sábado, 4 de abril de 2020

EL SENTIMIENTO QUE LOS INGLESES Y LOS POLÍTICOS ARGENTINOS QUIEREN HACER DESAPARECER


2 de abril de 1982.

La plaza de Mayo el 2 de abril de 1982

Desde hace treinta y ocho años escuchamos a los bufones de la política argentina pontificar sobre el 2 de abril. Hábiles en el “chamuyo”, siempre empiezan su perorata preguntándose como el mismo pueblo, que fue apaleado en plaza de Mayo el 30 de marzo, el 2 de abril de 1982 estaba todo unido celebrando la recuperación de Malvinas.

Esa reiterada manera de comenzar la explicación de algo que no es necesario explicar, los pone en evidencia. Mangantes de favores indecorosos demuestran que nunca han comprendido al pueblo argentino y, como jamás hubo en ellos un algo de grandeza, han coincidido en que para poder usarlo, lo mejor es  prostituirlo mediante subsidios, canonjías y cuentas de colores.

Para ellos -los políticos argentinos de cualquier pelaje, los mismos que han transitado de agachada en agachada los últimos treinta y ocho años- es mejor tener un pueblo eunuco y desmoralizado, porque ese pueblo, el del 2 de abril de 1982, les da miedo.


El miedo a que ese día se repita mueve por igual a la diplomacia inglesa y a los políticos argentinos. A los primeros porque nunca, en su arrogancia, creyeron que el pueblo argentino se movería por una causa digna; porque contra todo lo que sus servicios de inteligencia les contaban, pese al apoyo de la OTAN y de USA se encontraron con combatientes que suplieron con coraje las deficiencias técnicas y que les hicieron dudar de conseguir la victoria fácil que tan bien les habían vendido y porque hoy saben, después de lo sucedido, que un 2 de abril siempre puede repetirse, y tener que volver a esconder las bajas verdaderas que tuvieron detrás del cuento de “secreto de estado” sería demasiado.


El miedo de los segundos es más vil; supieron, el 2 de abril de 1982 que el pueblo argentino que a ellos les conviene -egoísta, timorato y ventajero- cambia cuando descubre una idea de grandeza y, mal que les pese, Malvinas es la única idea que a los argentinos nos hace pensar en grande; cuando una cosa así sucede, aquellos que se dicen dirigentes deben obrar en consecuencia, so pena de ser aplastados por la ira de sus dirigidos. Como nuestros políticos son naturalmente cobardes y se sienten mejor pensando en canonjías y ventajas, que una situación de este tipo pueda repetirse, no les conviene y por eso, acuciados por su pusilanimidad, optaron por ponerse a las órdenes -nunca recibidas pero si deseadas- del inglés.


No es un dato menor que desde 1983 los esfuerzos de los gobiernos argentinos han estado dirigidos hacia el desarme y descrédito de nuestras Fuerzas Armadas; a pergeñar una política educativa de desmalvinización haciendo hincapié en la fábula de los “chicos de la guerra” muertos de hambre y abandonados por sus oficiales y suboficiales; a diseñar una pasiva política exterior que no hiciera cosquillas a la ocupación británica del Atlántico Sur, con reclamos tibios acompañado de declaraciones pomposas para terminar en la firma de un infamante tratado en 1990 que no fue otra cosa que una rendición incondicional, a la que muchos, con razón, llaman el Versalles Argentino.

“Acto demencial…”, “carro atmosférico de la historia argentina…”, “triste y traumática mancha en la historia de nuestras relaciones con Gran Bretaña…”, “otro crimen de la dictadura…”, palabras como estas, para definir la Gesta de Malvinas, nos hemos aburrido de escucharles a Alfonsín, a Menem y a Kirchner, solo por nombrar a algunos jefes de las murgas “democráticas”. Tampoco nos fue mejor con los que iban a cambiar a la Argentina, el ex presidente llegó a decir: “Nunca entendí los temas de soberanía..."

La guerra, para todos los argentinos de bien, no ha terminado, solo ha sido una batalla. La guerra solo terminará si decidiéramos hacer nuestra la manera de pensar de los políticos autodenominados “argentinos”, y para que eso suceda es que el sentimiento que el inglés quiere hacer desaparecer, con el concurso infame de nuestros políticos, es el sentimiento del pueblo del 2 de abril de 1982.

José Luis Milia

Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.

NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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