Por Marcelo Vagni
Un adolescente Marcelo Vagni |
Fui invitado, hace
unos días, al programa Intratables para intentar participar de un debate sobre
los años 70. Pretendía aportar al mismo desde mi experiencia personal, por
haber sido secuestrado en 1977, a los 15 años, por mi militancia secundaria
(primero dentro de la UES, Montoneros, y luego en la Juventud Guevarista,
expresión juvenil del PRT-ERP). Por otra parte, durante treinta años, entre
1984 y 2014 inclusive, he sido convocado en numerosas oportunidades por la
Justicia para declarar en calidad de testigo en varias causas por delitos de
lesa humanidad desde mi vivencia personal de ex desaparecido y ex preso
político.
Digo bien, "intentar participar de un debate",
porque mi intención y la de la producción del programa de TV quedaron sólo en
eso, en un deseo, un intento. Sucede
que, mientras hablaba, fui interrumpido agresivamente y descalificado por
Miguel Bonasso, también presente en el estudio. "Contanos para quién trabajás…", inquirió primero. "Con vigilantes no discuto",
me acusó luego en el aire.
Hasta esas
interrupciones sólo había alcanzado a decir que, visto a la distancia y con la
serenidad que permiten los años, sentía que mi reclutamiento a los 13 años de
edad, las actividades que se me ordenaba llevar a cabo (a mí como a tantos
jóvenes de mi edad), la actitud que se me convenció debía adoptar a partir del
golpe de Estado de marzo de 1976 ("Se
impone al pueblo argentino… afrontar con heroísmo los sacrificios necesarios y
librar… la victoriosa guerra revolucionaria de nuestra segunda y definitiva
Independencia", El Combatiente, 31 de marzo de 1976), nos puso tanto a
mí como a muchos más en una situación de riesgo de vida de la que sólo tomé
conciencia dentro de un calabozo oscuro, orinado, muy lastimado, seguro de que
iba a morir, y pensando en mi mamá y mi papá antes que en la guerra
revolucionaria.
Dije textualmente en
el programa: "Soy una víctima de la represión militar pero antes de eso fui una
víctima de la guerrilla que me reclutó a los 13 años, para convertirme a los 14
en un miliciano de la guerra revolucionaria".
Respecto de aquella
historia trágica de los años 70, estoy convencido de otra cosa: que a los
efectos de nuestros objetivos y planes (los de la guerrilla) no importaba que
estuviésemos viviendo en democracia, bajo un gobierno que -pese a sus
características por todos conocidas-, había sido elegido por una enorme mayoría
en 1973. Tanto la organización de la que
yo participaba como la organización Montoneros (de la que Bonasso era un
importante dirigente, un "jefe")
llevamos adelante acciones contra los gobiernos de Perón e Isabel,
desconociendo la voluntad popular y asumiendo que esa voluntad la expresábamos
nosotros mismos, como "vanguardia
lúcida", como "destacamento
de avanzada". No nos preparaban entonces para las próximas elecciones.
Nos preparaban para los próximos combates revolucionarios.
Por eso la
interrupción con gritos e insultos de Bonasso la interpreté claramente como un:
"No cuentes, no digas nada, nadie se
tiene que enterar de eso".
Tal
actitud sólo confirma mi idea de que se pretende manipular esa porción de
nuestra historia contando lo que no pasó. Y no contando
lo que efectivamente sucedió. Yo había llegado a Intratables por propia
voluntad, a expresar mi rechazo a un proyecto de ley que impulsa la diputada Nilda
Garré, que busca poner una mordaza legal a un debate que viene siendo contado
de manera falsa y tendenciosa. Para hablar en contra de este intento de imponer
una mentira de prepo. Una cosa que, por la dinámica del programa y debido a la
interrupción de Bonasso, ni siquiera llegué a esbozar.
Bonasso, visiblemente
enojado, expresó que mi discurso reavivaba la teoría de los dos demonios. Ni
siquiera conozco en profundidad esa teoría. Ni intento emparentar nada con
nada. Sí acuerdo con denominar "demoníaca"
-si se quiere- a la salvaje e ilegal represión que viví al igual que miles de
argentinos (aunque no todos, ya que hubo excepciones, como Firmenich y Bonasso
por ejemplo).
Pero yo no estoy
hablando de la dictadura. Estoy hablando de nuestro accionar -del entonces
adulto Bonasso y del mío propio, que era casi un niño- en los años previos al
Golpe de Estado. ¿Qué palabra podríamos encontrar para denominar ese accionar,
con su secuela de muertos y el enorme daño que le provocó al país? ¿Si no fue "demoníaco", qué fue?
¿Angelical? ¿Justo? ¿Necesario?
Conmigo
no, Bonasso. Simplemente porque yo estoy hablando de mi experiencia personal:
yo la viví. Vos también la viviste: fuiste uno de
los jefes de una organización que no dejó gobernar a Perón, que lo atacó
sistemáticamente, y sólo porque pensaban que el proyecto que debía imponerse en
la Argentina no era el de Perón (que acababa de ganar las elecciones con más
del 60% de los votos) sino el de ustedes. Por eso le advirtieron que no iban a
dejarlo gobernar y asesinaron a Rucci sólo dos días después de su triunfo
electoral. Y lo siguieron enfrentando hasta que los echó. Y pasaron a la
clandestinidad en plena democracia e intensificaron el accionar armado.
En
aquellos años, sólo algunos, como usted Bonasso, tuvieron la ventaja de la
clandestinidad y acceso a mecanismos para eludir o enfrentar la represión. Los
miles de jóvenes que creían en ustedes, en las facultades, en las escuelas, en
las fábricas y en los barrios, tuvieron que seguir ocupando sus lugares, "escrachados" y "quemados", claramente
identificados por la represión. Una mayoría de nosotros siguió haciéndolo,
valiente o inconsciente del riesgo, hasta que la Triple A o la dictadura los
secuestró y los asesinó.
Conmigo no, Bonasso.
Hubiera sido más digno que me interrumpieras para reconocer aquellos tremendos
errores, o para contarles a los jóvenes de hoy que hay que vivir en democracia
y cuidar de ella, y que te equivocaste cuando la atacaste. Hubiera sido genial que dijeras que para imponer ideas hay que
convencer a los demás, no asesinarlos ni secuestrarlos. Y decirles a los
peronistas que cuando Perón ya no enfrentaba ni al Almirante Rojas, ni a
Aramburu, ni a Lanusse… aparecieron ustedes –los jóvenes de vanguardia- y se
constituyeron en su principal enemigo en sus últimos años.
Aquellos últimos años
en los que justamente Perón se abrazaba con Balbín y nos decía que "para un argentino no debe haber nada mejor
que otro argentino".
Me vi obligado a
responderte de este modo Miguel Bonasso, por escrito, porque durante el
programa no me dejaste hablar ni decir estas cosas. Vos tenés una enorme posibilidad de contribuir a la verdad histórica no
ocultando datos, no falseando hechos, sin engañar a las nuevas generaciones,
que tienen derecho a saber qué sucedió realmente en la Argentina de aquellos
años. Y, además, pidiendo perdón por todo el daño y sufrimiento causados.
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