sábado, 10 de abril de 2021

ASESINATO DEL ARZOBISPO ROMERO

Así fue el sangriento funeral de Monseñor Óscar Romero (Infobae.com)

 

Por: Rubén Darío Bustillos Rávago

En diciembre de 1960, El Salvador resultaba un país con tensos problemas sociales debido a su densidad demográfica y a la concentración de la propiedad rural en una élite militar, manteniendo la polarización social y la pobreza urbana. Escenario ideal para una aventura revolucionaria.

La primera expresión de apoyo cubano al movimiento revolucionario salvadoreño se evidencio el 10 de octubre de 1980 cuando las cinco organizaciones guerrilleras fundaron en La Habana el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), dando inicio a la guerra civil salvadoreña.

El ex guerrillero Juan Ramón Medrano confesó, a principios de 1980, que, junto con, Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez, se reunió varias veces con Fidel Castro, quien los asistía con armas, entrenamiento y dinero.

Mientras el FMLN recibía el apoyo cubano, sandinista y de la URSS, Estados Unidos brindaba una importante asistencia militar y económica al gobierno local, convirtiendo a El Salvador en un frente más de la confrontación de la “Guerra Fría”.

Cuando se derrumbó la URRS y se le acabó el dinero, a Fidel Castro, no le quedó otra opción que recurrir al narcotráfico para obtener divisas y sobrevivir al “periodo especial” cubano; entonces la balanza de la confrontación salvadoreña se inclinó a favor de EE.UU, por lo que, en abril de 1990, las partes convinieron negociar el fin del conflicto bajo la mediación de Las Naciones Unidas.

La guerra civil que había durado 12 años, concluyó el 16 de enero de 1992, con un saldo de más de 75.000 muertos, 7.000 desaparecidos y 1.579 millones de dólares en pérdidas económicas. Con la firma del acuerdo de paz, el 14 de diciembre de 1992, el FMLN se desarmó y transformó en partido político.

Tras la firma del armisticio, uno de los casos que quedó pendiente fue el asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero, que había conmovido a la sociedad mundial.

El 2 de febrero de 1980, la Universidad Católica de Lovaina distinguió a Romero con un doctorado honoris causa, como reconocimiento en su lucha en defensa de los derechos humanos. En ocasión de recibir ese título honorífico, Romero pronunció un discurso considerado como su testamento profético: (...) Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; [...]. Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salidos en su defensa…

El día 9 de marzo de 1980, en la basílica del Sagrado Corazón de Jesús el sacerdote Ramiro Jiménez, había encontrado un portafolios sospechoso debajo del altar mayor. Inmediatamente notificó a la Policía Nacional que envió a un detective para desactivar una bomba integrada por un interruptor, un radiotransmisor con 2 detonadores eléctricos, accionados por control remoto, atados a 72 tacos de dinamita.

Según las investigaciones posteriores, el artefacto explosivo se accionaría en el momento que monseñor Oscar Arnulfo Romero oficiaría una misa en memoria de Mario Zamora Rivas, exprocurador general y exsecretario general del Partido Demócrata Cristiano, asesinado el 23 de febrero de 1980 en su residencia. La Fiscalía General de la República no hizo ninguna investigación formal del caso.

El día 23 de marzo de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral, un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía titulada “La Iglesia: un servicio de liberación personal, comunitaria, trascendente”, que más tarde se conoció como Homilía de fuego: Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército; en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”.

El día lunes 24 de marzo de 1980, aproximadamente a las 6:30 p.m., un disparo hecho por un francotirador desde un auto con capota de color rojo impactó en el corazón de Romero, momentos antes de la consagración. Fue asesinado durante una misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en la colonia Miramonte de San Salvador. Tenía 62 años.

El 6 de noviembre de 2009, el Gobierno salvadoreño, presidido por Mauricio Funes, decidió investigar el asesinato de Romero para acatar un mandato de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos del año 2000.

Treinta y un años después del crimen, se conoció que Marino Samayor Acosta, había sido el asesino; subsargento de la sección II de la extinta Guardia Nacional, y miembro del equipo de seguridad del expresidente de la República, quien manifestó que la orden para cometer el crimen la recibió del mayor Roberto d’Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA, y del coronel Arturo Armando Molina. Marino Somayor habría recibido 114 dólares por cometer ese horrible crimen.

Nadie estaba a salvo de los ataques de Fidel Castro y su locura revolucionaria al servicio de la Unión Soviética. Venezuela, 4 de abril de 2021. rdbustillos@gmail.com, @rdbustillos.

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