martes, 5 de septiembre de 2017

DESAPARECIDOS EN DEMOCRACIA, ¿2 Ó 6.040?


Algún canalla de los que sobran en las “orgas” de derechos humanos podría decir que la desaparición de Santiago Maldonado fue ejecutada por los “residuales” del proceso enquistados en el gobierno de Mauricio Macri como festejo de los once años de la desaparición de Julio Jorge López. No olvidemos ese slogan que sirve para todo y que ahora le tocó a Macri: “¡Macri, basura, vos sos la dictadura!” Otro chusco podría decir que no fue para festejar una pretérita desaparición que lo esfumaron a Maldonado, sino que lo han hecho para que no olviden a López.

En verdad que una desaparición sirve de mucho en la medida que esté teñida de política. Pero sirve, especialmente, para que los argentinos, siempre ahogados en su estupidez e hipocresía, repitan por enésima vez su camino de contrición a la Plaza de Mayo y que un montón de idiotas, funcionales a la izquierda, se apretujen allí creyendo que la tumba de Videla ha sido abierta desde adentro.

Hoy con Maldonado tenemos el mismo ruido que once años atrás con López, con el agravante que la oposición kirchnerista y piquetera necesita con urgencia un “fiambre” y han llevado la farsa al extremo de tratar de meterle a chicos de 8 a 10 años en la cabeza que la desaparición “forzada” es moneda común en Argentina cuando no hay un gobierno nac & pop; total, Rodríguez Larreta ahogado en su debilidad ideológica optará por no sancionar a nadie y todos felices.

Pero hay algo que es mucho más infame, y es que en la Argentina democrática no son López y Maldonado los únicos desaparecidos; hay otros desaparecidos a los que nadie tiene en cuenta, por los que nunca se juntan multitudes para llorarlos ni nadie tira flores en el río.

El número de estos, los desaparecidos en democracia, se ha aproximado, desde 1990, al número de los presuntos desaparecidos durante el proceso, pero de esto no se habla, porque una desaparición es grave, no por sí misma, por lo que significa que una persona desaparezca del mundo tangible sino que para que sea tenida en cuenta debe tener un justificativo político para lamentarla.

Como no es así, nadie dice que es un escándalo que desde ese año hayan desaparecido en la Argentina- sin siquiera una guerra mediante- 6.040 personas y que sean sólo eso, desaparecidos solo recordados por sus familias, que no preocupan de ninguna manera al resto de los argentinos.

Esto, y es justo decirlo, no lo dicen ni Clarín o La Nación; lo afirmó Página/12 al hacerse eco del documento “Desaparición en democracia. Informe acerca de la búsqueda de personas entre 1990 y 2013” elaborado por la ONG Acciones Coordinadas Contra la Trata (ACCT) en conjunto con la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex).

En ese lapso de tiempo “democrático” los “desaparecidos parias” -porque oficialmente a nadie le importa su destino- son niñas, niños, adolescentes y adultos que suman esa cantidad, de los cuales el 62% corresponde a mujeres generalmente secuestradas por las redes de prostitución; pero como las circunstancias de su desaparición no están ligadas a los circos judiciales de “lesa humanidad”, ni tienen relación o actividad que pueda ser utilizada políticamente, carecen de valor y tienen el mismo tratamiento que los muertos del setenta que no pertenecieron a la subversión; ya que no hay, ni creo que alguna vez escuchemos un lamento oficial por el asesinato de Cristina Viola o de Paula Lambruschini o el reconocimiento por la muerte en combate de los soldaditos formoseños como se hace con los muertos de la guerrilla.

José Luis Milia


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