29/01/17
Por Mauricio Ortín
El
24 de marzo de 1976 no significó, ni de lejos, un quiebre en la historia
argentina. El paso de la democracia a la dictadura no fue un descenso del cielo
al infierno ni mucho menos. Eso es pasto para la gilada. El gobierno peronista
del presidente Cámpora y los sucesivos de Lastiri, Juan Perón y Martínez de
Perón transcurrieron en medio de una guerra civil. Las facciones subversivas de
Montoneros y del ERP decidían, quién sí y quién no, de los argentinos debía
vivir. El peronismo oficialista respondió con la Triple A. Como si con la
carnicería no fuera suficiente, la debacle económica, la anarquía y la
corrupción eran imparables. Así fue la tan cacareada democracia que derrocó la
dictadura. Adviértase que no estoy justificando el golpe de Estado sino, meramente,
describiendo los hechos. Es que a mí no me la contaron. Tampoco se enteraron de
oídas los gobernadores Carlos Verna (La Pampa), Alicia Kirchner (Santa
Cruz), Mario Das Neves (Chubut) y Juan
Schiaretti (Córdoba); ni los intendentes kirchneristas del conurbano bonaerense. Lo mismo el diputado
Ricardo Alfonsín y el quinta columna del macrismo, Santiago Cantón. Los
radicales y los peronistas (también otros), a lo largo y ancho del país, se
hicieron cargo de la mayoría de las intendencias en el gobierno militar. Alicia
Kirchner, no Mauricio Macri, fue funcionaria política del “Proceso” ¿A qué
viene, entonces, este rasgarse las vestiduras por el movimiento del feriado?
¡Vaya hipócritas redomados! Es lo que debió contestar el presidente Macri a ese
coro de farsantes. Lejos de ello, eligió, una vez más, recular en chancletas y
dejarse correr con la vaina: ¡Linda manera de “construir” poder. Ya antes
(cuando entregó a Darío Lopérfido) demostró su impotencia, tanto como para
defender la verdad, como para evitar que le arranquen el poder a jirones. Es
difícil de entender el pánico que Macri, el papa Francisco y toda la clase
política le tienen a la mentirosa descarada de Estela Carlotto. Repugna al alma
semejante cuota de pusilanimidad en jefes de gobierno. Está claro que Macri y
su tropa no se animan, no quieren destruir el relato K o, en su defecto, lo
asumen como propio. (¡Ojo, Gerardo
Morales! La Carlotto va por la libertad
de Milagro Sala y, por ende, por usted).
El
macrismo ha devenido en algo así como un kirchnerismo no kchorro (lo que no es
poco, teniendo en cuenta la ferocidad
para robar de la banda que se adueñó del país durante doce años, y sobrevive en
muchas provincias). La mediocridad no tiene otro destino que la máquina de
picar carne del peronismo. El poder es para los que están dispuestos, para bien
o para mal, a ejercerlo. Cuando una mentirosa y unos cuantos farsantes, en algo
tan nimio, hacen hocicar al presidente de los argentinos, muchos se preguntan
si valdrá la pena defenderlo cuando vengan por él.
Señor
Presidente: por usted, pero todavía más por nosotros: ¡Compórtese como un presidente, carajo!
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