09 de agosto de 2019
Me siento en la
obligación, no exenta de una profunda tristeza, de escribir lo que sigue; pero,
a fuer de sincero, no puedo guardarlo solo para mí, dado lo que se juega como
futuro de la República.
Creo, al hacer un
repaso de mi vida, que me sobran defectos, y que las pocas virtudes que tengo
no equilibran el fiel de la balanza. Si de esas pocas virtudes tuviera que
vivir solo con una, elegiría el coraje, porque es la que me ha permitido
pararme frente a un espejo sin sonrojarme y porque es lo que siempre me ha dado
una medida de mi carácter, ya que gracias a él siempre pude vencer al miedo, en
especial cuando recibía insultos y amenazas, por escribir cosas políticamente
incorrectas. Soy un ser humano común y corriente, y el miedo, aunque he podido
vencerlo siempre que se me plantó delante, me ha acompañado siempre.
Hoy debo reconocer
con tristeza y frente a la actual situación de la nación que además de tener
miedo de lo que pueda suceder, no tiene sentido ejercitar la bravura de decir “seguiré mis principios aunque todo se vaya
a la mierda” sin importarme que esa marea de heces nos tape. Estoy en una
etapa en que más me interesa el país en el que puedan vivir con tranquilidad
mis hijos y mis nietos que aquel que yo he soñado desde chico.
Escribo esto porque sé
que hay personas -pocas, espero- que se han hecho muchas veces eco de mis
palabras. Lamentablemente, una vez más los argentinos estamos obligados a
elegir nuestro futuro de aquello que podemos extraer de un tarro de basura.
Sigo pensando que quienes componen la pandilla de “Juntos por el Cambio” es una bazofia chabacana y mentirosa, pero
tengo la convicción que, si tuviéramos un instrumento que pudiera medir la
intensidad de la mierda moral que tienen en el alma y en el cerebro los
Fernández y sus seguidores, podríamos considerar a los primeros como unos
simples ganapanes de la política.
A los hechos me
remito, o solo a un par de ellos que han sido llevados a cabo en los últimos
días por elementos que responden a la horda que durante doce años saqueó el
país. Si sin siquiera estar en el gobierno un juez, mafioso y prevaricador,
puede procesar a Daniel Santoro -periodista con el que nada me une pero del que
nada me permite dudar de su honestidad- por "coacción
y extorsión en grado de tentativa" cuando solo cumplía con su deber de
informar; cuando una maestra utiliza a sus alumnos para adoctrinarlos
políticamente es ahí cuando podemos tener una dimensión de lo que nos espera, vemos que el Juntos por el Cambiosigue vigente.
Hoy tengo la
seguridad -frente a estas elecciones- de que en el futuro a “Cambiemos”, “Juntos por el Cambio” o como sea que se autodenominen, si se hacen
con el gobierno, los podremos obligar a que no mientan más, o a que de una vez
por todas dejen de ser “progres”
estúpidos -en esta materia ya se han recibido con honores- o a sacarlos,
simplemente; pero tengo también el
absoluto convencimiento que a los otros, a la siniestra murga de los Fernández,
no habrá nada ni nadie que los pueda sacar si se hacen con el poder, y sé que
solo dolor y lágrimas traerán a los argentinos.
Escribo esto porque
desde hace un tiempo no hay día que no vuelva a mi memoria el magnífico poema
de John Donne: “For Whom the Bell Tolls”,
en especial el verso que dice: “…y por tanto, nunca preguntes por quién
doblan las campanas, porque están doblando por ti”.
Hace
tiempo que me ha dejado de preocupar que las campanas doblen por mí, lo que no
estoy dispuesto a aceptar que doblen por mis hijos y por mis nietos.
Jose
Luis Milia
Non nobis, Domine, non
nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
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