Piero
Calamandrei. Elogio de los Jueces. 1935
Nadie puede refutar
la frase del epígrafe; son los hombres, los jueces, quienes hacen que una
justicia sea buena. Pero son también los hombres los que- amparados en su
investidura y guiados por provechos políticos, íntimos enconos o simple
cobardía- la prostituyen y la convierten en injusticia. Y no importa de dónde
venga ni contra quién vaya: la
injusticia es inaceptable siempre. La injusticia desmoraliza al universo
social, elimina la confianza y menoscaba inexorablemente a los ciudadanos, “Cualquier
injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas las
demás” indicó, hace casi trescientos años, el barón de Montesquieu.
¿Por qué debíamos
creer que la justicia federal por una vez no trataría de manera oblicua el caso “Larrabure”?,
porque el art.
7 del Estatuto de Roma que creó la Corte Penal Internacional, al definir los crímenes de lesa humanidad,
dice, taxativamente, que estos pueden ser cometidos “por un Estado o una organización”. Más que claro el argumento
porque el crimen del Coronel Larrabure,
su secuestro, prisión y posterior ejecución, fue cometido por una organización,
el ERP, y no por cuatro loquitos mandados por Santucho o Kremer. Tan claro, que
si este reclamo hubiera sido elevado en un sistema judicial donde las leyes
fueran aplicadas por hombres probos ni siquiera hubiera hecho falta un abogado
de la jerarquía de Javier Vigo
Leguizamón; con un abogado de oficio hubiera bastado.
Dr. Javier Vigo Leguizamón |
Pero estamos en
Argentina, donde la justicia federal ha
dado fehacientes pruebas de que está al servicio de una determinada causa
política y la injusticia -acunada entre la prevaricación y la falsedad- se ha convertido en la moneda corriente con
que son tasadas la maldad y sevicia que ponen en sus sentencias los jueces.
Nada
duele más que una injusticia, nada hace sentir
más impotente a una persona que una sentencia inicua. Es allí donde el Estado,
representado por los jueces muestra su cara oscura. El peor de todos los delincuentes es el operador judicial llamado juez,
que, amparado en su investidura y anclado en el poder punitivo que le confiere
la constitución y la ley, arrasa con
pruebas y argumentos, sin más guía que sus intereses políticos y odios
personales.
El Coronel Larrabure murió perdonando a
sus verdugos, a ese nivel de grandeza había llegado, pero eso no obsta que
nosotros, que no tenemos esa nobleza, consideremos a aquellos que lo mataron,
asesinos y a los jueces de la cámara de Rosario, encubridores.
El Recadito,
03/09/2018
José
Luis Milia
NOTA:
Las imágenes, enlaces y destacados no corresponden a la nota original.
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