26 de enero de 2014
Los demócratas de
América Latina han perdido la batalla de las ideas
frente a la izquierda
populista y “bolivariana”
Agazapados,
avergonzados, divididos y derrotados políticamente, los demócratas de todo el
continente han perdido la batalla de las ideas y han sucumbido ante el avance
de la izquierda marxista más revanchista y vengativa, tramposa y fulera. Una
suerte de gran coalición formada por ex terroristas, guerrilleros guevaristas
que no se arrepienten de sus crímenes y descarados comunistas reconvertidos en
“bolivarianos”, junto con algunos oportunistas de la peor especie, se han hecho
con el poder en América Latina y hoy rigen los destinos de este continente.
En muy poco tiempo,
una vez que la izquierda se haga con el poder en Panamá y haya el traspaso de
poderes en Chile, apenas quedarán en esta zona del mundo gobiernos de centro o
derecha. ¿Y cómo ha sido posible este cambio, cómo la izquierda reconvertida en
supuestamente democrática se ha hecho con las riendas de nuestra América? Muy
sencillo: los demócratas del continente no han sido capaces de dar la batalla
de las ideas y reivindicar como suyos los valores y principios esenciales de lo
que conocemos como las sociedades abiertas, caracterizadas por el respeto a los
derechos humanos y las libertades fundamentales. Pero también sustentadas en
una economía de libre mercado y en la existencia de potentes sociedades civiles
desde donde se ejerce la crítica responsable, se garantizan los derechos a la
libertad de información y expresión y el juego político se realiza a través de
procesos democráticos libres y realmente competitivos.
Resulta bochornoso
como la mayor parte de los líderes del continente han caído en la trampa de
tolerar lo intolerable. Ya nadie condena las violaciones de los derechos
humanos en Cuba y Venezuela. Se tolera a países como Nicaragua, donde el
sistema democrático se ha desvirtuado completamente, y asistimos a una deriva
totalitaria preocupante de la mano de ese tahúr que es el presidente de ese país,
Daniel Ortega. La Organización de Estados Americanos (OEA) se ha convertido en
un mero cascarón vacío sin contenidos, ni efectividad, ni capacidad de arbitrar
el caos populista y el auge del autoritarismo que se padece en el continente.
Incluso en la pasada
crisis hondureña, allá por el año 2009, en que el gobierno legítimo de Roberto
Micheletti fue estigmatizado por los burócratas de Washington y la diplomacia
chavista, se llegó al paroxismo de que quienes defendían la legalidad democrática
y habían sacado de la escena política al castrocomunista Mel Zelaya, fueron
castigados por la comunidad de naciones latinoamericanas y condenados al
ostracismo más severo. Hasta la CNN y el torpe inquilino de la Casa Blanca,
junto con los demócratas del “imperio”,
se aliaron con los Zelaya y compañía.
MILITARES
PRESOS, TERRORISTAS EN LA CALLE
Mención aparte
merecen los militares detenidos en Argentina, Colombia, Chile y Uruguay que,
habiendo derrotado al comunismo que pretendían imponerles por la fuerzas las
organizaciones terroristas financiadas por Cuba y también por la extinta Unión
Soviética durante la Guerra Fría, ahora sufren el presidio, la condena al
ostracismo y un lento pero inexorable exterminio debido a su avanzada edad. Más
de dos centenares de estos presos políticos víctimas de la vendetta de la
izquierda -que nunca perdona ni busca la reconciliación sino cuando está
totalmente derrotada-, ya han fallecido en la Argentina y otros mil más se
pudren en las mazmorras kirchneristas. Qué ignominia, Dios mío.
Los antiguos
Montoneros, que sembraron las calles argentinas de terror y sangre, muerte y
violencia indiscriminada, hoy ocupan los despachos ministeriales y dictan
sentencias, pero el juicio de la historia no se puede alterar: su proyecto
político era convertir a la Argentina en una suerte de ergástula totalitaria al
estilo de la isla-prisión de Cuba. Eran unos vulgares terroristas sin necesidad
de buscar otros eufemismos para describirlos.
La paradoja es que
mientras que aquellos que dieron la batalla contra la subversión, arriesgando
sus vidas y las de sus familias, están en la cárcel, o ya muertos tras haber
penado largas condenas, como fue el caso del general Jorge Rafael Videla, los
antiguos terroristas, como el líder
montonero Mario Firmenich, están en la calle. E incluso gozan del respeto y la
impunidad que les fue concedida en su momento.
Una situación
parecida a la de los presos argentinos, se vive en Uruguay y Chile, donde otros
militares cumplen largas condenas en aras de una falsa búsqueda de la justicia.
Por ejemplo, y como prueba de cómo los demócratas han olvidado la historia y
han aceptado las tergiversaciones de los marxistas, el presidente de Chile,
Sebastián Piñera, se negó a conceder el indulto a estos héroes de la patria que
evitaron que el país cayera en la trampa comunista y que los terroristas
llegaran al poder. Piñera prefirió jugar a hacer lo más políticamente correcto
de una forma infame y cobarde y cedió
ante la vulgata marxista. Sin
embargo, todavía no ha movido ni un dedo para detener a los asesinos del
político centrista Jaime Guzmán, asesinado en 1990, que no casualmente residen
en Cuba y gozan de la hospitalidad del régimen de La Habana. Como vemos, en esta América de nuestro tiempo
la justicia es asimétrica.
LA
IZQUIERDA SE RECONVIERTE A TRAVÉS DEL FORO DE SAO PAULO
El precio político de
no haber dado la batalla de las ideas tendrá su coste en el largo plazo, volver
al sentido común y a la democracia plena será un camino largo. Las
instituciones políticas de Venezuela han sido destruidas, la democracia ya es
meramente formal y se ha reducido a votar en unas elecciones fraudulentas cada
x años, mientras la oposición democrática, a veces heroica, languidece. Maduro
ha venido para quedarse por mucho tiempo, no será fácil apearle del poder.
Algo parecido ocurre
en el Ecuador de Rafael Correa, que ya sueña con reelegirse mientras acaba con
la libertad de prensa y ahoga la economía de mercado. Casos y situaciones
parecidas se padecen también en Argentina, Bolivia y Nicaragua.
La antigua izquierda
comunista, reconvertida ahora en supuestamente demócrata tras su puesta al día
en la “factoría” del Foro de Sao Paulo, se apresta a dominar en casi todo el
continente bajo nuevos ropajes, pero siempre con las mismas ideas y dispuestas
para quedarse ad eternum en el poder. Han cambiado sus modos, porque ya pasaron
los tiempos de la vía armada y cayó el Muro de Berlín, pero sus objetivos
siguen siendo los mismos.
Ricardo Angoso
Periodista español
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!