CIVILIZACIÓN
Y BARBARIE. LECCIONES DE NUESTRA HISTORIA. ANGUSTIAS Y FRUSTRACIONES DEL
PRESENTE
Como la inmensa
mayoría de argentinos que ya hemos vivido cantidades inconmensurables de
frustraciones y decepciones políticas y culturales, fluctuando entre la
esperanza e ilusión y la indignación y el fracaso, constantemente me
interrogo porqué somos como somos y nos hemos transformado en un mal ejemplo para
países normales del mundo, especialmente vecinos que nos admiraban.
Trato de dilucidar
también si en las actuales circunstancias existe el remedio adecuado e idóneo
para rectificar hasta abruptamente si es necesario, el camino por el cual
tropezamos reiteradamente con nuestras incapacidades, tibiezas e
irresponsabilidades.
Y
si es posible elaborar los paradigmas estratégicos prospectivos,
con el consenso de las "personas
civilizadas", quienes de una vez por todas deben salir del anonimato y
la indefinición y actuar decididamente antes que sea tarde.
No caben para ello
medias tintas ni experimentos ambiguos, pues el mal, sostenido por "los bárbaros" que conviven y
se mimetizan entre nuestra gente, está
anclado en nuestras propias raíces como sociedad, y para erradicarlo de una vez y para siempre, hay que renovar las
fundamentaciones y estructuras que lo sostienen y le permiten desarrollarse.
La fórmula "cambiar para que nada cambie",
es prácticamente una traición que puede sonar por un tiempo como elegante, propio de la deficiente y
claudicante clase dirigencial que intenta conducirnos.
A mediados del siglo
XIX, Domingo Faustino Sarmiento, al
relatar la vida del caudillo Juan
Facundo Quiroga, presentaba, quizás
de alguna manera imperfecta pero descriptiva, la realidad del país al
comienzo de la Organización Nacional
y luego de las sangrientas
luchas internas por constituir una república unida, organizada y previsible.
Destacaba en ese
momento la existencia en nuestro territorio de dos concepciones antagónicas de
sectores poblacionales; por un lado el ámbito "de la civilización", radicado preferentemente en
ciudades y pueblos importantes y descendiente de los colonizadores europeos y
en el opuesto "el de la
barbarie", esparcido a lo largo del territorio inculto y extendido,
constituido por grupos humanos nativos tribales y anárquicos.
A su vez la
civilización incluía dos concepciones complementarias; por una parte lo
relativo al progreso material y el bienestar según un desarrollo coherente y
justo y el de la cultura, estructurado
sobre valores tradicionales y objetivos de mejoramiento constante. En
ambos imperaban reglas de juego claras
para la convivencia social, el orden y el progreso.
En cuanto a la
barbarie, según Sarmiento, los
grupos humanos excéntricos por su localización geográfica, convivían en una
suerte de anarquía permanente conducidos por sus pasiones y la satisfacción de
sus necesidades primarias de supervivencia.
Para poder constituir
una república unida y próspera era necesario que los pueblos fuertes se
extendieran a todo el territorio de la Patria, asimilando a los salvajes por la
educación, el orden y la ley y o eliminándolos físicamente.
Indudablemente ésta
fue la idea fuerza que orientó la Campaña
del Desierto[1]
lanzada por Roca en 1878 y las inmigraciones
masivas de nuestros ascendientes hacia fines de siglo[2].
Y así, con decisión y
convicción, aunque en algún sentido con extrema rudeza, nació el país que se destabaca como uno de los
más promisorios del mundo al comienzo del siglo XX.
Han pasado
ciento veinte años de aquella época a la vez dramática y esperanzadora y el
escenario que hoy presentamos al mundo es deprimente e indefinido.
¿Cómo ocurrió ese
deterioro progresivo cuyo inició comenzó a percibirse a partir de la tercera
década del siglo anterior?
¿Quién o quienes, por
qué y para qué, fueron los responsables
más significativos de esa
involución incontenible que se agudizó
con el transcurso de los años y se hizo patética, grave y hasta inexplicable en
los últimos treinta y cinco de falsa y espurrea democracia?
¿Porqué fuimos
capaces de perder la conciencia de nuestros destinos y pisotear los mandatos y
ejemplos de nuestros Padres Fundadores con absoluta desaprensión y hasta
jactándonos de ello?
Se proyectan sin limitación a través de medios de difusión sostenidos por intereses de adentro y de afuera, quienes precisamente han creado esta suerte de contracultura para destruirnos sin vuelta. Y en ese panorama el Estado, prácticamente ha dejado de existir.
¿Porqué seguimos
chapoteando en un barro maloliente sin encontrar razón ni solución a nuestros
desatinos, tolerando y hasta apoyando, la acción disolvente insertada en
nuestras propias instituciones, de modelos actualizados de
"barbaros", quienes aunque sin taparrabos ni lanzas visibles, nos han
hecho esclavos de sus bajas pasiones, concepciones primitivas e inconsistencias
programáticas?
¿Porqué conscientes
de nuestras deficiencias y peligros consiguientes, seguimos aferrados a
soluciones y recetas superficiales y voluntaristas, que finalmente nos llevan a
un fracaso recurrente cada vez más cerca del abismo?
En
ese sentido la generación que construyó un país grande que ha dejado de
existir, no dudó en su momento combatir a fondo con ideas y la fuerza de las
armas, para erradicar la barbarie.
¿Porqué cultivamos
con encanto y contemplamos absortos las recetas y diagnósticos de parlanchines
de ocasión, magos de opereta, con
soluciones mágicas para
problemas profundos y trascendentes que nos agobian y al implícito
servicio de grupos de intereses sectarios y disolventes, de aquí y de afuera?
Arquitectos de
negocios, timbas, garitos y falacias financieras inmensas que producen
ganancias inconmensurables a sus operadores y sostenedores a costa de la
ingenuidad de los pobres argentinos.
¿Porqué permitimos,
toleramos y hasta apoyamos que sujetos (as) sin honor, repudiables y obsoletos
se reciclen creyéndose con derecho a volver al poder en sus diversos ámbitos y
jurisdicciones?
Todos ellos reedición
de bárbaros que en su momento fueron transformados o erradicados por argentinos
que no se dejaron comprar, construyeron con sacrificio y visión y nos legaron
una herencia viva y promisoria. Ahora proliferan sin control adoptando
formas sutiles para dar satisfacción a sus irrefrenables pasiones y sus
costumbres tribales y mafiosas.
¿Porqué convalidamos
con nuestro silencio o indiferencia, que los crímenes más horrendos,
especialmente la corrupción, sean ignorados deliberadamente o sumergidos en los
laberintos de una justicia comprada y vendida al mejor postor, para pagar muy
ligeramente los costos de sus aberrantes, públicas e impunes transgresiones a
su deber y o presentarse como "mártires
perseguidos", sufrientes y marginados, y muchísimos los creen?
Nos sentimos
deslumbrados por fuegos artificiales de ocasión y el empleo del tiempo perdido
en incontables subterfugios, como estrategia de castigo insustancial.
Justamente nuestro extendido y privilegiado "aparato
judicial", es en realidad y en el noventa porciento de los casos, la
herramienta insustituible para el "aparato
de la impunidad" que se impone y domina.
¿Porqué
toleramos que nuestros medios de comunicación social, especialmente televisión
y cine, penetrando sin control en los hogares, proclamen constantemente y en
cualquier horario consignas, escenas y relatos humillantes y detractores de la
moral y los sentimientos nacionales, envenenando, narcotizando y alienando
especialmente a la juventud y destruyendo la familia y los afectos?
Sostenidos por
difusos grupos económicos, sirven a los propósitos de una contracultura humillante y
colonialista, que es permitida "por
nuestros dirigentes" bajo el pretexto de una falsa "libertad de prensa".
¿Porqué soportamos
pacientemente que legiones de incapacitados intelectuales, culturales y
sociales en su gran mayoría importados sin control, manejados por
caudillejos al servicio de grupos
anarquistas y patoteriles con abundante dinero disponible, determinen cuándo, dónde y cómo podemos
ejercer nuestro derecho constitucional de transitar, trabajar y sentirnos
seguros?
¿Dónde
se ubica el Estado en estas circunstancias? La disciplina social, solidaridad, el respeto a la libertad del prójimo
y la autoridad, valores fundamentales para una vida en democracia, ¿deben y pueden ser entregados al arbitrio de
sinvergüenzas y especuladores, autocalificados como dirigentes sociales y o
gremiales?
¿Porqué
sostenemos y propugnamos el arribo a los cargos más determinantes de los tres
poderes del Estado de individuos (as) inhabilitados técnica, moral y psíquicamente
para ejercer responsabilidades trascendentes al servicio del bien común,
tolerando y hasta justificando sus sistemáticos relatos, falacias y traiciones?
¿Es la
democracia herramienta útil para la
llegada al poder de los mas incapacitados integrales?
¿Porqué hemos
tolerado el aumento sistemático, desbalanceado, irresponsable y demagógico,
particularmente en los últimos treinta y cinco años, de la burrocracia democrática
y los escandalosos privilegios de actuales y ex políticos, pseudo
representantes del pueblo, que proyectan constantemente ejemplos indignantes de
conducta, haraganería y frivolidad?
Más aun a ellos le
damos nuestra confianza y la autorización implícita para saquear y destruir a
su arbitrio ámbitos políticos, administrativos y culturales, como resultado de
comicios ingeniosamente organizados para la trampa y el fraude tradicional,
tolerado, ignorado e incentivado.
¿Para qué y por qué, descontrolamos irresponsablemente nuestras fronteras permitiendo el ingreso
casi irrestricto de poblaciones de diferentes razas y religiones a fin de que
se acumulen en nuestras ciudades multiplicando la pobreza, exclusión, el delito en vigoroso aumento y
hasta la miseria funcional y además los impulsamos a que exijan de los
argentinos que trabajan sustento y atención, especulando con su instrumentación
política?
¿Cuál
es el beneficio que nos proporciona un gobierno que por lo visto no entiende al
país y las implicancias exteriores que lo afectan y ensaya constantemente diagnósticos
de compromiso y soluciones superficiales?
Y lo ejecuta casi sin
control, hipotecando graciosamente el futuro de todos, como la solución más idónea
a despilfarros irreductibles y prolongados en el tiempo.
Estamos enfrentando
tormentas, crisis constantes y reiteradas o como se lo llame, pero es imposible
pedir a esta pobre gente, muy limitada por cierto en su capacidad para
gobernar, soluciones de fondo, proyección realista mas allá de la coyuntura y
menos aún valentía y decisión para imponer el orden, la disciplina social, y el
control del bandidaje público y encubierto, en sus distintos niveles y
manifestaciones.
¿Dónde
se ha ido nuestro orgullo cuando nos enteramos que en el mundo se sostiene y
fundamenta que la Argentina es casi el país más impredecible y corrupto del
mundo? Y sigue.
Y los arquitectos(as)
de esta vergüenza aspiran a volver al poder y la alternativa vigente, que es la
única posible adolece de fallas y hasta vicios ligeramente y solo ligeramente,
superadores.
He querido comparar
la visión de una Argentina que contó con estadistas esclarecidos y patriotas, conscientes
de su sagrada misión.
Mencionemos
especialmente a Rosas, Urquiza,
Sarmiento, Alberdi, Avellaneda, Roca, Pellegrini, Richieri, Saenz Peña y hasta Savio
y Mosconi. No fueron seres perfectos y obviamente cometieron errores, pero
siempre tuvieron por delante el proyecto de una Argentina, próspera, justa,
culta y desarrollada armónicamente y al servicio de esta visión colocaron su
tiempo, capacidad, intereses y motivaciones.
¡¡¡¡Y
lo lograron!!!! Vivieron la alternativa entre civilización y barbarie y
actuaron para neutralizar ésta y ponderar aquella.
Aquí y ahora en mi
humilde opinión enfrentamos una alternativa similar aunque obviamente con
diferente caracterización.
El país está dividido
y hasta implícitamente anarquizado.
No son por cierto
analfabetos en el estricto sentido de la palabra pero por sus concepciones
arcaicas y disolventes, es como si lo fueran.
Y ya sabemos cuál es
el destino que nos tiene reservado ésta desnaturalización de la verdad que ha
colonizado a amplios sectores de nuestra población.
Y este fenómeno se ha
agudizado hasta niveles inéditos en los últimos treinta y cinco años.
Así como mencionamos recién
los nombres de grandes prohombres de nuestra nacionalidad, solo como ejercicio
macabro comparémoslo con los de los
arquitectos de esta pesadilla; sin dejar
por cierto de reconocer que antes de ellos existe una larga lista de otros
traidores políticos y militares, que produjeron en su momento daños
irrecuperables.
Raúl
Alfonsín quien llegó al poder recitando el Preámbulo, fue
permeable a directivas del exterior para destruir las FF.AA.; permitió por
razones de falsa política un ataque artero y sangriento contra una unidad
militar y debió entregar el poder antes del fin de su mandato en medio de un
absoluto desorden político, económico y social.
Carlos
Menen; pintoresco desarrollador de la corrupción como
sistema de gobierno, ejemplo de nada, farandulero y superficial, dilapidó al
mejor postor por debajo de la mesa los bienes tradicionales y hasta la soberanía
del Estado.
Fernando
De la Rúa; quien prometió ser el maestro, el médico, el
ejemplo de honestidad y eficiencia y al final convivió con corruptos, inclusive
ubicados en su propia familia, no encontró soluciones a casi nada y utilizó el helicóptero
como última manifestación trágica de poder abandonado por cobardía.
Eduardo
Duhalde; vendedor por treinta dineros del futuro de la
Patria a un personaje siniestro, sin moral, ideas ni propósitos constructivos.
Los Kichner (él y ella), arquitectos de una corrupción desde el poder, inédita en la historia del mundo, quienes completando "la obra" de sus antecesores descalabraron al país y lo hundieron en una crisis extrema.
Constantemente como
nos ocurre a todos, leo los conceptos valiosos de distinguidos pensadores,
algunos de ellos apreciados amigos que detallan nuestras penurias y desaciertos
y alertan sobre un futuro imprevisible y hasta proponen diversas medidas para
salir de esta involución suicida.
Mi humilde opinión es
que nada hemos de lograr con medidas parciales aunque creativas y
esperanzadoras.
Nuestra grave
enfermedad ha llegado al hueso y el paciente se nos muere. Es necesario operar
cuanto antes y en profundidad.
Hay que renovar desde
la misma base. Hay que restituir cuanto antes los valores perdidos y los
fundamentos de nuestra nacionalidad. No hay demasiado tiempo para alternativas
de circunstancia.
Y
el nombre de nuestro cáncer es la mafiocracia.
Si no destruimos
cuanto antes esta traidora forma de gobernarnos y administrar los recursos públicos
y edificamos una verdadera y virtuosa democracia, nos encaminamos a una lucha
tribal total en la cual todos no habremos de transformar en bárbaros sin
retorno.
Más aun si por el
momento nos seguimos conformando con que algo cambie para que nada cambie, los buitres que nos acechan, aquí y
afuera, seguirán gozando de su festín,
hasta que no exista nada para engullir.
Que DIOS nos ayude.
Por lo menos, así, lo
veo yo.
Francisco
Cervo
NOTA:
Las imágenes, referencias y destacados no corresponden a la nota original.
[1] Fue la campaña militar
realizada por la República Argentina entre 1878 y 1885, por la que se conquistó
grandes extensiones de territorio que se encontraban en poder de pueblos
mapuche, pampa, ranquel y tehuelche. Se incorporó al control efectivo de la
República Argentina una amplia zona de la región pampeana y de la Patagonia que
hasta ese momento estaba dominada por los pueblos indígenas. Éstos, sometidos, sufrieron
la aculturación, la pérdida de sus tierras y su identidad al ser deportados por
la fuerza a reservas indias, museos o trasladados.
Los hechos son actualmente objeto de debate y
visiones diferentes, tanto dentro como fuera de ese país. La posición oficial y
tradicional argentina sostiene que se trató de una gesta militar y una guerra
legítima respecto de la efectiva soberanía de la República Argentina sobre
territorios heredados del Imperio español y que respondió a las matanzas y
robos perpetuados por los malones indígenas sobre la frontera.
[2] Entre 1871 y 1915, la
Argentina recibió casi 5.000.000 de inmigrantes europeos, originarios de
pueblos y culturas diversas. Los principales pueblos o grupos étnicos que
llegaron a nuestro país fueron italianos, españoles, franceses,
sirios-libaneses, ingleses, alemanes, armenios, rusos, polacos, suizos y
galeses.
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