La “vigilia de las
armas” es un acto solemne donde los soldados, poniendo como testigo a Dios,
juran rendir la vida por el bien de su patria y el servicio a los demás. Esta
ceremonia proviene de los caballeros del medioevo, y es sagrada para todo
soldado que entrará en combate.
Normalmente consiste en la celebración de la Santa Misa o
de una Liturgia de la Palabra que prepara espiritualmente a quienes dispondrán
la entrega su vida a Dios y a la Patria. Por eso, el mejor camino para
comprender tan sublime ofrenda es Jesucristo, quien dio su vida por la
salvación de todos los hombres. El Evangelio señala: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que
crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Y el mismo
Señor dice: “Nadie tiene mayor amor que
el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).
La ceremonia de jura de la bandera se remonta al 25 de
Mayo de 1812 en Jujuy, se dice que más que jurar lealtad a la bandera se
bendijo para que proteja a los soldados del ejército. El General Manuel Belgrano, hizo formar a su hombres, enarboló la
bandera y mirándolos les dijo “Hasta este punto hemos tenido la gloria de
vestir los símbolos nacionales que nuestro Gobierno ha designado; para
defenderlo, nuestras armas aumentarán las suyas, juremos vencer a nuestros
enemigos, exteriores e interiores; haciendo de América del sur el templo de la
Independencia, de la libertad y de la unión. En fe de que así suceda, juradlo y
decid conmigo “viva la patria”. Una vez concluido el discurso del General Manuel Belgrano se dio por
terminada la jura de la bandera patria, la misma que hoy se realiza cada 20 de
julio de todos los años, donde cada soldado de cualquier jerarquía que se haya
incorporado ese año jura “Defender la
Patria y su Bandera hasta perder la vida”.
Ese juramento es fuente de reflexión colectiva e
individual antes de entrar en combate, seguramente en la Fuerza de Tareas
Anfibias que tuvo la misión de recuperar en forma incruenta a nuestras Islas
Malvinas, el día 01 de Abril de 1982 se realizó el acto de la “vigilia de armas”. Además del oficio
religioso que se haya llevado a cabo en cada unidad de esa Fuerza de Tareas
Anfibias, cada soldado en soledad debe haber reflexionado sobre su sagrado
juramento, recordado con inmenso cariño a sus seres queridos, encomendado su
alma al Señor e inmediatamente pasó a verificar el correcto funcionamiento de
sus armas y equipo, repasar las ordenes recibida, la misión asignada y estar en
estrecha camaradería con su superiores jerárquicos, camaradas y amigos
embarcados. Es un momento sublime de cada soldado, en su espíritu se mezclan el
miedo, el valor, la incertidumbre, sus
sueños, el amor a la patria, a sus familias, a la sociedad y a sus camaradas.
Ese hombre se está preparando para ofrendar su vida y merece todo nuestro
respeto, reconocimiento y agradecimiento por la tarea que va a realizar al día
siguiente.
Desde hace una semana que algunos medios, cercanos al Nac&Pop, están desarrollando una
campaña de difusión del tema Malvinas con un marcado acento de nacionalismo
popular… inclusive destacan la valerosa acción de los soldados conscriptos –que
las hubo y muchas- e injustamente desmerecen la actuación de oficiales y
suboficiales. No hay que ser un erudito en estrategia o guerra para comprender
que los planes no los hacen los soldados conscriptos, los buques navegan y los
aviones vuelan porque en ellos están los soldados profesionales capacitados
para esas tareas. Al igual que el fuego de artillería tampoco es conducido por
los soldados conscriptos, ellos no están capacitados para esa tarea, sí para
operar y colaborar en la operación de las piezas… pero toda batalla necesita de
su conductor estratégico, operacional, táctico y de combate. Esos son distintos
niveles de conducción que requiere de soldados profesionales capacitados
durante muchos años y que constituyen los cuadros orgánicos de las Fuerzas
Armadas de la Nación.
Muchos de esos Jefes, Oficiales y Suboficiales hoy se
encuentran encarcelados y juzgados como Presos
Políticos de otra guerra. Es extraño ver tras las rejas a oficiales que han
servido a la Patria y tienen su pecho lleno de medallas y condecoraciones
otorgadas por el mismo Congreso de la Nación Argentina, esa misma institución que en
su momento avaló los decretos de María Estela Martínez, viuda de Perón, de Italo Argentino
Luder, del Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Qué paradoja estrafalaria ¿No? Sin embargo ellos también son nuestros héroes de guerra.
En estas páginas no vamos a juzgar lo equivocado o no de la decisión estratégica y política que llevó a nuestros soldados a emprender semejante epopeya. Vamos a rescatar la cara oculta de Malvinas y para ello hemos elegido un artículo escrito por Rosendo Fraga para la Nación el día 24 de marzo de 2012, basado en el ahora famoso Informe Ratenbach, seguramente muchos ya lo habrán leído… pero vale la pena releerlo por segunda vez y comprender su mensaje.

Su elaboración estuvo a cargo de seis oficiales
superiores retirados de las Fuerzas Armadas -dos de cada una de las tres
Fuerzas-, quienes trabajaron intensamente para terminarlo en la fecha prevista.

A cumplirse el 30 aniversario del inicio de la Guerra del Atlántico Sur, puede ser justo recordar esta cara por lo
general oculta del llamado Informe Rattenbach.
Por ser el primero de ellos el más antiguo de los seis
-llevaba más tiempo como militar contabilizándose tanto los años en actividad
como los de retiro- presidió la Comisión y su nombre pasó ser la denominación
fáctica del informe.
Fue Sánchez de
Bustamante quien filtró a la prensa el texto del informe -no de sus anexos,
mucho más extensos y que no han llegado al conocimiento público- en la idea de
que éste iba a contribuir tanto a la solidez de la futura democracia como a la
visión de la población sobre las Fuerzas Armadas.
Es así como fue editado en diversas
oportunidades. El texto estaba disponible en Internet, por ejemplo, en el sitio
del Centro de ex combatientes de Malvinas de Corrientes. El texto
desclasificado es exactamente el que fue difundido casi tres décadas atrás.
Son por demás conocidas las críticas que el informe
realiza a la conducción militar de la guerra, la que enjuicia en duros
términos. Pero son mucho menos conocidos
los apartados en los cuales elogia el compartimiento militar de las Fuerzas Armadas.
El informe esta dividido en cuatro partes, integradas en
conjunto por quince capítulos a su vez compuestos de casi 900 apartados.
En el capítulo VII (El accionar de las fuerzas propias)
de la Parte III (Evaluación y Análisis Crítico), al evaluar el accionar del Comandante en Jefe del Ejército dice,
tras criticarlo duramente, en el punto c de los apartados 605 al 609:

Es decir que elogia claramente la actuación
de la mayoría de las unidades del Ejército que intervinieron.
Los aviones A4Q operaron con base en el
continente y junto con los recientemente incorporados Super Etendard
infligieron daños fuera de toda proporción con respecto a los análisis previos
de poder relativo (medios propios, medios de oposición, en influencia en el
ámbito operacional).
En el apartado 616, al referirse al único Batallón de Infantería de Marina que estuvo en las islas, afirma:

En el apartado 620 dice:
La formación de su personal combatiente
respondió cabalmente exigencias de la guerra. Sus pilotos debieron experimentar
y llevar a la práctica, sistemas inéditos de ataque a buques de superficie,
agregando seguidamente que pero la falta de adiestramiento específico para este
tipo de lucha, sumada a la gran capacidad tecnológica y dimensión de la fuerza
enemiga, provocó numerosas pérdidas de vidas y material aéreo.
En el apartado 622 agrega:
La Fuerza a su cargo no contaba con los
medios adecuados ni sus tripulaciones estaban adiestradas para sostener
adecuadamente un conflicto bélico de naturaleza aeronaval. Sin embargo, una vez
desencadenadas las hostilidades en este ámbito, el Comandante decidió no
sustraer a sus medios a la batalla, y aceptó las desventajas y los riesgos
inherentes a la guerra.
En el capítulo XV y último, dedicado a las Conclusiones, dice en el apartado 882
que:

En el siguiente afirma:
Debemos estar orgullosos por la hidalguía
con la que procedieron las armas de la Patria, las que, en momento alguno,
infringieron las normas de la guerra incurriendo en acciones reñidas con la
ética de las tropas en lucha, tales como atacar, a las tropas, naves y
aeronaves afectadas a las tareas de salvamento.
En el 884 agrega:
Más allá del resultado del conflicto bélico,
nuestras FF.AA pueden estar satisfechas de su actuación durante la contienda,
ya que enfrentaron a una potencia mundial de primera magnitud, apoyada política
y logísticamente por los EEUU.
Finalmente, en el 885 sostiene:
Si en las condiciones mencionadas nuestras
FF.AA supieron infringir daños fuera de toda proporción a la Fuerza de Tareas
Conjunto del Reino Unido, a tal punto que este se vio obligado a despegar la
mayor parte de sus Fuerzas anfibias, podemos afirmar que han cumplido
airosamente con su deber.
Tomados estos párrafos de la versión online del sitio
mencionado, que no difiere de la publicada por entregas por la revista Siete
Días a fines de 1983 ni de las varias editadas en forma de libro, surge claramente que el informe elogia la
actuación de las Fuerzas Armadas como tales, más allá de los errores en la
conducción militar, que son los más difundidos hasta el presente.
A cumplirse el 30 aniversario del inicio de
la Guerra del Atlántico Sur, puede ser justo recordar esta cara por lo general
oculta del llamado Informe Rattenbach.
Rosendo Fraga
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