por Patricio Lons
¿Cuándo fue que nos acostumbramos al
caos y al desorden?
¿En qué momento empezamos a aceptar
que el bien era malo y el mal era bueno?
Nacimos hace quinientos años, no hace
treinta. Tenemos una identidad de origen, aunque ahora la desconozcamos y
mostremos supina ignorancia sobre el ser un buen argentino.
En el 1° de abril de 1520, Magallanes
ordenó celebrar la primera misa en tierra argentina, en un lugar al que bautizó
Bahía San Julián y desde la cual cuatrocientos sesenta y dos años después,
despegaron nuestros halcones para enfrentar al invasor eterno, aquel que parece
ser el Némesis de nuestra nación y que se oculta en las sombras de cada esquina
de nuestra historia. Luego los demás Adelantados, don Pedro de Mendoza, el
dudoso Gaboto y don Juan Díaz de Solís, con sus corajes de españoles de lengua
castellana y sangre vasca, le dieron inicio, forma y existencia a esta tierra
del Plata, generosamente cobijada en los planes y testamento de nuestra primera
reina de Indias, doña Isabel la católica.
Tuvimos momentos de felicidad y de
gloria, de trabajo firme y constante en una tierra que germinó esperanzas,
sueños y alegrías y que le permitió decir con orgullo a cada habitante ante
quien nos preguntara y ante todo el mundo "¿¡Que soy yo...!?"
"Yo... ¡soy argentino!".
Ante el orgullo y la bonanza de
siglos, fuimos desagradecidos con nuestra herencia. Dios nos dio una tierra
hermosa y la bañó con su espíritu y su espíritu fue padre y hermano del
nuestro, del de cada uno de nosotros. Y cuando tuvimos que defender nuestras
convicciones, lo hicimos de pie, tanto ante el vil e impío invasor de tantos
puntos del globo que aquí tuvo que hincar su orgullo y cuando nos enfrentamos
entre nosotros en las guerras que nos separaron de la Madre Patria y que nos
dividieron entre nosotros, los nativos de Indias, en tantos estados. Y en las
guerras civiles, que tanto nos desangraron, también mostramos convicciones,
coraje y decisión, cualquiera fuese el bando elegido.
Y si pudimos mostrar esas cualidades ¿qué
nos impide ejercerlas ahora? ¿Cuándo fue que dejamos de pelear por lo que
creíamos justo? ¿Cuándo fue que decidimos entregar nuestra libertad y
canjearlas por palabras? ¡Malditas sean las falsas libertades de hoy que nos
quitan el honor y la dignidad, verdaderos valores de libertad que supimos antes
defender!
Es hora de que cada argentino tome su
bastón de mariscal, decida su destino y sea un líder dispuesto a echar a
usurpadores de nuestra nación. En nuestra tierra un mal se ha alzado y nos
destruye nuestra esencia, nuestra alma y tradición y deja una tierra yerma como
herencia vacía para nuestra descendencia. ¡Quiero sumarme a los nuevos Cid,
Liniers, Peñalozas y los seiscientos cuarenta y nueve Giachinos, que como
héroes redivivos en todo el pueblo argentino unido y que como un puño erguido,
enfrente nuevamente a este monstruo, lo mire fieramente a los ojos y lo vuelva
a vencer! ¡Quiero que se levante de mi mano y de las vuestras, la hidalga
Terrae Argentum de la Gran Restauración!
Recuperemos juntos nuestra
civilización al canto de estas estrofas que convoquen a nuestros lares.
"He
ahí a mi Padre Dios y a mi madre la Virgen
He
ahí a mis hermanos y hermanas de la Patria y de la Iglesia
He
ahí el linaje de mi cuna y religión regresando a su principio
He
aquí que escucho su llamado
Me
invitan a mi lugar entre ellos
en
las alturas del cielo
donde
los santos, caudillos y héroes,viven
por siempre"
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