07/09/2014
Por Mauricio Ortín
Venezuela se parece
cada vez más a Cuba y la Argentina cada vez más a Venezuela. La ley de
abastecimiento que Cristina Kirchner quiere aprobar en el Congreso Nacional es
una copia de la ley venezolana que ha dado el tiro de gracia a la producción y
a la oferta de bienes en ese país. La pretensión fascista “bolivariana” de dirigir las empresas privadas por sobre sus
propietarios ha terminado como tenía que terminar: con la quiebra de las
empresas y el consecuente desabastecimiento. El mejor Estado posible, como
empresario, es un pésimo ejecutor y administrador dado que su objetivo no
consiste en ganar dinero, y una regla
elemental establece que un emprendimiento
económico subsiste en la medida que no produzca
más pérdidas que ganancias. Ni la estatización comunista, ni el control
fascista de las empresas privadas han mejorado en nada el índice de consumo de
los más humildes; más bien, todo lo contrario. Ahora mismo, en Venezuela, la
oferta de bienes está en caída libre. Para remediar la crisis, el gobierno
fascista de Nicolás Maduro dio un giro de 180º y, al control de las empresas,
sumó el control de los consumidores. Según dicen, un pajarito le habría advertido
al presidente que el desabastecimiento se debe a individuos, que nunca faltan,
que compran más de lo que necesitan con el específico y perverso objeto de
generar el caos político-social. La reacción de Maduro ha sido inmediata y
tecnológica. Consiste en identificar (a través de las huellas digitales) y
castigar al “delincuente” que, no
obstante haber comprado el litro de leche asignado, con cara de “yo no fui” se pone al final de la larga cola para
comprarlo por segunda vez. En Cuba, en tanto, el tema del abastecimiento tiene
sus contras pero también sus pros. A propósito de la leche, por ejemplo, es de
destacar que Fidel Castro ha logrado bajar su precio en forma dramática y
revolucionaria (al punto de que allí el
litro de leche es el más barato del planeta.) El detalle de que no esté
disponible a la venta porque no hay, se solucionará (dicen) cuando haya. Hasta
que ese día llegue, los cubanos siguen disfrutando del tiempo que les deja el
hecho de no perderlo en una cola para comprar leche. En la isla caribeña ser
empresario local representa la comisión de un delito que se paga con la cárcel.
No sucede lo mismo con el “cochino”
capitalista empresario extranjero que la visita como turista. Para él se
reservan mejores playas, hoteles y servicios que el socialismo pueda brindar a
un burgués y se prohíben a los cubanos. De allí que, aún en Cuba, sea el
turismo capitalista y las remesas de dinero que los cubanos reciben de los
familiares que viven en Miami el verdadero sostén de la economía socialista El proyecto de ley de abastecimiento que los
senadores y diputados nacionales kirchneristas se disponen a aprobar tiene como
único objetivo el ganar tiempo para salvar de la derrota electoral. La
intención es seguir con la emisión de moneda sin respaldo pero esta vez, dado
el fracaso de “los precios cuidados”,
impedir desde adentro de las empresas que estas aumenten los precios. Es decir,
enajenarles (vía inflación) el capital de trabajo para financiar la compra de
votos y los sueldos de la Cámpora. A esa patraña se reduce todo el cacareado
proyecto de inclusión kirchnerista-chavista. Y, para cuando la plata para
comprar voluntades se acabe porque se acabaron los empresarios el
desabastecimiento capeará a sus anchas y será el momento (Cristina no es de achicarse) de quitarle a
Cuba el record y ostentar nosotros el “orgullo”
de tener el precio del litro de leche más barato del mundo.
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