No es Ud. lo que muchos esperaban. Sus palabras en la
asamblea legislativa -transparencia y verdad por sobre todo- cada día nos
huelen más a verso, pero como estamos en Argentina y Ud. se ha incorporado a
Políticos S.A., aún se lo tiene -por ahora- lejos del descarte; no porque sea
el mejor sino porque comparado con los delincuentes que integran ese colectivo
les parece a la mayoría de los argentinos alguien que recién ha bajado de los
altares.
Pero es bueno reflexionar, cada tanto, sobre los pasos que
se dan, sobre todo porque Ud. parece no darse cuenta que transita un presente
de muy corta duración. Es seguro que no le alcanzarán los votos el año que
viene para construir una mayoría en las cámaras y sus conmilitones deberán
seguir tragando sapos en el congreso o, ¿por qué no?, deberán resignar el
gobierno porque es interés de muchos derribarlo antes de que cumpla dos años de
gobierno.
Al día de hoy, quizá Ud. no crea que lo quieren voltear,
pero tampoco se ha dado cuenta que hay votos que ya ha perdido, y no por culpa
de la inflación, ni del desempleo ni de la urgencia que muchos tienen para que
Ud. haga las cosas bien, los está perdiendo por cosas más simples, por cosas
que no son digitadas por el mercado ni menos aún por una cuestión de economía.
Los pierde por cosas de la que Ud. y su grupo se ríen, los pierde por Malvinas,
los pierde por el Operativo Independencia, los pierde en cada preso político
que muere en abandono de persona producto de la venganza y del rencor que el
gobierno anterior supo inculcar y Ud., aunque conoce el antídoto, por
mezquindad moral, se niega a aplicarlo.
Hoy, en la soberbia que enferma a cualquier argentino al que
le dan un poco de poder, Ud. cree que son votos suyos y se está equivocando de
manera insensata; por eso, si Ud. no quiere salir como rata por tirante en 2017
debería reflexionar en el número de votos que hoy está perdiendo y a los que ni
siquiera una victoria sobre la inflación haría que estos volvieran a votarlo.
Estos son votos que generalmente se toman de manera anecdótica hasta que son
proyectados al escenario nacional. No son más de un millón, millón y medio de
votos, algo así como un 6,5 a 7 % del padrón total según el analista político
al que consulte pero eso, ¡a quien importa!, si al fin y al cabo usted solo
ganó por 678.774 votos.
Es probable que se pregunte cuáles son esos números. Se lo
diré, son los de un distrito que, tomado en solitario, no movería ni siquiera
un microamperímetro electoral pero que, proyectados al país, le hicieron ganar
las elecciones y le reportaron a Ud., como mínimo, ese millón de votos. Ese
distrito es la Antártida Argentina donde Ud. ganó con el 83,6% de los votos,
votos que pertenecían al pocas veces ponderado “voto militar” y que no solo incluye a los militares, en actividad
o retiro, sino a muchísimos civiles que pensamos que las FF.AA. con su
sacrificio nos salvaron de un destino marxista, que la persecución llevada
contra ellas y las Fuerzas de Seguridad desde hace ya demasiado tiempo, más
allá de la infamia que es en sí misma, socava definitivamente el basamento
institucional de la República.
¿Por qué le digo esto?, porque ese millón de votos fue hacia
Ud., esperanzados, el día que dijo: “se
va a acabar el curro de los derechos humanos”, porque creyeron, en su ilusión,
que esa frase englobaba muchas cosas pero que, en especial, restauraría un
equilibrado respeto después de doce años de ninguneo y desprecio hacia las
Fuerzas Armadas. Más aún, aunque ese millón de votos no creyó nunca en la
legitimidad de los juicios de lesa humanidad, ni siquiera esperaban de su parte
una anulación de estos, simplemente creían que el “cambio” tan preconizado por su fuerza política terminaría con la
prevaricación, los testigos falsos, las prisiones preventivas eternas y que
para el personal de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Civiles en prisión
correría la prisión domiciliaria, al igual que para cualquier preso común de
más de setenta años.
No sé por qué ese millón de votos o más se adhirió tan
firmemente a su candidatura; siempre creí que su frase, de una vacía impudicia,
solo consistía en un golpe de efecto para seducir a todos aquellos que
esperaban que el guiño de un candidato les devolviera la esperanza. A hoy, las
actitudes de sus ministros y secretarios, no solo desmienten su idea de “acabar con el curro” sino que, por el
contrario, parecerían destinadas a
apuntalar a éste.
No sé quién lo asesora en este tema, pero sí sé que la
tilinguería “progre” le terminará
jugando una mala pasada. Solo Ud. y su círculo áulico creen que Obama no se
anotició de quienes eran los “cumpas”
a los que convidó a homenajear, y si Ud. cree que es algo que los Estados
Unidos dejarán pasar eso, solo espere. Pero Ud., urgido por vaya a saber quién,
ha preferido refregarse con la "abuela"
Carlotto, alguien de quien podemos recordar la saña con que persiguió a los
Noble Herrera, mujer que se aburre de decir cuan poco vale Ud. como ser humano,
mientras su gobernadora estrella, que se ha vuelto “imberbe y estúpida”, ha decidido que la provincia -inundada por el
Río V, que ni siquiera ha empezado a atacar los índices de inseguridad que
arrastra y que le ofrece un 11,6% de aumento a sus médicos- sea querellante en
cuanto juicio de “lesa humanidad”
ande dando vuelta.
Pero esto es aún peor que perder ese millón de votos, ya que
los desatinos que Ud. permite terminarán arrastrando a otros muchos argentinos
que ya están cansados del cuento de los "jóvenes
idealistas" -mentirosos, cobardes, entregadores de sus propios “cumpas” y a posteriori ladrones, pero
hoy libres e indemnizados- que se han aburrido de ver como los que combatieron
por la Patria son encarcelados por jueces que han hecho de la miseria ética su
profesión de fe solo para mantener vivo el espíritu vengativo de unos pocos.
Sr. Macri, aún está a tiempo de modificar el equívoco rumbo
que gente como Avruj o Vidal le han impuesto -solo como valor de un marketing
engañoso- al tratamiento de los derechos humanos; eso está en Ud. y sólo en
Ud., ninguno de los que lo están abandonando le ha pedido lo imposible, ninguno
de los que se van, sin esperanza ni fe, le pidió que anulara los juicios de “lesa humanidad” porque saben que el coraje no es su fuerte. Lo
abandonan por que esperaban que los derechos humanos fueran para todos.
Jose Luis Milia
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