Por Carolina Azzi
Vencer al otro no es ponerlo en la
cárcel, “vencer al otro es perdonarlo.”
“Yo lo que no puedo tener es el sentimiento de revancha, de eso escapo, no
quiero que esté preso un tipo que está enfermo.” “Firmenich es un Videla”.
Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis |
Estas son algunas de las cosas que se
escuchan en El diálogo, documental que dirigí junto a Pablo Racioppi y que
tendrá su estreno en el Bafici. Los
protagonistas de la película son Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis.
Graciela fue profesora de francés hasta que su hijo Pablo fue detenido y
desaparecido en 1976. Sintió que no podía seguir enseñando si continuaba sin
saber lo que más le importaba en el mundo: el paradero de su hijo. Dejó la
docencia y comenzó a trabajar en la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos, donde desempeñó un rol central. Un
año después de que el secuestro de
su hijo hizo entrar a Graciela de un empujón en la historia, Héctor logró
escapar exiliándose a Brasil. Había sido militante comunista, peronista y,
finalmente, miembro de la organización armada Montoneros. Durante el exilio
estudió filosofía y ciencias políticas. Brasil le dio la oportunidad de mirar y
pensar de otra manera la realidad argentina. Reflexionó durante años sobre lo sucedido, vertiendo el resultado de su
análisis en sus últimos dos libros. En
ellos, entre otras cosas, pide perdón a la sociedad por su participación en la
tragedia.
El Diálogo narra la visita que
Graciela hizo a Héctor en su casa en Florianópolis, en mayo del año pasado.
Durante seis días, todas las mañanas y todas las tardes, se reunieron en living
de Leis a conversar. Registramos ese encuentro por iniciativa de Pablo
Avelluto, quien supo prever lo valioso de este intercambio. Así nació la
película. El tema debatido, los años setenta en la Argentina, no es para nada
novedoso. Sin embargo, el punto de vista que los protagonistas dejan planteado
en la película, lo es. Tan novedoso que incomoda. Se trata de algo
profundamente distinto que puede resultar desconcertante frente a todo lo que
escuchamos, leímos y vimos sobre ese período trágico de nuestra historia. Es el
cine que me gusta y que me interesa: un cine incómodo.
Mucho
de lo que Graciela y Héctor expresaron en esos días es inteligente y
conmovedor.
Nos conmueven porque nos obligan a
revisar conceptos que en muchos casos nos parecían incuestionables. El
efecto adictivo de la violencia, la responsabilidad de los intelectuales, el
carácter criminal del reclutamiento de menores para la revolución, la pulsión
del gobierno de facto a seguir matando, la oposición inicial de los organismos
de derechos humanos a la propuesta de juicio de Alfonsín, el número real de
desaparecidos, la imposibilidad de hacer justicia con el pasado, la explotación
política de los derechos humanos y su uso desigual, el peligro de convertir a
los militares en víctimas, son algunos de los temas que recorren El Diálogo.
Cnel (PM) Argentino del Valle Larrabure asesinado |
Los setenta han sido una porción
protagónica de la historia argentina. Sin embargo, la superabundancia de
novelas, textos periodísticos, películas, series de tv, y ensayos sobre un tema
no siempre significa un conocimiento más profundo de la materia tratada. En los últimos años este período se utilizó
como forma de legitimar el presente y, como consecuencia de eso, el discurso se
volvió más esquemático y homogéneo. Sobre los setenta, especialmente en el
cine y la televisión subsidiados por el Estado, se terminó por decir casi
siempre lo mismo buscando perpetuar una idea preconcebida, repitiendo una tesis
que de antemano decidimos acertada.
El resultado fue un imaginario poblado
de héroes y mártires en lucha por el bien absoluto, en lugar de retratar seres
humanos multidimensionales, en una época compleja, durante la cual las
contradicciones entre medios y fines se resolvió siempre de la peor manera. Me
gusta considerar El Diálogo como una verdadera expresión de cine político, es
decir, un cine que cuestiona e incomoda. Un cine que hace pensar a contramano
de los discursos habituales sobre un tema y aporta algo nuevo a la discusión.
Que no se enamora del pasado sino que lo interroga en su relación con el
presente. Que en lugar de construir y promover héroes interpela a una sociedad
democrática. Este inconformismo frente a los dogmas repetidos una y otra vez
tiene un propósito tan simple como antiguo: que seamos más libres.
NOTA: Las imágenes no
corresponden a la nota original.
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