2
de abril de 1982.
La plaza de Mayo el 2 de abril de 1982 |
Desde hace treinta y ocho años
escuchamos a los bufones de la política argentina pontificar sobre el 2 de
abril.
Hábiles en el “chamuyo”, siempre
empiezan su perorata preguntándose como el mismo pueblo, que fue apaleado en
plaza de Mayo el 30 de marzo, el 2 de abril de 1982 estaba todo unido
celebrando la recuperación de Malvinas.
Esa
reiterada manera de comenzar la explicación de algo que no es necesario
explicar, los pone en evidencia. Mangantes
de favores indecorosos demuestran que nunca han comprendido al pueblo argentino
y, como jamás hubo en ellos un algo de grandeza, han coincidido en que para
poder usarlo, lo mejor es prostituirlo
mediante subsidios, canonjías y cuentas de colores.
Para
ellos -los políticos argentinos de cualquier pelaje, los mismos que han
transitado de agachada en agachada los últimos treinta y ocho años- es mejor tener
un pueblo eunuco y desmoralizado, porque ese
pueblo, el del 2 de abril de 1982, les da miedo.
El miedo a que ese día se repita mueve
por igual a la diplomacia inglesa y a los políticos argentinos. A
los primeros porque nunca, en su arrogancia, creyeron que el pueblo argentino
se movería por una causa digna; porque contra
todo lo que sus servicios de inteligencia les contaban, pese al apoyo de la
OTAN y de USA se encontraron con combatientes que suplieron con coraje las
deficiencias técnicas y que les hicieron dudar de conseguir la victoria fácil
que tan bien les habían vendido y porque hoy saben, después de lo sucedido, que
un 2 de abril siempre puede repetirse, y tener que volver a esconder las bajas
verdaderas que tuvieron detrás del cuento de “secreto de estado” sería demasiado.
El miedo de los segundos es más vil;
supieron, el 2 de abril de 1982 que el pueblo argentino que a ellos les
conviene -egoísta, timorato y ventajero- cambia cuando descubre una idea de
grandeza y, mal que les pese, Malvinas es
la única idea que a los argentinos nos hace pensar en grande; cuando una
cosa así sucede, aquellos que se dicen dirigentes deben obrar en consecuencia,
so pena de ser aplastados por la ira de sus dirigidos. Como nuestros políticos son naturalmente cobardes y se sienten mejor
pensando en canonjías y ventajas, que una situación de este tipo pueda
repetirse, no les conviene y por eso, acuciados por su pusilanimidad,
optaron por ponerse a las órdenes -nunca recibidas pero si deseadas- del
inglés.
No
es un dato menor que desde 1983 los
esfuerzos de los gobiernos argentinos han estado dirigidos hacia el desarme y
descrédito de nuestras Fuerzas Armadas; a pergeñar una política educativa
de desmalvinización haciendo hincapié en la fábula de los “chicos de la guerra”
muertos de hambre y abandonados por sus oficiales y suboficiales; a diseñar una
pasiva política exterior que no hiciera cosquillas a la ocupación británica del
Atlántico Sur, con reclamos tibios acompañado de declaraciones pomposas para
terminar en la firma de un infamante tratado en 1990 que no fue otra cosa que
una rendición incondicional, a la que muchos, con razón, llaman el Versalles
Argentino.
“Acto demencial…”, “carro atmosférico de la historia
argentina…”, “triste y traumática
mancha en la historia de nuestras relaciones con Gran Bretaña…”, “otro crimen de la dictadura…”, palabras
como estas, para definir la Gesta de Malvinas, nos hemos aburrido de
escucharles a Alfonsín, a Menem y a Kirchner, solo por nombrar a algunos jefes
de las murgas “democráticas”. Tampoco
nos fue mejor con los que iban a cambiar a la Argentina, el ex presidente llegó
a decir: “Nunca entendí los temas de
soberanía..."
La
guerra, para todos los argentinos de bien, no ha terminado, solo ha sido una
batalla. La guerra solo terminará si decidiéramos hacer nuestra la manera de
pensar de los políticos autodenominados “argentinos”,
y para que eso suceda es que el sentimiento que el inglés quiere hacer
desaparecer, con el concurso infame de nuestros políticos, es el sentimiento
del pueblo del 2 de abril de 1982.
José Luis Milia
Non nobis, Domine, non nobis. Sed
Nomini tuo da gloriam.
NOTA: Las imágenes
y destacados no corresponden a la nota original.
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