La Nueva Opinión. OTRAS VOCES
12/04/2014 Escribe Julio C. Borda
Sembraron odio y resentimiento como jamás lo hizo
gobierno alguno. Quebrantaron la ley desde que se asomaron a la política;
protegen a estafadores, ladrones, homicidas y delincuentes de toda laya;
persiguen a gente digna, a gente de honor; fueron sobreseídos escandalosamente
por enriquecimiento ilícito por un juez que hace de la desfachatez una virtud.
Con su proceder mezquino y miserable, dividieron
familias, distanciaron amigos, fomentaron la discordia, la desconfianza y la
impunidad.
Del insulto hicieron una bandera de guerra; de la
amenaza, un arma eficaz; de la persecución, una poderosa herramienta de
trabajo. Se mofan, se burlan de la gente de bien.
Con sus sonrisas procaces y sus fortunas
malhabidas, los secuaces de la viuda aplauden en forma obscena cada uno de sus
dislates.
Son felpudos de tiempo completo, perritos falderos
de obediencia debida. Y los hay de todas las edades, sexo y color. Es que
pertenecer a la oligarquía K tiene sus privilegios.
Por ello, la sobreviviente del dúo del sur continúa
con su prédica desvariada. Sin ponerse colorada, simuló estar sorprendida por
la reacción de la gente ante el proceder de los delincuentes.
No se ha visto cinismo tan grande, ni conducta tan
ruin. No recuerdo tanto apego a la hipocresía, a la miseria moral.
La violencia desplegada por la verborrea
descontrolada de la Bonafini, de D’Elía, de Kunkel y otros jerarcas del K ha
dado sus frutos.
La política del saqueo y tierra arrasada llevada a
cabo en estos diez años ha cobrado muchas víctimas: ancianos, adultos, jóvenes,
niños, padres, madres, hermanos, hijos, nietos.
Todos ellos, presas de un sistema de terror
gigantesco siniestramente organizado por un conjunto de bandidos, amparados por
un Estado dominado por los K.
Viene a mi memoria una reflexión del novelista
Morris West, quien en una de sus novelas describe magistralmente lo que
representa la política del terror, y que es aplicable a la política impuesta
por los K desde hace ya más de una década.
He aquí sus palabras: “Como arma es casi
irresistible. Infunde miedo y duda. Destruye la confianza en los procedimientos
democráticos. Inmoviliza a las fuerzas policíacas. Polariza facciones: los
jóvenes contra los viejos; los que no tienes contra los que tienen; los
ignorantes contra los intelectuales.
“Como infección social es más mortífera que una
plaga: justifica los remedios más viles, la suspensión de los derechos
humanos,las detenciones preventivas, los castigos crueles e inusitados, el
soborno, la tortura y el asesinato ilegal.
“La violencia engendra violencia; se paga a los
chantajistas con el tesoro público; las represalias caen tanto sobre los
inocentes como sobre los culpables”.
Más claro,
agua.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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