El 30 de diciembre
pasado falleció el coronel (R) Rodolfo Aníbal Campos, preso político desde
noviembre de 2006, injustamente privado de su libertad, hecho que asumió
plenamente y ajustándose a derecho cada vez que la "justicia" lo requirió. Como soldado de la patria,
formado para cumplir órdenes y defender al país, no cuestionó lo que le fue
encomendado, sino que lo cumplió con plena libertad y responsabilidad y con la
convicción que eran momentos muy difíciles, no para dudar, sino para actuar. El
tiempo, la política y los intereses mezquinos hicieron de esta guerra un motivo
de revancha, con el único objetivo de destruir la moral de quienes arriesgaron
sus vidas para conservar la libertad. Pero ahí estuvo, estoicamente, dando la
cara ante quien corresponda, cumpliendo su condena durante 12 años. Como muchos
otros, fue marginado, aislado por una sociedad y un poder político que solo
busca quedar bien con encuestas, tendencias y superficialidades.
El 31 de diciembre
enterramos sus restos en el cementerio de la Recoleta, sin que un solo soldado
pudiera estar presente, haciendo sonar un clarín en su memoria y agradeciéndole
por todos sus años ofrecidos a la Nación. ¿Qué ejemplo dejaremos para los que
vengan?, ¿cuál será el espíritu de nuestro ejército si ni siquiera se permite
un último saludo a nuestros combatientes?, ¿quién defenderá a nuestra nación si
el día de mañana somos agredidos nuevamente?
¡Argentina,
despierta! Con las ideas se vive, pero con las convicciones se muere.
José
Julián Carneiro
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