Por María Fernanda
Viola
Respuesta
a las organizaciones y políticos que se oponen al monumento de la
reconciliación, propuesto por el Concejal de Tucumán Ricardo Bussi.
Corría el domingo 1
de diciembre de 1974, mi familia y yo (que por entonces tenía 5 años) salíamos
de casa rumbo a lo de mis abuelos paternos, para almorzar juntos. Al llegar a
destino, terroristas del ERP nos estaban esperando en tres vehículos de apoyo y
abrieron fuego salvajemente. Mi padre, el Capitán Humberto Viola murió a los
pocos segundos. Mi hermanita María cristina, de 3 años, fue bestialmente fue
asesinada. Yo con heridas de bala, caí empapada en sangre. Sólo salió ilesa
íntegramente mi madre, Maby Picón, la cual además estaba embarazada de cinco
meses.
Cuando nos llevan al
hospital de niños mi madre le mueve el pelo a mi hermana y le habían sacado la
mitad de la cara. Yo estuve en coma 4 durante un mes: una bala del ERP me pegó
en la cabeza del lado derecho. Me dejó con una discapacidad visual del 80%, las
esquirlas dieron en el nervio óptico, tengo nueve operaciones hechas en la
cabeza: me faltan dos huesos (el occipital y el parietal).
A pesar del drama que
he transitado, ni yo ni lo que quedó de mi familia sentimos odio.
Somos conscientes de
que la revancha permanente y una memoria sesgada o vengativa no nos conduce a
ningún lado. Jamás vino el Estado para auxiliarme. Nunca los que agitan la
bandera de los DDHH se me acercaron para ver si necesitaba algo. Yo como tantas
víctimas del terrorismo subversivo hemos sido desaparecidos de la historia.
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