miércoles, 26 de septiembre de 2012

AFIP, persecución y espionaje

Partiendo de la pregunta básica ¿Qué es la AFIP? Encontramos la mejor respuesta a que su intento de coleccionar datos personales e íntimos, de los contribuyentes que habitan en countries o barrios cerrados, era una clara infracción contra la libertad y el derecho a la privacidad de los habitantes de la Nación.


¿QUÉ  ES  LA  AFIP?

La AFIP es la Administración Federal  de Ingresos Públicos. Se encarga principalmente de aplicar, cobrar e inspeccionar los tributos (ingresos públicos) de todo nuestro país y de controlar el tráfico internacional de mercaderías. 

Los tributos son los principales recursos “públicos”. Sirven para sostener las necesidades comunes a todos: educación, justicia, seguridad, salud, obras de infraestructura, etc.




Miércoles 26 de septiembre de 2012 | Publicado en edición impresa

Editorial I

La intromisión del Gobierno en la vida cotidiana de los ciudadanos excede peligrosamente la labor de una agencia recaudatoria de un país democrático.


El pedido de renuncia a la funcionaria que supuestamente diseñó y ordenó enviar un requerimiento irritante de información a los residentes de barrios privados no disipa la presunción de una responsabilidad a un más alto nivel.

La reacción oficial sólo se produjo cuando los medios hicieron conocer el fuerte rechazo de la gente hacia el formulario y se movilizaron entidades representativas. Era evidente que los datos que se pedían excedían el propósito de controlar la evasión impositiva. Por ejemplo, nada podía tener que ver con ese objetivo la averiguación de cuáles son los medios que cada contribuyente utiliza para informarse o entretenerse.

Una primera explicación, antes de despedir a la funcionaria, fue que ese conocimiento ayudaría a la AFIP a planificar sus comunicaciones y publicidad. Sin dudas, un desprecio por la inteligencia de los afectados, seguramente menos ingenuos de lo que el Gobierno supone.

No menos llamativos fueron varios pedidos referidos a parientes, viajes y otras cuestiones. Eran más propios de un organismo de inteligencia de un gobierno totalitario que de una agencia recaudatoria de un país democrático.

Cuesta creer que un procedimiento ejecutado tras hacer imprimir miles de formularios y llevado a cabo por cientos de agentes movilizados no haya contado con la aprobación previa o el conocimiento de las autoridades superiores de la AFIP. Por otro lado, este tipo de acción no está desalineada con muchas otras que ese organismo ha venido desarrollando en los últimos tiempos.


Hemos visto la utilización de perros especializados en olfatear dólares en los bolsillos, la presencia amenazante de hombres de la AFIP con vestimenta identificatoria en las casas de cambio, aparatosos operativos con más intención mediática que eficiencia. Pero ha sido aún más lamentable la utilización de la persecución impositiva como castigo a opositores o a personas que expresaron su crítica al Gobierno.

También debimos destacar desde esta columna editorial la utilización de información confidencial, nada menos que por la presidentE de la República en la cadena nacional, para condenar a un agente inmobiliario que había opinado públicamente sobre la paralización del mercado inmobiliario.

No podemos estar más de acuerdo con la necesidad de una eficiente administración tributaria. Pero debe encuadrarse dentro de la ley y el respeto por los derechos de los ciudadanos. Son los contribuyentes los que aportan una parte de lo producido de su trabajo o sus rentas y, por lo tanto, es el Estado el que debe reconocerles su esfuerzo con un trato respetuoso y correcto. La evasión debe ser castigada, pero, de ninguna manera, presumirse con abusos y descortesías antes que sea demostrada. Menos aún debe generarse miedo o amenazas para buscar sujeción o silenciar la crítica.

El pedido de información ajena al fin recaudatorio convierte a la AFIP en una inaceptable agencia de espionaje. Es de desear que no vuelva a repetirse bajo ninguna circunstancia.

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