NOTA: El siguiente escrito corresponde a las palabras que Inés Amelong expresó – con lágrimas en los ojos – durante la presentación del libro “JUICIOS DE VENGANZA”, escrito por los Presos Políticos Juan Daniel Amelong y Alberto González el día 04 de octubre de 2017, en la ciudad de Rosario.
Escribe: Inés Amelong (*)
Estoy aquí para
contarles hechos sucedidos a nuestra familia aquí en Rosario en junio de 1975.
Gobierno democrático.
Papá, Raúl Amelong, trabajaba en ACINDAR. Era
ingeniero químico. Muy respetado y valorado tanto por sus superiores y colegas
como por sus subalternos.
Tenía 52 años, y con
mamá, de 49, formaron una familia numerosa de 10 hijos. Se ocuparon de darnos
una esmerada educación, tutelados por su cariño.
El deporte fue
importante en su vida. De muchacho había hecho a caballo el recorrido Buenos
Aires/Asunción del Paraguay/Buenos Aires: 3000 km en 30 días. Luego la
equitación fue el deporte familiar ya que con mamá consideraban que sería útil
para que estuviéramos ocupados, nos ayudáramos unos a otros, fuéramos
responsables, esforzados y unidos.
Quería mucho a
nuestra Patria, era su tema preferido en las conversaciones; tanto en casa como
con amigos, estaba al tanto de los sucesos y siempre procuraba poner medios
para encontrar soluciones. Guardaba diarios con temas importantes que le darían
documentación para el día de mañana, cuando se hubiera jubilado, poder escribir
libros.
Carlos Robledo, Guillermo Fanego, Gonzalo Miño, Inés Amelong y David Rey
Católico práctico en
cuanto a su piedad, formación y participación. Era miembro de la Acción
Católica y colaborador generoso en las parroquias San Pablo de Villa
Constitución y Cristo Rey de Fisherton. En casa se leía la Biblia, se bendecía
la mesa y los viajes. Por las noches, a la vuelta del trabajo se rezaba el
rosario con los que quisieran sumarse, y en épocas como la del Concilio
Vaticano II y otras especiales recuerdo que lo hacía arrodillado junto a la
cama y con los brazos en cruz. Lo he visto llorar al comentar situaciones
difíciles que se vivían en la Iglesia.
En ACINDAR era
Gerente de Control de Calidad y, junto con los gerentes de otras disciplinas y
el dueño de la fábrica, dirigían esa importante acería.
Año 1975. Gobierno
democrático de la viuda del General Perón. Corrían días violentos, y lo mismo
que otros jefes de ACINDAR, papá había sido amenazado y maltratado.
En una ocasión lo
tuvieron secuestrado en la fábrica, junto a otros gerentes, en un sótano y
rodeados de tanques de combustible. Sus secuestradores los dejaban salir cuando
llegaba a reemplazarle el gerente que quedaría secuestrado en su lugar,
reemplazos que se repitieron varias veces. Era uno de los modos en que los
terroristas que decían luchar por la “Patria libre”, a la vez que imponían
ellos el terror, la violencia y el caos.
Un día estaban
comiendo los gerentes con el dueño de la fábrica y éste les preguntó: “Si los
quieren matar, ¿qué hacen?”. A lo que Papá contestó: “Le pido cinco minutos
para pedir a Dios que se lo perdone”.
En otro momento,
Pedro Aznarez, Gerente de Personal, se acerca al escritorio de papá y lo ve
rezando el rosario. “Ésta es mi arma”,
le dijo.
Juan Daniel Amelong, víctima del terrorismo y Preso Político Argentino desde hace más de 13 años. Coautor del libro “Juicios de Venganza”
Como todos los días,
iba a la fábrica y me dejaba antes a mí en la facultad. Hacía unos minutos que
habíamos salido cuando nos detuvimos en un semáforo; como tantas veces, estaba
explicándome unos ejercicios matemáticos que yo escribía.
De pronto… disparos,
mucho ruido, el parabrisas roto que impide ver, papá cae sobre mi falda y me
dice que volverán. Yo rezo Padrenuestros y Avemarías… Alguien se acerca por su
ventana, más y más tiros, a papá en la cabeza. A mí me hirieron gravemente… Yo
rezaba…
Como Dios nunca nos
abandona, se acercaron dos vecinos del lugar que pasaban por allí y ante el
horror de lo que veían, me ofrecieron su ayuda. ¿Qué más podía ya perder?
Acepté y me llevaron al hospital donde llegué sin pulso, al borde de la muerte…
Pero Dios me conservó la vida… por medio de estos dos hombres que no temieron
complicarse la vida, también los cirujanos y mi familia que tanto me ayudó a
evitar la muerte que tan de cerca me acechó.
Les estaré
eternamente agradecida.
Yo, su quinta hija,
con 18 años, había estado junto a él en el momento más duro de nuestras vidas…
Él se fue al Cielo. Y
nosotros (mi hermana mayor tenía 24 años y 10 la menor) nos quedamos con su
ausencia física, destrozados…
Pronto supimos que la
agrupación Montoneros se proclamaba autora de este hecho… ¡Qué valientes!
Atacar a un hombre y a su hija, ¡desarmados! A un hombre que había dicho que si
esto pasaba, ¡perdonaba a sus asesinos!
No logro salir de mi
asombro al notar que, hoy día, personas de mi edad que vivieron hechos tan horrendos
como éste, y muchos otros que sucedían continuamente, puedan ignorarlos…
¿No sería mejor, en
lugar de revolcarnos en pozos ciegos llenos de podredumbre fomentando odios…
tratar de construir nuestra querida Argentina uniendo esfuerzos para desarrollar
pujantes empresas, institutos educativos exigentes donde se cultiven personas
con ponderados valores humanos y cristianos; fomentar la comprensión, la
paciencia, el servicio, la humildad, para que nuestras familias vivan unidas y
así los hijos de esta querida Argentina sean hombres y mujeres íntegros, que la
conduzcan con sabiduría, generosidad y valentía para el bien de todos los
ciudadanos de buena voluntad?
He nombrado algunas
personas que supieron ser valientes y generosas en situaciones especialmente
difíciles. Quiero mencionar también al Gerente de Personal (Sr. Pedro Aznarez)
que con el acuerdo del dueño de la fábrica (don Arturo Acevedo) prometieron a
mamá pagarnos el sueldo de papá, con premios y todo, hasta que nuestra hermana
menor fuera mayor de edad. Y lo pagaron así, todos los meses, con aguinaldos y
vacaciones, hasta que ella cumplió los 21 años.
En junio de 1975 mamá
perdonó a sus agresores. Nos enseñó a perdonar y toda la vida ha perdonado. Hoy
día tiene 92 años, su cabeza lúcida, y su corazón perdona. También perdona a
los que hoy nos hacen tanto daño teniendo preso a Juan Daniel (Amelong) y a
tantos otros.
Ella es nuestro
ejemplo, ella tiene su fortaleza en Dios, en la oración y en la Misa (en lo
posible diaria). Cuando la afligen sus limitaciones actuales también halla
fuerza en la oración, en la presencia de Dios.
Quiero destacar a
Juan Daniel que antepuso el servicio a la Patria a cualquier interés personal.
Hoy lleva ya 13 años preso y sigue luchando por su querida Patria y por sus compañeros.
Es un ejemplo de tesón y esperanza.
Monseñor Javier
Echevarría dijo: “No podemos ser hermanos
de los demás, no podemos incluso querer bien a nuestras familias, si no
perdonamos de todo corazón a quienes nos han hecho daño; aunque también tenemos
la obligación de explicar a la gente que obra mal que aquello no está bien.
Pero hay que perdonar. Si no, no dejamos que Cristo permanezca en nuestra
alma”.
Muchas gracias.
(*) Víctima del
terrorismo y hermana de Preso Político Argentino
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