El reconocimiento del Presidente y su Vice al grupo armado durante el acto en la ex ESMA parece indicar que comparten algunos ideales contrapuestos al pensamiento republicano autor
Lita
Boitano, referente de los organismos de derechos
humanos, tuvo razón cuando, en el lugar donde torturaron y probablemente
asesinaron a sus dos hijos, dijo que “todos los que pasaron por este
campo horroroso, que lo tuvo la Marina, eran peronistas y montoneros”.
Muy contenta, con risas cómplices hacia la platea, la vicepresidenta Cristina Kirchner, inauguró el coro de aplausos de
funcionarios y dirigentes oficialistas; también aplaudió el presidente Alberto
Fernández, aunque más contenido. Boitano hizo la V de la victoria con la
mano izquierda y agradeció a los Fernández por haberla “dejado decir estas dos palabras”.
Es una escena extraordinaria; la miro una y otra vez y no puedo creerla: la espontaneidad de la titular de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas arrasa con el relato que tan prolijamente construyó a las víctimas de la dictadura como un rebaño de jóvenes idealistas que militaba en favor de la democracia y de los derechos humanos. Salvo que se piense que Montoneros no era un grupo guerrillero, que hasta tenía un Código de Justicia Militar -muy estricto: penaba las infidelidades de pareja-, sino una Organización No Gubernamental.
Los aplausos de Cristina, Alberto y los
funcionarios son, sí, preocupantes. Claro, uno podría pensar que, en realidad, no están de acuerdo con la
lucha armada de los montoneros sino que rescatan sus ideales de igualdad social
y liberación popular, tanto de las oligarquías locales como del
imperialismo estadounidense. Pero, como señalo en mi libro Los 70, la década que siempre vuelve, los ideales no pueden disimular
ni justificar las matanzas. Por ejemplo, para no hablar de la Argentina, lo
que ocurrió en Camboya, con el socialismo agrario que impulsaba Pol Pot y
terminó con la eliminación de un cuarto de la población.
Cito al presidente Juan Perón del 22 de
enero de 1974: “Un crimen es un crimen
cualquiera sea el pensamiento o el sentimiento o la pasión que impulse al
criminal”.
Pero, además, ¿de qué ideales estamos hablando? Montoneros, como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y toda una constelación de grupos menores, despreciaba la democracia liberal, formal, burguesa, y propiciaba una democracia socialista, real, popular. ¿Cuándo iba a llegar ese paraíso? Después de que tomaran el gobierno e instauraran un periodo imprescindible en el cual el proletariado por ellos representado concentrara toda la violencia institucional del Estado para destruir a la burguesía e instaurar una sociedad sin clases, el comunismo. Ese periodo tenía un nombre: dictadura del proletariado. Lo que pasó en otros países es que la Revolución se empantanó en ese momento, que duró muchos años. Por ejemplo, en la Unión Soviética, Albania, Alemania Oriental, Yugoslavia y -más cerca y actual- Cuba. Para eso, se lanzaron a la lucha armada; a morir, pero también a matar.
Lita Boitano, Alberto Fernández y Cristina Kirchner en la ex ESMA |
Y aquí me parece que está la clave: Cristina, como líder de toda una fracción de -digamos- izquierda peronista expresada en La Cámpora y en liderazgos como el de Juan Grabois, parece compartir algunos de estos ideales no demasiado alineados con un pensamiento republicano. Por ejemplo, en su última carta, el desprecio a la Corte Suprema de Justicia porque sus integrantes no surgen de una votación popular. Ya lo vimos con otros liderazgos similares, como el del venezolano Hugo Chávez, que edificó un régimen autoritario o dictatorial a base de plebiscitos. Y ni siquiera es un sistema eficaz desde el punto de vista económico y social sino que ha llevado a Venezuela a la ruina.
Treinta y siete años después del retorno a la democracia, los argentinos merecemos que comencemos a decirnos las cosas como fueron. Lo merecemos no solo por el tiempo transcurrido sino también porque, en realidad, la democracia que hoy tenemos no es la obra, claramente, de los militares, pero tampoco de Montoneros ni del Ejército Revolucionario del Pueblo ni de ningún otro grupo guerrillero. Tampoco del peronismo: ¿hay que recordar que el candidato justicialista a la presidencia en 1983, que fue apoyado por los Kirchner en el sur, era partidario de respetar la ley de autoamnistía que se había dictado la dictadura? ¿Alguien no se enteró todavía que los decretos del presidente Raúl Alfonsín que crearon la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y enviaron a inéditos juicios a jefes militares y guerrilleros no fueron respaldados por el peronismo?
Los 70, de Ceferino Reato |
Las cosas por su nombre: los militares practicaron en forma sistemática un plan de represión ilegal que ellos denominaban Disposición Final y consistía en cuatro etapas “horrorosas”, como dijo Boitano: detención o secuestro; cautiverio y torturas; asesinato, y desaparición del cuerpo. La ESMA fue el centro de cautiverio, torturas y exterminio de la Marina, que se concentró en los montoneros de la Columna Norte, formada por quienes militaban y operaban en la zona norte del Gran Buenos Aires.
Montoneros
no eran una ONG. Lo cual no justifica -para nada-
el trato inhumano que recibieron. Aun una persona que secuestró, mató o puso bombas merece un juicio, y el Estado debe dárselo; está obligado a
hacerlo porque su deber es defender la seguridad y la vida de todos los
ciudadanos. Por eso, las violaciones a los derechos humanos
cometidas desde el Estado no son equiparables a las que cometieron los grupos
guerrilleros. Son mucho más graves.
Claro que eso no quiere decir que debamos negar o disimular los crímenes de los
guerrilleros. Y menos, que no debamos escuchar ni sensibilizarnos frente a
sus víctimas.
De los años 70 hemos aprendido
dos cosas importantes: que la democracia es valiosa y que la violencia política
no nos lleva a ningún lado bueno. No es poco para
empezar a construir un futuro mejor y para todos, pero sería útil que empecemos
de una vez.
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