Hay formas de
discriminación que jamás serán tenidas en cuentas por los aparatchik del INADI;
estas se filtran entre los resquicios de la abundante legislación
pretendidamente igualitaria y cruzan, rozagantes, entre las vallas que el
elemental respeto a los derechos humanos opone a la violencia contra grupos
vulnerables o diferentes, políticamente maltratados por la bobería colectiva.
Actos discriminatorios que son untados con una básica y abundante mermelada: la
mezcla de complejos de inferioridad, resentimientos y el deleite de purgarlos a
como dé lugar.
El odio a la derecha
política, por ejemplo, es una forma de discriminación sancionada culturalmente;
esto ha hecho que el ciudadano de derechas -y peor aún si es católico y defiende
a las Fuerzas Armadas- es el único ser humano al que se puede menospreciar a
priori sin sentir que se comete una acto de discriminación política. Es la
única minoría en la Argentina a la que es posible aborrecer sin temor de
ofender a la razón filosófica y social que consagra la igualdad entre los
ciudadanos de la república. Si los argentinos de derechas fueran todos negros o
judíos, los popes de la “corrección
política” que manejan el INADI y todas las secretarías de DD.HH.,
nacionales, provinciales, municipales et alts, tendrían un grave problema con
la palabra racismo.
Han conseguido, con
esto, no solo descalificarnos por ser de derechas, por ser católicos, por creer
que las Fuerzas Armadas son una institución de tanto peso como cualquier otra
institución republicana sino que han tenido éxito en que se considere cualquier
idea que enarbolemos como un símbolo de senectud. No importa que la ciencia
haya demostrado que la vida empieza en la concepción, para aquellos que han
hecho del “progresismo” su credo sin
tener idea de que el progreso sin civilización es nada, cualquier idea que se
oponga al aborto es una rémora de la edad media.
La corrección política: un animal grotesco, pero feroz. Ilustración de Miguel Ángel Camprubí |
Este guiso podrido
elaborado por los proxenetas de los derechos humanos con el tácito acuerdo de
las meretrices de la “corrección
política”, han llevado a la República a la altura de la República
Sudafricana donde la farsa de la “discriminación
positiva” es ley, ley que hace que en cualquier trabajo, aún en aquellos
donde es necesaria una experiencia probada, un negro sin capacitación siempre
estará sobre un blanco, aunque muestre un curriculum impecable. En Argentina, a
un ciudadano de derecha candidato a algún cargo -sea en la Corte Suprema, en
las Universidades o para cualquier cargo político- le revisarán hasta su ADN en
busca de alguna desviación que haga posible su exclusión.
La simpleza, la
ignorancia o la conveniencia económica, han hecho que “pensadores”, políticos y periodistas -los proxenetas y meretrices
del párrafo anterior- no puedan pronunciar la palabra derecha sin agregarle la
palabra “extrema”. Es más fácil
adherir a la compostura “progre” que,
en una muestra de generalizada ignorancia, establece que todo hombre de derecha
es un nazi, que tomarse el trabajo de razonar.
El Recadito, Juan
José Paso (zona rural), 05/10/2018
José
Luis Milia
NOTA:
Las imágenes no corresponden a la nota original.
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