…Tres amigos siempre fuimos
en aquella juventud...
“TRES AMIGOS”
Tango Enrique Cadícamo
Dos amigos entrañables me
invitaron. Cincuenta y cinco años de amistad y la importancia de la causa
despejaron las dudas. Esta vez acudí a la convocatoria, esta vez no se trató de
adhesión a distancia. La tarde del dieciocho de Abril me ocasionó un cosquilleo
propio de aquellas jornadas que –conforme sentimientos de cada uno– preanuncian
momentos inolvidables.
Y sin dudas que lo fueron. Al
ponerse el sol, los tres iniciamos la marcha. Desde cada avenida esperanzadas
multitudes desembocaban en el obelisco, y sin necesidad de guías ni
orientadores rumbeaban hacia la Plaza de Mayo. El Cabildo, la Catedral y la
Pirámide nos esperaban ansiosos, siempre tan sensibles a los genuinos clamores
populares. Pero esta vez el pueblo sabía de qué se trataba.
No vale la pena analizar los
reclamos ni las consignas.
Los conocemos de memoria. Los
conocemos quienes los planteamos y los conocen los receptores. Nosotros con voz
estentórea, ellos con oídos sordos. Todos conscientes de la necesidad de
cambio. Bien saben de esto los funcionarios acusados de corrupción, los
legisladores que, unidos y arrodillados, agachan su cabeza y levantan su mano,
los jueces dependientes que deshonran sus cargos, el oficialismo y la
oposición, los unos por su ceguera, los otros por su parálisis, y todos por su
egoísmo. Para llamar la atención de la totalidad de la dirigencia política la
multitud se unió sin necesitar de punteros, promesas, amenazas, chalecos
partidarios, regalías, colectivos ni choripanes, no fue necesario retener
ningún DNI ni pasar lista.
Y fue una maravillosa
demostración de civismo, de orgullo, de respeto, de amor a la celeste y blanca,
único pendón que sobrevolaba sobre nuestras cabezas.
Seguramente les ordenarán decir
que se trató de unos pocos señores con corbatas y señoras con carteras, jamás
reconocerán que todas las edades y todos los segmentos sociales se confundieron
en un abrazo entonando las estrofas del himno nacional. La masiva presencia de
jóvenes contagió de alegría y esperanza al resto.
También es probable que nuestro
inefable Jefe de Gabinete se haya
sorprendido al ver a la multitud que, a su paso, ocupaba las Diagonales de
vereda a vereda mientras los negocios permanecían con las puertas abiertas, las
luces encendidas atendiendo sus clientes sin temores de ninguna naturaleza, no
hubo agresiones, ni vidrieras rotas, ni arrebatos.
Qué distinto a nuestras marchas!
Seguramente habrá pensado Abal Medina.
Y fue una fiesta. Esa noche,
junto a mis amigos, volví a tener ilusiones, a tener fe.
Y volví a emocionarme.
Juan Manuel Otero
HAY QUE DECIRLO: FUE UNA SEMANA ESPANTOSA
No sé si ésta fue una semana mala
o... malísima. Mis amigos de La Cámpora
me dicen que tranqui, que todo va bien. No les creo. Los garcas metieron un
palo y medio en la protesta de anteayer, tuvimos que poner una fortuna para que
se callaran Fariña y Elaskar, y se
nos rebelaron unos cuantos, bastante grosos, por la reforma judicial. La única
buena noticia es que la señora, que sufrió una incontinencia tuitera severa
arriba del avión (¡mandó 60!), cuando llegó a Caracas ya se sentía mejor. Fue
una indisposición pasajera.
Yo creo que somatizó la semana.
Imagínense que todo empezó el domingo a la noche con el programa de Lanata. Debe haber sido muy duro para Cristina ver a Fariña, un tipo al que le abrieron las puertas de su casa y le
confiaron misiones tan importantes, diciendo cosas espantosas de ellos ¡frente
a una cámara de Clarín! Igual, parece que Máximo
suspiró aliviado cuando oyó que sólo hablaban de 53 millones de euros. No puede
creer que se arme tanto bolonqui por un vuelto.
El problema no es la cifra. Lo
que estaban haciendo estos dos indeseables era revelar cómo se lava la plata de
Lázaro Báez, que es tanto como decir
la plata de la familia. No olvidemos que Néstor
(se ocupó de recordarlo el malvado de Majul)
era socio de Báez, según reconoció
en su declaración jurada. Yo miraba el programa y decía: "Chau, se pudrió todo. La
Presidenta no va a soportar esa terrible acusación contra su marido. Mañana
pide la cadena y arde Troya". Pero no. No dijo nada. Eso es lo que la
hace distinta y única: se pone loca si el Pepe
Mujica lo llama "tuerto",
pero sabe contenerse cuando lo involucran en corrupción y lavado de dinero.
También fue llamativo el silencio
de Báez durante cinco días. Pienso
que para desmentir todo y no aportar un solo dato no hacía falta esperar tanto,
pero él, un asceta, tiene otros códigos. Seguramente se moría de ganas de poner
a salvo su honor y el de Néstor, y sin embargo optó por callar,
por dejar que hablaran los hechos. Y los hechos hablaron. Y cuando hablaron los
hechos, se callaron Fariña y Elaskar. Naíf como soy, pregunté si
valía la pena pagarles tanto después de todo lo que habían contado. La
respuesta fue terminante. "El
problema no es lo que contaron, sino lo que podían llegar a contar."
Y, mientras tanto, lo de la
reforma judicial, otro trastorno. Se molestó Verbitsky, y razón no le faltaba. Ha prestado muchos servicios a la
causa como para que le pusieran enfrente, en el Senado, al gurrumín del secretario de Justicia, Julián Álvarez, un camporito -lo digo
con pena, créanme- que usa el Código
Penal para que no le baile la mesa. Horacio
se fue pensando en que si la defensa de la reforma está en manos de Álvarez, la reforma es indefendible.
También Carta Abierta hizo conocer sus diferencias. Lo hizo tarde y
tibiamente. Lo único que nos faltaba: que estos pensadores a sueldo debutaran
en eso de llegar temprano a algo criticando nuestra conquista del Poder Judicial. Yo castigaría con un fuerte escarmiento este arranque de
independencia de criterio: los obligaría a estudiar. Ya vamos a democratizar Carta Abierta. Todos sus miembros van a
tener que ser elegidos por voto popular. Será la hora de D'Elía, de Aníbal y, por
qué no, de Máximo.
Por suerte, en Diputados llegó la voz esclarecedora de
Diana Conti, que al defender el
proyecto dijo que "democracia y
república no son conceptos dogmáticos, sino una construcción de la
historia". No puedo estar más de acuerdo. Cómo vamos a hacer de la
democracia un dogma. Es apenas una construcción. Un invento de los griegos, que
así les fue: están tan endeudados que no tienen un peso para restaurar el
Partenón.
Sabemos cómo terminó la semana:
con el gorilaje en las calles. Quiero confesarles que estuve ahí. Vi todo de
cerca. Fue un desastre de organización. ¡No había una sola pechera! ¡Ni un
bondi! La gente caminaba y caminaba sin saber adónde ir. No consiguieron un
solo orador ni cantantes populares. Son unos miedosos que no se animan a romper
una vidriera o tirar una piedra. No entienden nada de movilizaciones: cuando se
ponía el semáforo rojo, se paraban y dejaban pasar los autos. Llevaban unos
cartelitos pedorros, hechos a mano, pidiendo democracia (cuánto tienen que
aprender de la Conti), menos
corrupción (cuánto podrían enseñarles Lázaro
Báez y Boudou), independencia de
la Justicia (digamos, más Oyarbides)
y combatir la inflación (más Morenos).
Es cierto que juntaron mucha
gente, lo cual me preocupó, pero son ovejitas sin pastor. No tienen líderes. Es
una lástima que la Presidenta haya
tenido que viajar justo una hora antes de que empezara el cacerolazo. Creo que
con un buen discurso se los metía a todos en el bolsillo.
Bueno, terminó el jueves, terminó
esta semana tan dura, y me dispuse a descansar. Lo tenía merecido. Ayer fui a
la pileta climatizada de mi edificio, pasé por el sauna y el gimnasio, por la
ducha escocesa y la finlandesa, por la cabina de nieve, y me eché un rato en el
solárium mientras esperaba a unos amigos militantes. De pronto llegó uno de
ellos, corriendo y gritando. "¡Carlos, la cana, tenemos que dejar ya
mismo el edificio!" Qué tristeza. Pero volveremos. Adiós, Madero Center.
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota
original.
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