A comienzos del año Macri  se ubicaba en un tercer lugar, apenas cerca del podio, circunstancias en que se vio favorecido por una serie afortunada de apoyos que lo impulsaron con fuerza. La siempre impredecible Elisa Carrió pasó de considerarlo su “límite moral” a verlo  como la única alternativa de futuro. Su empuje  y convicción arrastraron al presidente de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, a encabezar una lucha interna que en una Convención que fue ejemplo de lo que debe ser un funcionamiento partidario decidió asociarse con el PRO  y dejar de lado el apoyo a la candidatura de Sergio Massa. También influyeron,  el acercamiento de  un político con buena reputación como Carlos Alberto Reutemann, la declinación del Frente Renovador y la incertidumbre que por entonces rodeaba al jaqueado Daniel Scioli.


Macri parecía tocado por el destino hasta que comenzó a cometer una serie de errores políticos de cuño personal y partidario. Primero impuso su liderazgo para hacer naufragar la candidatura de su mejor candidata a sucederlo en la ciudad que era, sin dudas, Gabriela Michetti. Logró imponer a Rodríguez Larreta en las PASO porteñas pero luego a su hombre no le dio el carisma para evitar ir a  un balotaje en el que ganó por escaso margen. En el momento más inoportuno, luego de estar al borde de una derrota que hubiera sido catastrófica, Macri anunció una serie de cambios en sus paradigmas de campaña que lo dejaron vulnerable a las críticas despiadadas del oficialismo.


Su estrategia un tanto excluyente por la que se negó a sumar aliados que pudieron ser claves lo llevó a perder la gobernación de Santa Fe por muy escaso margen y ahora pone en cuestión la elección en la provincia de Buenos Aires y genera incertidumbre en el plano nacional.

En Buenos Aires, en particular, luego de haber convocado a numerosos partidos menores cuando la situación aún era desfavorable, el PRO los dejó afuera al momento de cerrar las alianzas y ahora  se enfrenta con la escasez de fiscales y la falta del tramado territorial imprescindible.

El futuro del PRO en esta elección, pero sobre todo el futuro de la Argentina, dependen de la capacidad de aprendizaje ante la adversidad y la mente abierta que demuestre esta fuerza.


Por último tenemos a Sergio Massa y su Frente Renovador, protagonista de una inesperada caída desde el Olimpo del éxito que lo llevó hasta el borde del abandono de la carrera presidencial y de una reciente resurrección, ratificando su espíritu de lucha, que lo ha puesto nuevamente en carrera aunque visiblemente retrasado.

Después de ubicarse a la cabeza de las encuestas presidenciales,  luego de haber sido un factor determinante en la derrota del Frente Para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires que terminó con el sueño reeleccionista de Cristina Fernández, Massa cometió también una serie de errores políticos que precipitaron su caída. Recibió en su espacio a intendentes como Raul Otacehé, dueño de un perfil absolutamente incompatible  con lo que postulaba el Frente Renovador. Pésimo negocio desde todo punto de vista,  pues el intendente de Merlo fue uno de los primeros en abandonarlo cuando su estrella comenzó a declinar. No fue  menor el desaguisado que representó sumar al dirigente Francisco de Narváez como candidato a gobernador, con expectativas de exclusividad, lo que originó la retirada de otros postulantes con más historia en el Frente Renovador para terminar también de Narváez abandonando el espacio. Ni que decir del gesto autoritario de cerrar el camino a los intendentes para buscar su propia reelección con lo que les creo una encrucijada fatal para los que se quedaron sin posibilidades de juego político.

La fuga de muchos intendentes aliados   que regresaron  al Frente para la Victoria provocó una estampida tan grave que escuché personalmente a dirigentes políticos apostando al día en que Massa bajaba su candidatura.

Fue en ese punto en que Sergio Massa mostró su carácter y probablemente convencido  de que se puede volver de la derrota pero no del abandono, reafirmó su candidatura  y volvió al ruedo. Revitalizado por esta muestra de fortaleza  y por su interna con el cordobés De la Sota, Sergio Massa, el tercer protagonista, participa hoy con menor posibilidad de acceder al balotaje pero grandes chances de transformarse en el árbitro de la contienda.

En este punto se acaban los análisis y los pronósticos. En quince días hablarán las urnas y las especulaciones cederán ante el peso de la realidad. Las PASO constituyen la gran encuesta nacional que definirá candidatos y posiciones.

Quienes conformamos Nueva Unión Ciudadana, estamos empeñados en contribuir a que la Argentina tenga una oportunidad, lejos del azote del “kirchnerismo” que tanto daño le ha hecho y de la pesadilla de una continuidad de las tendencias dictatoriales y destructivas que se han acentuado en los últimos doce años.


Quien suceda a Cristina Fernández   no solo deberá reparar las heridas causadas a la economía, la seguridad y las instituciones. El próximo presidente  y su equipo deberán ser capaces de cerrar las heridas que se han abierto en la sociedad, terminar con la venganza y la siembra de odios, recuperar la cultura del trabajo y convencernos de que somos un solo país, una única comunidad y que tenemos que actuar unidos para hacer de la Argentina un lugar digno de ser vivido.

Buenos Aires, 25 de Julio de 2015

Juan Carlos Neves
Primer Secretario General
Nueva Unión Ciudadana

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