Zuloaga,
precursor y heroe anonimo
Por: Bernardo Gonçalves Borrega
Periodista acreditado
Corresponsal en Casa
de Gobierno
Muchas veces a los
periodistas que cubrimos e informamos sobre la actividad militar o cívico
militar, nos llegan historias interesantes, que en la mayoría de los casos, se
han transmitido de boca en boca. Pero nuestro ángel encargado de velar la
misión de informar, nos lleva a ese pregunta: ¿lo publicamos o no?
Como somos
incorregibles, creemos que usted señor lector debe conocer a estos héroes
olvidados por los argentinos pero reconocidos por extranjeros y les hacemos llegar
esta anécdota, sobre “el loco Zuloaga”.
Se la acercamos, tal
como nos llegó:
Esta es la simple,
humilde y semi-oculta bóveda de un aviador llamado Ángel Zuloaga, fallecido en
1975. Nunca visitada y fuera de los "recorridos
top" del Cementerio de la Recoleta, nunca me pierdo el honor una vez
al mes de pasar por ella para desprenderle algunas de las telarañas que el paso
inexorable del tiempo insiste en tejer y adosar al frio mármol.
El Ministro de
Defensa del Gobierno de Onganía (Dr.
Cáceres Monié), no se cansaba nunca de contar el siguiente hecho (que yo tuve
la suerte de escuchar de sus labios más de una vez): cuando en 1969 los
primeros seres humanos que pisaron la luna llegaron a Argentina dentro de la
gira triunfal que habían comenzado alrededor del mundo para ser aclamados y
agasajados, él fue el encargado de recibirlos y no apartarse de ellos en las
ceremonias, ya que Monié hablaba perfectamente inglés y los americanos ni una
gota de español. El tema es que Cáceres Monié estaba ahí donde fuera, paradito
junto a Neil Armstrong, Michael Collins y Edward "Buzz" Aldrin, flanqueados por la bandera Argentina por
un lado y la Norteamericana por el otro. La recepción era en Cancillería,
frente a la Plaza San Martin y entre cada saludo y cada saludo Armstrong que se
acercaba al oído de Cáceres Monié y le susurraba: "Ud. cree que esto va a finalizar rápido?" -decía el
americano con gesto de preocupación- "Pero
porqué" -preguntaba Monié extrañado- A lo que Collins (en la oreja
opuesta de Monié) susurraba: "Es que
nosotros vinimos a Argentina solo para ver al "Loco" y sabemos que a
las 8 de la noche se retira a dormir"... ¡¡¡Y nosotros partimos de Ezeiza mañana a las 7hs!!!"... Neil
Armstrong lo aturdió al Ministro de Defensa con este reclamo, porque él quería
ir a ver a su héroe, su único héroe de la infancia, al mendocino, al "Loco".
Solo el ancho de la
Plaza San Martín separaba la Cancillería del humilde departamento del 7mo. piso
del edificio de Florida y Av. Santa Fe. Un departamento en el cuál en ese
momento un viejito muy débil, frágil y bajito le pasaba una franela a sus
libros en la biblioteca, un plumerito a esa artesanía en madera tan amada por
él que representaba a Ícaro, y le pasaba (orgulloso) una virulana a una
plaqueta de bronce que su amigo Belisario Roldán le había regalado en 1916 y
que decía "Yo tengo una cosa aguda
que decirle a los astros: ya no son ellos los únicos que han visto a los Andes
desde arriba".
Y es que ese viejito,
a los 31 años, junto a su inseparable compañero, el platense Eduardo Bradley
realizó la mayor proeza hasta ese momento: por primera vez cruzó con su globo
remendado "Eduardo Newbery"
las aterradoras montañas de Los Andes por encima de los agudos picos nevados,
en trayecto de Santiago de Chile a Mendoza. Soportan temperaturas de 33° bajo
cero pero el globo no termina de subir, se estabiliza a los 6.500 metros y ven cómo
van a estrellarse o contra el Aconcagua o contra el Tupungato: había que
desprenderse de todo el peso posible.
Arrojaron las bolsas de arena y nada. Lanzaron las bolsas con comida.
Nada aún.
Tiraron por la
barquilla los revólveres y las municiones. Las paredes seguían acercándose a
colisionar de lleno contra ellos. Nada aún. Con todo dolor se desprendieron de
todos sus instrumentos científicos, catalejos, relojes y anclas. Igual. En un último
intento, se desprendieron de su ropa de abrigo pesada y luego de la liviana.
Cuando ya estaban por quitarse los calzones y las camisetas y desprender la
barquilla para solo quedar atados a las cuerdas del globo, una proverbial
corriente de aire los levanta y pasan a escasos 6 metros por encima del
Aconcagua. Ven los valles mendocinos y se largan a llorar como chicos, por más
que el porrazo del descenso fue memorable, aunque sólo rasguños. Quedaron al
borde de un abismo, tambaleando como la piedra movediza, pero unos paisanos los
salvaron. Esa misma tarde en Mendoza casi 2000 personas los llevaron en andas.
A los 2 días en Buenos Aires iban en andas sobre casi 40.000.
A ese viejito los
franceses lo llamaron "Capitán
Soulage", ya que colaboró anónimamente
con la aviación militar francesa durante la Primera Guerra, produciendo
múltiples derribos a los alemanes y era público y sabido que Manfred von
Richthofen (el Barón Rojo) siempre buscó por los cielos al "único halcón que vuela como yo", para dirimir talentos,
aunque nunca se encontraron.
Ese viejito fue
galardonado como "Caballero de la
Legión de Honor de Francia" y como "Comendador
de los Cielos del Imperio Británico", amén de todas las
condecoraciones en todo lugar del mundo recibidas.
El que creó la Fuerza
Aérea Argentina, estaba limpiando todo para que su hogar luciera impecable para
recibir a tamaños visitantes, aunque (en su humildad) no entendía mucho porqué
querían conocerlo.
Se estaba por ir a
dormir cuando a las 8 en punto de la noche, tocan el portero eléctrico. Escucha
como su hija Esther habla en perfecto inglés con los visitantes y luego de la
subida por ascensor, les abre la puerta... fue verlo, que Zuloaga los saludara
con una franca sonrisa, que Collins casi no pudiera ni emitir palabra en los 45
minutos que duró la reunión, que "Buzz"
Aldrin le hiciera todas las preguntas que su compañero no podía ni balbucear
(mientras le sacaba foto tras foto) y que el gigante, duro y ya legendario Neil
Armstrong (Comandante de la Apolo Xl) no parara de llorar como un chico. En el
país de Superman, Batman y no sé cuántos héroes más de ficción, él estaba en
ese momento ante el único superhéroe de su infancia, cuyas historias lo habían
llevado a apasionarse por la aviación y ser el primer hombre en pisar suelo
lunar. Simplemente estaba ante Ángel María Zuloaga, el "Loco", y fue el día más feliz de su vida.
PD: Los legendarios
astronautas (cuál simples cholulos) quisieron llevarse un recuerdo de Zuloaga,
cualquier cosa. Y al "Loco Zuloaga" se le ocurrió ir a la cocina a
lavar los platitos, las cucharitas y los pocillos que tenían impreso el escudo
de su viejo globo "Eduardo
Newbery", los mismos pocillos con los que hasta hacía un rato había
compartido un cafecito con los imprevistos visitantes. Si uno va hoy al Museo
de la NASA en Cabo Cañaveral, bajo increíbles artefactos y rodeado de objetos
que representan epopeyas, en una vitrina y bajo una campana de cristal se
encuentran expuestos a la admiración el juego de tres pocillos con sus platitos
y cucharas utilizados en aquella pequeña velada. El cuarto pocillo con su
cuchara y platito, el utilizado por Ángel María Zuloaga, sigue estando aún hoy
expuesto en el hogar del ya fallecido "Capitán
del Espacio" Neil Armstrong, en la que él llamaba su habitación de
trofeos.
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