3 de noviembre de
2018
Es probable que solo
la presencia de Cristina Fernández en las elecciones de 2019 sea lo único que
posibilite la reelección de Mauricio Macri; mientras tanto, la experiencia de
estos tres años de presidencia le permitirán a él, a su “dador de sangre intelectual”, Durán Barba o al “pibe de oro” del Pro, Marcos Peña a
escribir un manual sobre como dilapidar
un capital eleccionario a causa de la cobardía, la estupidez “progre” y la
soberbia de creer que aquellos que los votamos somos clientes cautivos de las
mentiras que nos contaron para ganar una elección, y que el miedo a
ladrones peronistas como Cristina; a irresponsables, pero también ladrones,
peronistas como Massa, o a babosos oscilantes, pero también ladrones, como
Pichetto nos mantendrían para siempre en su corral.
Solo hay otro ejemplo
tan patético, en esta época, de desperdicio personal y también es argentino: el
Papa Bergoglio. De una imagen positiva del 85% en el año de su asunción al
pontificado a un módico 40 %, hoy. Pero este es otro cantar que solo nos
conmueve, y no mucho, a los que somos católicos; en 2.000 años hemos aprendido
a perdurar con pésimos Papas, bien podremos sobrevivir a uno medianamente malo.
A
partir de esto podemos decir que el panorama que se abre a la república es
malo. Podemos tener miedo, y yo lo tengo, a una vuelta
del peronismo en cualquiera de sus variantes, pero llega un momento en que no
se puede esconder la conciencia, pedirle que calle y no moleste porque esa
posible vuelta del peronismo es peor. Pero cabe preguntarse, ¿peor qué, qué?
No
entremos a hacer leña del árbol caído de la economía aunque sobre tela para
cortar. De seguir así, nunca sabremos si esta debacle
tuvo como causa la feroz rapiña perpetrada por Cristina y sus secuaces o si la
presencia de los ineptos que componían el “mejor
equipo de la Argentina” ayudó a perpetrar esta hecatombe.
Pero hay cosa que son
peores que el descalabro económico; al fin y al cabo quince años después de ser
reducida a escombros, Alemania era una economía pujante. Hay algo que es mucho más execrable, mucho más vil y es el fraude moral
al que Macri nos sometió y ese es, al menos para mí, el límite que no estoy
dispuesto a cruzar.
Podríamos hacer una
enumeración de las trampas y mentiras del actual presidente empezando con aquel
recordado: “Se va a acabar el curro de los derechos humanos”, pero no hace
falta ni siquiera hacer nuevos comentarios, las farsas judiciales siguen, los viejos combatientes, presos por haber
combatido al terrorismo, siguen muriendo en las mazmorras heredadas de los
Kirchner, y se espera un festival de
las flores cuando empiece el G-20 y Macri, Garavano y Avruj inviten a los
presidentes a tirar flores al río en memoria de la “juventud maravillosa”.
Consecuente con sus
engaños, Macri -que en Tucumán se había declarado pro – vida- habilitó la
discusión del aborto, pero, como el fin último que su gobierno tenía, la
legalización de un crimen, fue frustrada por el senado salieron a la carga con
la idea de, enmascarada en una presunta “educación sexual”, infiltrar en la
escuelas las teorías LGBT de manera tal de corromper con éxito las mentes de
los menores. De eso los porteños sabemos y mucho, el jefe de la ciudad gasta
nuestros impuestos pintando arcos iris y promocionando festivales por la “diversidad”, mientras chicos y chicas
piden limosna o se venden por una cerveza en las puertas de los supermercados.
Además, y como burla
final, el ejecutivo, mediante el ANMAT que depende del ministro Rubinstein
autorizó la venta -con receta, eso sí- de misoprostol el abortivo hogareño que
hoy se promociona hasta por Mercado Libre; es decir que no solo se burla de nosotros sino también de los senadores que se
negaron a la legalización del aborto.
En verdad, nada ha cambiado en la República, todo el
estiércol político que inunda las instituciones lleva tatuado en el cerebro la
palabra “progres”, donde la única
diferencia se da en que unos, los ladrones anteriores con pretensiones de “zurdos” son resentidos de alma y los
otros son tilingos que necesitan mostrar que son “progres” aunque hayan nacido en Recoleta.
José
Luis Milia
NOTA: Las imágenes,
referencias y destacados no corresponden a la nota original.
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