por Enrique Guillermo Avogadro
La historia cuenta que unos germanos que,
traicionando a los suyos, habían permitido un gran triunfo a las legiones en
las Galias pretendieron reclamar su premio; el Tribuno los mandó matar
explicando: "Roma no paga
traidores". Más de dos mil años después, la PresidenteVice sí lo hace
y, anteayer, se aprobó la renovación en su cargo de la Juez Silvia Mora, mujer
de Ricardo Recondo, quien tiene setenta y cinco años de edad y estaba obligada
constitucionalmente a renunciar. Como bien dijo el Senador Ernesto Martínez
(Córdoba-Frente Pro), aquí Cristina ha regalado a los cónyuges un bien
ganancial en pago del cambio de posición de aquél.
El H° Aguantadero pagó esos treinta
denarios al Juez Recondo, representante de sus pares en el Consejo de la
Magistratura, por la traición que cometió al desertar del bloque opositor y
votar, con el oficialismo, para devolver al Juez Eduardo Farah a la Sala II de
la Cámara Federal; éste había solicitado el traslado para evitar su juicio
político por haber liberado a Cristóbal López. Debemos recordar que, a fines de
2020, la Diputada Graciela Camaño, del bloque de Roberto Lavagna, también
cambió bruscamente de bando y habilitó que los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo
Bertuzzi y Germán Castelli, tan peligrosos para la PresidenteVice, fueran
puestos en cuestión; las malas lenguas dicen que la compensación económica por
esa voltereta lo recibió su marido, el sindicalista Luis Barrionuevo.
Peor aún, Recondo también votó para incluir
en la terna elevada al Ejecutivo los nombres de Alejo Ramos Padilla, el
militante Juez federal de Dolores que inventó un espionaje para intentar
voltear la causa de los "Cuadernos",
que desde anteayer ocupa el Juzgado Federal N° 1 de La Plata (con competencia
electoral en toda la Provincia de Buenos Aires) y de Roberto Boico, abogado de
Cristina Fernández, Amado Boudou y Oscar Parrilli, propuesto también como
integrante de la misma Sala II.
La Corte Suprema continúa guardando un
peligroso -para la sociedad- e injustificado silencio, ya que tiene a estudio
-desde hace cinco años- la sentencia de inconstitucionalidad de la reforma al
Consejo de la Magistratura que, a instancias de Cristina Fernández, implicó
darle al sector político el peso que hoy tiene, en desmedro de los estamentos
de los jueces y los abogados. Le bastaría con confirmar ese fallo para que nada
de lo que el kirchnerismo pretende en la Justicia pudiera concretarse.
Asombra al mundo que sea la propia acusada
de una monstruosa corrupción y de la traición a la Patria que significó transar
con un Estado terrorista que voló la Embajada de Israel y la DAIA y que busca
desesperadamente su impunidad y la de sus hijos, quien elige a los jueces que
deberán juzgarla y hasta permitirle eventualmente instrumentar las trampas
precisas para ganar las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, su bastión
político esencial.
Resulta más que razonable el apuro que
demuestra Cristina Fernández por avanzar sobre la Justicia que,
justificadamente, la persigue como delincuente multi-procesada. Su ideal sería
obtener, en las legislativas de este año, un caudal tal de votos que le
permitiera alcanzar en Diputados las bancas necesarias para tener quórum
propio, como lo tiene en el Senado; con ello, podría desplazar al Procurador
General, Eduardo Casal, designar como jefe de los fiscales a otro militante, y
soñar con intervenir la Corte, sea creando un nuevo tribunal intermedio, sea
ampliando el número de sus miembros para garantizar que la mayoría de los
jueces reciba con cariño las causas que tanto la comprometen cuando lleguen a
esa instancia.
Pero ese sueño está comprometido por la
enorme crisis económico-social que las medidas del Gobierno -la "cuareterna", el cepo al dólar
y la ideológica persecución al campo y al capital privado- han producido y cuya
reversión -si se lo quisiera- llevará un tiempo que no resulta acorde con los
tiempos electorales. El cada vez más extenso Conurbano está al borde de
estallar por el hambre y la desocupación, la creciente miseria, la inseguridad
cotidiana y la proliferación del narcotráfico, que tanto perjudica a los chicos
sin clases, y ya no hay a quién echarle la culpa; ese peligroso caldo queda aún
más picante cuando se le agrega el descontento de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires, el mismo que estalló a fines de 2020.
La mortal carencia de reservas está detrás
del cepo a las importaciones, que está llevando a la paralización de muchos
sectores que dependen de insumos extranjeros para producir y al
desabastecimiento que ya se nota en góndolas y comercios; puede también explicar las dificultades que
muestra el Gobierno para cerrar contratos con los fabricantes de vacunas. La
pandemia y la natural dependencia de subsidios oficiales de los más
perjudicados por sus efectos sobre el consumo y el trabajo requerirá que continúe
la emisión de pesos que, claro, seguirán perdiendo valor diariamente, y la
inflación de este año superará el 50%, afectando a salarios y jubilaciones.
Todo un complicado cocktail para tan cruciales elecciones.
Mientras tanto, la oposición continúa casi
inactiva; sólo aparecen algunos legisladores que gritan en las cámaras contra
los atropellos y Patricia Bullrich, que se desmarca de las palomas de
Cambiemos. Ojalá esa actitud obedezca sólo al famoso consejo de Napoleón
Bonaparte: "Si el enemigo se está
equivocando, no lo interrumpas".
Bs.As., 6 Feb 21
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