"Una
gabardina colgada del perchero ha
conservado la forma del cuerpo ausente".
Dolores Soler-Espiauba
conservado la forma del cuerpo ausente".
Dolores Soler-Espiauba
Aunque muchos se lo
suplicaron en diciembre de 2015 y a principios de 2016, los asesores de
Mauricio Macri lo convencieron de que sería contraproducente describir con
precisión la situación económica y social que Cristina Elisabet Fernández le
había dejado en reemplazo de la banda presidencial y del bastón de mando, y así
se perdió una oportunidad histórica: entregar formalmente a la sociedad un
croquis detallado que le permitiera transitar con alguna seguridad a través de
ese inmenso campo minado.
Sin embargo, nadie
podía prever que, mientras caminábamos aterrados por la posibilidad cierta de
una explosión, del cielo cayeran bombas aún más destructivas: la sequía que
trajo La Niña y las inundaciones que, conjugadas, llevaron a una sideral
pérdida de nuestras cosechas. En cambio, sí resultaba previsible que las
políticas comerciales de Donald Trump -"USA
first!"- trajeran aparejada una revalorización fuerte del dólar y un
aumento progresivo de las tasas de interés norteamericanas, que se
transformaron en una gigantesca aspiradora de los fondos mundiales que,
mientras subsistían tasas casi negativas, habían buscado lucrar en los mercados
emergentes y de frontera, como era la Argentina.
Al frente de un país
como el nuestro, cuyo Estado gasta muchísimo más que lo que recibe, no genera
los dólares comerciales por exportaciones capaces de corregir tanto déficit ni
el ahorro interno necesario para financiarlo, que mantiene una presión
tributaria record sobre el sector formal (el otro evade sin medida) y una
inflación cercana al 30% anual, y que carece de moneda propia (aquí el peso no
es un refugio de valor), el Presidente optó razonablemente por aplicar una
receta de corrección gradual de los gravísimos problemas heredados.
La alternativa, el
ajuste inmediato de tantas variables desacomodadas a propósito por su
antecesora, fue dejada de lado por la conmoción social que, sin duda, hubiera
provocado. Para comprobar este aserto basta con recordar qué sucedió cuando se
puso en marcha una más que tibia reforma previsional o se incrementaron las
tarifas de los servicios y de los combustibles, sobre todo a la capital y el
Conurbano.
Entonces, se recurrió
a los mercados voluntarios internacionales de crédito que, como dije,
estuvieron encantados de prestarnos dinero mientras no existían otras
posibilidades mejores y de renta segura; cuando éstas aparecieron, salieron
corriendo pese a los altísimos rendimientos que aquí les ofrecemos. Esa fuga
fue, precisamente, la que provocó la crisis cambiaria que soportamos hasta hace
quince días, mucho más fuerte -por nuestra permanente fragilidad- que las que
sacudieron a las demás economías en todo el mundo.
Nuestro pobre peso
-sólo una unidad de intercambio-, que venía con un claro atraso comparativo, se
devaluó como ninguna otra moneda regional, si se excluye al bolívar de la
asesinada Venezuela, y ello pese que, cumpliendo su compromiso, el Gobierno no
emitió, como hizo el kircherismo para enmascarar sus permanentes desaguisados.
Y así llegamos al FMI
que, con el inmenso apoyo internacional que recoge esta administración, nos
sacó un poco las papas del fuego. Pero, como se dice, no hay almuerzo gratis, y
ahora hemos llegado al momento en que debemos dejar de lado los modos graduales
de reducir el gasto público y el derroche al que los argentinos somos tan
afectos. Ahora, Macri debe aplicar recetas duras, aunque ya no cuente con la
popularidad que lo llevó a ganar en 2015 y 2017, que le hubiera permitido
sortear con mayor tranquilidad el temporal que viene con vientos fuertes: la
economía enfriándose, una inflación indomable que este mes superará el 3% y los
coletazos que llegarán desde lejanas playas por la guerra comercial pronta a
desatarse entre Estados Unidos y China, que hará temblar al mundo entero.
La tormenta social es
inevitable, pero eso no me impide preguntarme cuál es la receta que aplicarían
para alivianarla quienes protestan todos los días en la calle, quienes se
resisten al achicamiento de la planta de empleados estatales, quienes se rasgan
las vestiduras por los aumentos en los precios del transporte, del gas, de la
electricidad, de la nafta o del gasoil, o los periodistas que se desgañitan
quejándose del Gobierno.
Sergio Massa y su
equipo, que recientemente presentaron un pseudo plan económico, confirmando la
validez del teorema de Baglini obviaron maliciosamente explicarnos de dónde
saldrían los fondos necesarios para continuar subsidiando todo eso; y lo mismo
hacen tanto las restantes tribus peronistas cuanto los movimientos
insurreccionales de izquierda.
Señores: o nos
ponemos serios o llegará a la Casa Rosada un símil de Nicolás Maduro para
expropiar todas las empresas, propiedades y campos, para enriquecer a su claque
incondicional y para, cuando hasta eso se acabe, hambrear a la población y
sumirla en la desesperación más absoluta, como prueba el masivo éxodo de
venezolanos que llegan en masa a los países de la región. Pensemos que, a pesar
de flotar sobre un inmenso mar de petróleo, el chavismo ha producido esa
gigantesca catástrofe humanitaria que hoy obliga a sus ciudadanos a abandonar
todo para no sucumbir ante las enfermedades y el hambre.
No se trata de
recurrir al viejo apotegma -"yo o el
diluvio"- sino de un hecho casi físico: alguien debe pagar tanto
disparate, y ese alguien hoy no existe; no hay, ni siquiera entre los propios
argentinos, quien esté dispuesto a enterrar aquí sus ahorros para que sigamos
transitando este insano camino de gastar más de lo que tenemos. Si aumentamos
los impuestos, ahogaremos aún más nuestra economía; y si no pagamos lo que nos
prestaron hasta ahora, caeremos en un nuevo default, con todas las terribles
consecuencias que acarrea caerse del mapa del mundo.
Me parece que, mal
que le pese, Macri debe hacer uso de la cadena nacional y explicarle todo esto
a un país angustiado por muchas voces interesadas en hacerse con el poder para
lucrar desde él, como han hecho casi todos en los últimos setenta años. Pero,
otro gran problema comunicacional del Gobierno, también para enumerar las obras
de infraestructura que se han encarado, y de las cuales dan escasísima cuenta
sólo las informaciones que nos llegan, desde el interior, a través de las redes
sociales.
¿Por qué se permite a
los miembros del "club del
helicóptero" el monopolio de los micrófonos y de las cámaras de
televisión? ¿Por qué no mostrar las cloacas, las viviendas, las rutas, los
puentes, los pavimentos que se han hecho y que benefician a miles de
compatriotas? Es cierto que el kirchnerismo hizo claro y mentiroso abuso de esa
forma de relacionarse con la sociedad, pero Cambiemos está pagando un alto
precio por abstenerse irracionalmente de hacerlo.
Basta con que se diga
la verdad, aún cuando esa verdad sea dolorosa, ya que costará mucho más seguir
permitiendo a tantas inescrupulosas voces
propalar de la desesperanza.
Bs.As., 14 Jul 18
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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