Si fuera profesor en
la Facultad de Derecho les preguntaría a mis alumnos: qué pasa si un joven
uniformado es enviado a un control vehicular y durante el mismo recibe dos
disparos desde una motocicleta que lo dejan al borde de la muerte. Qué pasa si
los médicos del hospital donde ingresa testifican que lo hace vestido de
uniforme y gravemente herido. Qué pasa si a quince cuadras de ahí, ese mismo
día, se produce un enfrentamiento entre dos grupos armados, ambos vestidos de
civil según testigos de la época. Qué pasa si al día siguiente, un comunicado
de la institución a la que pertenece el joven uniformado lo condecora por haber
sido herido en el cumplimiento de su deber, sin agregar nada más. Qué pasa si
40 años más tarde, los familiares de las víctimas de uno de los grupos
enfrentados aquel día, al no hallar otros responsables con vida, acusan al
joven del asesinato de uno de ellos, y del secuestro seguido de muerte del
otro. Qué pasa si sólo presentan como prueba la condecoración que coincide en
fecha y localidad. ¿Y si les dijera que ese joven uniformado era militar, y
aquella la década del 70? Entonces un alumno respondió: si quienes buscan
justicia la encuentran en un inocente, no sólo nunca la tendrán sino que nunca
estarán en paz. Me dio esperanzas... sobre todo porque no soy profesor en la
Facultad de Derecho, y nunca conocí a ese alumno. Sólo soy el hijo de aquel
joven uniformado, en busca de justicia desde hace ocho años.
Eduardo
Alfonso (h.)
NOTA:
La imagen no corresponde a la nota original.
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