Tenía -pomposamente- "rango" de Subsecretario de
Estado y solía estar en algunos actos oficiales, en posiciones destacadas,
atento al movimiento de las cámaras de televisión, a las que seguía
cuidadosamente. No era un cualquiera.
Felizmente, la larga
década del gobierno de los arbitrarios se ha acabado en la Argentina. Porque el
pueblo así lo decidió, en la urnas. Ya no hay discurso único, ni demonización
de las opiniones distintas. Ni persecución a los medios de comunicación
independientes. Ni cooptación de los magistrados judiciales. Ni utilización
política de los organismos fiscales o de control para, con ellos, intimidar o
perseguir a quienes piensan distinto. Ni constantes “cadenas” en los medios para escuchar forzosamente a la ex
presidenta, feliz consigo misma, hablar interminablemente en encendidas arengas
desprovistas de verdadera sustancia. Ni culto a la personalidad. Ni perversidad
en la acción pública. Ni demagogia. Ni política transformada en una constante
populista. En cambio: hay normalidad.
Por esto las
anormalidades y anomalías van desapareciendo. Cada una a su ritmo. Incluyendo
la insólita contratación del ex juez español, Baltasar Garzón que,
luego de haber sido destituido
de su cargo de juez en su propio país: España, curiosamente se desempeñara
-por espacio de cuatro años- como funcionario público en la Argentina. Desde el
2012 al 2015. Garzón dimitió. Y se evitó quizás otro final.
La referida
destitución incluyó, recordemos, la expresa inhabilitación para desempeñarse
como juez en su propia patria, lo que, convengamos, es bastante inusual.
Garzón
era un extravagante: “Coordinador de asesoramiento internacional”
de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la
administración de Cristina Fernández de
Kirchner.
Ya no está en la
Argentina. Su rara -y hasta exótica- designación se efectivizó mediante el
dictado del decreto 2319, del 3 de diciembre de 2012, en su momento publicado
en el Boletín Oficial del 7 de diciembre de 2012.
Su cargo, bien
extraño por cierto, había sido definido como de corte “extra-escalafonario”. Tenía -pomposamente- “rango” de Subsecretario de Estado y solía estar en algunos actos
oficiales, en posiciones destacadas, atento al movimiento de las cámaras de
televisión, a las que seguía cuidadosamente. No era un cualquiera. Cuando la
presidente lo veía se refería, en público, cariñosamente a él, destacando que “nos honraba con su presencia”.
Por el momento, sin
embargo, Garzón (calladito) seguirá
representando a la Argentina en una comisión de la UNESCO. Presumiblemente, ad
honorem. Pero de esa esquinita de representatividad no renunció, aparentemente.
Al menos por ahora. Tendrá alguna misión precisa que cumplir aún, que quizás
está a mitad de camino. Habrá que mirar de qué se trata. Y allí quedó, hasta
que lo reemplacen, calladito.
Una de sus oficinas
en Buenos Aires estaba en un edificio perteneciente a una universidad privada,
de segundo nivel académico, la llamada “UMET”, que pertenece al multi-polar
universo de instituciones subsidiadas que giraban en torno al sindicato argentina
de los porteros, de clara pertenencia al “kirchnerismo”.
Veremos que sucede con la oficina y con la joven universidad. Y con la
relativamente poco elegante oficina del ex juez Garzón.
El destituido juez
español percibía, eso sí, un sueldo del orden de los 6.000 euros mensuales, más
gastos de viajes y movilidad.
Cabe destacar que Garzón era funcional al kirchnerismo. A
su manera. En la reciente campaña electoral en la que el kirchnerismo perdiera
el poder, Baltasar Garzón
protagonizó un insólito video en apoyo explícito de la candidatura de Aníbal Fernández, que entonces
pretendía ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Fernández,
recordemos, fue dura y claramente derrotado, esto es repudiado, en su vano
intento. Presumiblemente por el impacto adverso de algunas acusaciones que,
bien o mal, se hicieran en su contra. Me refiero a las que sugerían
insistentemente la existencia de una presunta y preocupante vinculación suya
con el narcotráfico.
Ahora
Baltasar Garzón se ha marchado. Ya no deambula por
Buenos Aires, con gesto adusto y académico, rodeado de personajes que habían
recalado, como él, en el particular -y arbitrario- mundo del ahora
desprestigiado kirchnerismo, que llevara a la Argentina al umbral mismo del
totalitarismo. Todo un tema.
Emilio
J. Cárdenas
Ex Embajador de la
República Argentina ante las Naciones Unidas
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