12/01/17
Por
Mauricio Ortín
¿Quién
es el sujeto del derecho a la identidad? Y ¿Qué es la identidad? En la guerra
civil que sufrió la Argentina durante década del ’70 se dio la particularidad
de que en las bandas subversivas revistaban como combatientes mujeres
embarazadas. La orden del gobierno constitucional de aniquilar a los elementos
subversivos no incluía al ser que una terrorista en cinta llevaba en su seno.
Por una cuestión humanitaria y/ o de creencias religiosas, los militares no
mataban embarazadas. Y no entregaban a los recién nacidos a los familiares
porque, como es obvio, ello hubiera supuesto asumir la ejecución de la madre.
El análisis más elemental de los hechos demuestra que la apropiación fue un
efecto no querido de la guerra y nunca un plan. Y no estoy justificando los
hechos sino describiéndolos. Los Montoneros y el ERP (entre ellos, la hija de
Carlotto), por su parte, no tenían ningún inconveniente con sus bombas y
balaceras en matar embarazadas. De allí, que nadie los podrá acusar de “apropiadores” de niños por nacer. No
así en cambio (como bien explica, Nicolás Márquez) de los huérfanos de los
montoneros muertos; los cuales eran negados por la banda terrorista a sus
familiares directos con el “loable”
fin de evitarles una “educación
burguesa”.
La
asociación Abuelas de Plaza de Mayo salió a rechazar el fallo favorable sobre
el pedido del nieto recuperado número 95, Hilario Bacca, de conservar su
apellido y nombre dado por sus padres adoptivos. "Constituye una afrenta a su memoria”, señaló Estela de
Carlotto. "Él lleva la sangre de sus
padres, lo demás es espurio”, agregó.
Ahora
bien, de la única identidad de la que cabe hablar, es la que este hombre de
cuarenta años ha construido a lo largo de su vida, que está justamente en los
recuerdos que habitan en su memoria y que le dicen que él es uno y el mismo de
todos esos actos. No tiene Carlotto, ni el Estado la potestad de quitar o
entregar identidad ¡De qué memoria e identidad entonces habla Carlotto! ¡De la que quiere inventarle destruyéndole la
única y real!
Más
allá de las circunstancias que llevaron a ello, Hilario no tuvo, salvo en el
momento del parto, relación alguna con sus padres biológicos. El primer vínculo
afectivo real lo estableció con los adoptivos. Y si bien la identidad biológica
es un punto de partida, la pertenencia a un grupo familiar y a un grupo social
histórico tiene un peso definitorio en el sí mismo. El entorno y la interacción
con hermanos, primos, tíos, abuelos, compañeros de escuela, de fútbol hacen más
a la identidad que el frio perfil genético. De no ser así, tendríamos que
admitir el disparate de que en la historia de la humanidad, empezando por el
bíblico Moisés, hubo y hay millones de personas carentes de identidad.
¿Qué
tiene de honorable el que las Abuelas de Plaza de Mayo “recuperen” a sus nietos a cambio de que éstos se nieguen a sí
mismos como personas? ¿Qué tiene de reparatorio, para el “recuperado”, el enviar a la cárcel (por apropiadores) a los padres
adoptivos? ¿A semejante monstruosidad le llaman derechos humanos? ¿Qué abuela
es aquella, que ama más a un código numérico de un patrón genético que al nieto
de carne y hueso que tiene delante? El sabio juez Salomón tiene la respuesta.
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