"No
es tanto el contenido de la historia, sino la huella que ha dejado durante
generaciones sobre lo emocional" - Anne
Schützenberger
04 de junio de 2019
Por Santiago Mario Sinopoli
*
Los conflictos
armados, sean estos guerras clásicas, no convencionales, híbridas,
internacionales o internas, dejan inevitablemente en sus actores o partes
contendientes, poblaciones involucradas, y descendencias en general, secuelas
físicas y psíquicas, unas veces visibles y otras ocultas.
Estos traumas, cuando
afectan la psiquis tienen la especial característica de acumularse -reprimirse-
y trasmitirse transgeneracionalmente, de modo que afectan también a
generaciones posteriores de los grupos involucrados en la contienda bélica.
En lugar de la
comprensión social y de considerar la necesidad de recuperar desde lo psíquico
al personal militar empeñado en las operaciones de la guerra interna (stasis
para los griegos), y sin perjuicio del juzgamiento de los excesos cometidos en
la contienda, el mundo castrense se vio sometido desde 1983 (en virtud del
juicio sumario dispuesto por el presidente Raúl Alfonsín mediante Decreto Nº
153/83) al día del hoy, es decir a través de treinta y cinco años a interminables
juicios penales por delitos que fueron calificados de "lesa humanidad", que junto a un permanente repudio
social del sector castrense, se convirtieron en una suerte de reiteración del
trauma que, sin dejar elaborar las viejas heridas de guerra, las abrieron más
aún, con secuelas psíquicas que han impactado e impactan negativamente en
quienes combatieron, en sus grupos parentales, en las generaciones familiares
posteriores y en la actual organización militar, sin importar para ello que sus
componentes actuales no hayan tenido participación en la guerra antisubversiva.
La sociedad
argentina, en virtud de políticas montadas a tal efecto, sólo pudo ver los
efectos del trauma producido en la trágica guerra interna de los setenta en las
personas que fueron combatidas por las fuerzas públicas, en sus familiares y en
sus llamados compañeros de militancia, todos devenidos hoy en el papel de
víctimas.
Resultaba fácil
recurso recurrir a la figura del chivo expiatorio y cargar todo el mal en los
militares, de modo tal que la sociedad y sus principales actores políticos
resultaran exentos de asumir las respectivas responsabilidades que le incumbían
en lo moral, político y jurídico, en el marco excepcional de la guerra
revolucionaria desatada en aquellos tiempos, e iniciada por grupos terroristas
que tenían por objetivo derrocar el sistema democrático imperante.
MÁS
ALLÁ DEL GOLPE
La guerra interna
siguió más allá del golpe militar de 1976. El enemigo determinado por Perón y
el Partido Justicialista todo, principalmente las organizaciones terroristas
ERP y Montoneros, continuó siendo el oponente durante el gobierno de facto. La
normativa de empeñamiento casi no tuvo variaciones. También se confirmó el
concepto de guerra revolucionaria originado en los sesenta en el fallo
condenatorio a las Juntas Militares por parte la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Criminal y Correccional Federal en 1985.
Además de los
copamientos, o intentos de ellos, que dejamos mencionados, se considera que
entre 1973 y diciembre de 1983 hubo 7.010 personas desaparecidas y 1.571 fueron
asesinadas con motivo de la guerra antisubversiva. Decenas de militares e
integrantes de las fuerzas de seguridad fueron heridos y muertos, pero también
hubo víctimas del terrorismo entre no combatientes que hoy permanecen olvidadas
por el Estado Argentino (Se calcula que las acciones subversivas produjeron
1.094 asesinatos a civiles, dejaron 2.368 civiles o no combatientes heridos, se
afectaron con su accionar 17.382 civiles, más sus familiares y fueron
secuestradas 758 personas).
Esta guerra
revolucionaria o partisana involucró a miles de militares e integrantes de
fuerzas de seguridad ¿Cuántos efectivos quedaron con traumas psíquicos, y que
atención tuvieron desde la sanidad militar?
LOS
DOS DEMONIOS
Pero, ¿cuál fue o es
la magnitud de este tipo de trauma de guerra?, ya que nadie se ha propuesto
estudiar científicamente el tema. Con la famosa política de no admitir la
teoría de los dos demonios en nuestro país, se borró la existencia de una
guerra revolucionaria y con ello se obliga a negar la existencia de
combatientes de ambos bandos, de modo que solo hubo represores y víctimas. Así
las cosas, los agentes del Estado que participaron en la guerra intestina no
pueden haber sufrido TEPT alguno.
Y si no hay estudios
científicos sobre los traumas producidos por esa guerra revolucionaria a nivel
individual, menos se podría hablar del TH en el grupo militar -incluyo fuerzas
de seguridad-.
No obstante propongo
la siguiente hipótesis de trabajo. Dicen los autores del estudio consultado que
el TH se caracteriza porque lo sufre: "la
mayoría de los integrantes del grupo o comunidad". En el caso de las
Fuerzas armadas, sin duda todos sus componentes -y sus familiares- si bien con
distinta intensidad, sufrieron los efectos de la guerra antisubversiva, efectos
que no solo datan de los tiempos del propio conflicto bélico, que también tenía
a sus familiares como objetivo militar -recordar la muerte de la hija del
Capitán Viola entre tantos otros- sino que también provienen del maltrato
social al grupo militar y sus allegados, en lo que sería el tiempo de posguerra
(1983 en adelante, casi diría hasta la actualidad).
Michel Foucault,
invirtiendo la famosa definición de guerra de Clausewitz, sostuvo que la
política es la continuación de la guerra por otros medios -frase que algunos
atribuyen a Lenin-. Esto cobró vigencia en la Argentina con motivo del
juzgamiento de los excesos cometidos por militares en la guerra antiterrorista.
En su momento, el
Presidente Raúl Alfonsín expresó respecto a la responsabilidad de los militares
que una cosa era "quien
mandaba" y otra quien "obedecía
órdenes" , pero se terminó juzgando a la institución militar toda por
crímenes de lesa humanidad, esto complementado con un vaciamiento de las
fuerzas armadas en cuanto a personal y equipamiento, como así también por una
persecución a los militares sometidos a procesos judiciales manifestada en
escraches a sus domicilios, la negativa a permitirles cursar carreras en la
Universidad de Buenos Aires, llegándose a impedir el ascenso en la carrera
militar de los hijos de procesados, como si la continuidad de la sangre
trasmitiera culpa penal, situación recientemente revertida al advertirse la
enormidad que significó esa arbitrariedad
EL
CASO FORMOSA
Otro ejemplo de la
continuación de la guerra mediante la política al grupo militar, con la
habilitación de una sociedad que los puso el lugar de los únicos culpables del
mal, se puede ver en el trato dado a los militares muertos por el ataque del
grupo guerrillero Montoneros al Cuartel de Formosa en octubre de 1975. Hoy el
Estado, que es en definitiva la sociedad argentina política y jurídicamente
organizada, ha indemnizado a los herederos de los terroristas que ejecutaron la
toma del lugar militar, y le ha negado una justa reparación a su Agentes de las
Fuerzas Públicas que fueron cobardemente asesinados en ese evento (Un oficial,
diez soldados y un suboficial de la Policía Provincial).
En síntesis, no hay
duda el TH resultante de la guerra revolucionaria es sufrido por todo el grupo
militar, incluidas sus familias, y las causas del trauma no quedaron anidadas
en la época del conflicto bélico, sino que persisten hoy cuando el grupo familiar
sigue siendo asediado políticamente y judicialmente por quienes fueron
guerrilleros en la guerra revolucionaria, sus descendientes y las nuevas
generaciones de las izquierdas que comulgan con las ideas que en su momento se
intentaron entronizar en el país por medio de la violencia armada.
En la Argentina por
los medios de comunicación se ha generado una subjetividad en cuya virtud la
figura del militar de antes y de ahora está asociada a represión ilegal, lesa
humanidad, genocidio, sin importar que se trata de alguien que presta el
servicio público constitucional militar.
EL
ESTALLIDO
Así las cosas, la
persecución al militar no se limita al individuo en sí, sino que el órgano
castrense que le da vida, instituido por el artículo 21 de la Constitución Nacional,
es vaciado desde lo presupuestario, lo salarial y lo formativo. Lo sucedido en
2017 con el hundimiento y desaparición del submarino ARA San Juan es la muestra
más triste y elocuente del estallido de las fuerzas armadas argentinas,
producto de la acción perpetuada en forma permanente contra el grupo social
militar, acción esta que, a no dudarlo, es causante de un TH cuyas
consecuencias no se han visibilizado por ahora.
Es factible que el TH
haya generado una desconfianza del grupo militar hacía el resto de la sociedad
que lo pone habitualmente en el lugar del mal, y que se haya producido una
ruptura del tejido social que uniría al mundo militar con el civil -como dirían
los griegos la ciudad está dividida- Situación que lleva a plantearnos una peligrosa
incógnita: ¿En qué medida la obediencia debida que debe imperar en el grupo
militar tendría solidez y confiabilidad si por alguna eventual emergencia se
los convocase a actuar con el ejercicio de las armas?[1]
* Compilador de "La Nación Dividida, Argentina después
de la violencia de los setenta", Editorial Lilium, 2019. 283 páginas.
El libro ya puede conseguirse en Internet.
NOTA:
La referencia (1) no corresponde a la nota original.
[1]
Ningún Comandante en Jefe del PRN fue juzgado y/o sentenciado en el
históricamente Juicios a las Juntas
Militares por delitos de lesa humanidad y/o genocidio, hoy se da la
paradoja que quienes cumplieron órdenes (acción castrense propia del estado militar) eran los de menor
jerarquía, capacidad de decisión y se encuentran detenidos y/o sentenciados por
esos delitos; los cuales ni siquiera estaban contemplados en el Código de
Justicia Militar durante los años de la guerra revolucionaria.
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