Algún canalla de los
que sobran en las “orgas” de derechos
humanos podría decir que la desaparición de Santiago Maldonado fue ejecutada
por los “residuales” del proceso
enquistados en el gobierno de Mauricio Macri como festejo de los once años de
la desaparición de Julio Jorge López. No olvidemos ese slogan que sirve para
todo y que ahora le tocó a Macri: “¡Macri,
basura, vos sos la dictadura!” Otro chusco podría decir que no fue para
festejar una pretérita desaparición que lo esfumaron a Maldonado, sino que lo
han hecho para que no olviden a López.
En verdad que una
desaparición sirve de mucho en la medida que esté teñida de política. Pero
sirve, especialmente, para que los argentinos, siempre ahogados en su estupidez
e hipocresía, repitan por enésima vez su camino de contrición a la Plaza de
Mayo y que un montón de idiotas, funcionales a la izquierda, se apretujen allí
creyendo que la tumba de Videla ha sido abierta desde adentro.
Hoy con Maldonado
tenemos el mismo ruido que once años atrás con López, con el agravante que la
oposición kirchnerista y piquetera necesita con urgencia un “fiambre” y han llevado la farsa al
extremo de tratar de meterle a chicos de 8 a 10 años en la cabeza que la
desaparición “forzada” es moneda
común en Argentina cuando no hay un gobierno nac & pop; total, Rodríguez
Larreta ahogado en su debilidad ideológica optará por no sancionar a nadie y
todos felices.
Pero hay algo que es
mucho más infame, y es que en la Argentina democrática no son López y Maldonado
los únicos desaparecidos; hay otros desaparecidos a los que nadie tiene en
cuenta, por los que nunca se juntan multitudes para llorarlos ni nadie tira
flores en el río.
El número de estos,
los desaparecidos en democracia, se ha aproximado, desde 1990, al número de los
presuntos desaparecidos durante el proceso, pero de esto no se habla, porque
una desaparición es grave, no por sí misma, por lo que significa que una
persona desaparezca del mundo tangible sino que para que sea tenida en cuenta
debe tener un justificativo político para lamentarla.
Como no es así, nadie
dice que es un escándalo que desde ese año hayan desaparecido en la Argentina-
sin siquiera una guerra mediante- 6.040 personas y que sean sólo eso,
desaparecidos solo recordados por sus familias, que no preocupan de ninguna
manera al resto de los argentinos.
Esto, y es justo
decirlo, no lo dicen ni Clarín o La Nación; lo afirmó Página/12 al hacerse eco
del documento “Desaparición en
democracia. Informe acerca de la búsqueda de personas entre 1990 y 2013”
elaborado por la ONG Acciones Coordinadas Contra la Trata (ACCT) en conjunto
con la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex).
En ese lapso de
tiempo “democrático” los “desaparecidos parias” -porque
oficialmente a nadie le importa su destino- son niñas, niños, adolescentes y
adultos que suman esa cantidad, de los cuales el 62% corresponde a mujeres
generalmente secuestradas por las redes de prostitución; pero como las
circunstancias de su desaparición no están ligadas a los circos judiciales de “lesa humanidad”, ni tienen relación o
actividad que pueda ser utilizada políticamente, carecen de valor y tienen el
mismo tratamiento que los muertos del setenta que no pertenecieron a la
subversión; ya que no hay, ni creo que alguna vez escuchemos un lamento oficial
por el asesinato de Cristina Viola o de Paula Lambruschini o el reconocimiento
por la muerte en combate de los soldaditos formoseños como se hace con los
muertos de la guerrilla.
José
Luis Milia
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