Cuando Tirso de Molina pone en boca del
personaje de Don Juan Tenorio la famosa frase “No hay plazo que no se cumpla ni deuda que
no se pague” le agrega lo de “cuan
largo me lo fiais” descartando que
la justicia, en este caso la divina, llegará tarde, luego de una larga vida de
burlas y engaños. Sin embargo, la
estatua de piedra de una de sus víctimas lo arrastra a los infiernos más temprano que tarde.
Don Juan Tenorio |
En el fondo, la idea
de la lentitud y aun de la incapacidad de la justicia para castigar los
agravios de los taimados o de los poderosos, subyace en la mente de todo aquel
que cruza el umbral de las leyes, las normas y la ética. Si algunas veces la lenta justicia finalmente lo alcanza, es porque la
sensación de impunidad y la embriaguez del poder llevan al personaje a
aferrarse tanto tiempo a su cargo, que fatalmente no puede escapar a las consecuencias de sus
actos.
Si Cristina Fernández, viuda de Kirchner, no se hubiera
presentado a la re elección en el 2010, otro gobernante podría o no haber
salvado a la nación, pero ella no estaría ahora enfrentando la posibilidad
de un nuevo “default”, la recesión, la inflación del 40 por ciento, los
despidos, el vandalismo, las huelgas y piquetes, el juicio imparable de quien designó como
vicepresidente y, sobre todo, no hubiera
tenido que tirar por la borda tantos párrafos de su insustancial pero
convincente relato. Pero se presentó, ganó y pretendió ir por más, exactamente “por todo” según sus propias
palabras, y ahora se ve obligada a
enfrentar los gruesos errores cometidos y con ello, el riesgo de terminar su segundo mandato en medio de un desastre generalizado.
El conflicto más
grave e inmediato surge de la posibilidad de caer en una nueva situación de
incumplimiento de la deuda externa, comúnmente conocida como “default”. La falla principal del
oficialismo fue ignorar al grupo de deudores que no habían aceptado el canje y
menoscabar el imperio de la justicia a la que voluntariamente se había sometido
la resolución del conflicto. El juez
Griesa, convocado de su retiro para abocarse a este problema, agotó su
buena voluntad en fallidos intentos por lograr que la parte argentina se
aviniera a considerar soluciones aceptables antes del fallo. Azotado y
maltratado por la señora presidente en discursos públicos terminó por negarnos toda razón y cerrar todos los
caminos para demorar el cumplimiento de su sentencia. Esta demora que el
gobierno argentino considera vital, para evitar un generalizado asalto de todos los deudores, tanto los que
no entraron como los que entraron al canje, ahora depende de la buena voluntad
de un juez que no la tiene en absoluto.
Ahora bien, quien
esto escribe, como la enorme mayoría de
los argentinos, no posee bonos de la deuda externa. Somos conscientes de que el
gobierno podrá experimentar un gran fracaso, tanto si se vuelve a caer en “default” como si le doblan el brazo y concede el cien por
ciento del valor de la deuda a los tenedores de bonos, sean ellos buitres o
palomas. Pero quienes tendremos realmente
que pagar la deuda, con los impuestos o las retenciones o las
devaluaciones, somos y seremos nosotros, los argentinos de a pie, los “laburantes” y eternas víctimas de los
errores de los gobernantes ineptos o
corruptos. Por ello, deseamos
intensamente que el gobierno sea exitoso en su gestión, que logre pagar lo
justo y que ello sea lo menos posible, porque cada dólar de deuda que se sume
será en detrimento de nuestro bienestar y de nuestro patrimonio.
El problema que
observamos, sin embargo, es que quienes llevan adelante nuestro caso
tienen un enorme conflicto de intereses.
Por un lado comprenden las consecuencias de caer en un nuevo “default”
pero por el otro no pueden dejar de lado la posición de absurda rebeldía e
insensatas niñerías pseudo revolucionarias con que llenaron los oídos de
sus seguidores y “aplaudidores”.
¿Cómo justificar que además de indemnizar a REPSOL por las acciones de YPF, de saldar la deuda con el “Club
de París” en condiciones mucho más desventajosas que las obtenidas por
otros negociadores o de pagar los juicios ante el CIADI de empresas
anteriormente vapuleadas, ahora también le vamos a pagar todo a los
sanguinarios capitales “buitres” que
se vienen denunciando ante cada foro internacional que debió soportar nuestras diatribas?
Pues bien, ese es el
nudo del problema, y lo que podría
haberse solucionado en forma discreta y eficaz con el pago rápido a los “holdouts” bajo la cobertura legal de la
obligación de cumplir una sentencia,
ahora se ha transformado en un monstruo que fue inventado por nuestros
negociadores y que amenaza con devorarnos.
Es posible y probable
que el gobierno de Cristina Fernández
se refugie en el discurso de que el “default”
será producido por el fallo judicial y no acuerde, arrojándonos nuevamente al
vacío. Puede que a último momento se encuentre una fórmula que permita evitar
ese extremo pero en todos los casos queda claro que hemos llegado a una
situación de suma gravedad por el conflicto de intereses entre las mezquinas
necesidades políticas del gobierno y los verdaderos intereses de una nación que
pretende recuperar su condición de país serio y respetable.
Solo por eso, el
oficialismo merece el repudio y la descalificación, además de sus errores
conceptuales y morales. El tema está abierto y queda poco tiempo para solucionarlo
o al menos postergarlo.
El conflicto de
intereses también se evidencia en el plano interno. Tenemos un vicepresidente que registra la inédita
situación de ser el primero en ser procesado mientras está en ejercicio. Ello a
pesar de las intensas presiones recaídas sobre los jueces que incluyeron la renuncia del Procurador General de la nación y la desafectación del primer fiscal y el primer juez de la
causa. Sin embargo, el peso de la prueba
material y los testimonios fueron de tal magnitud que nada logró frenar el
lento pero inexorable avance de la justicia.
No cabe duda que
resulta pernicioso para nuestra nación que un funcionario en tal delicada
situación nos represente en el exterior, reemplace a la señora presidente
cuando se ausenta del país y reciba a mandatarios extranjeros. Pero una vez más
el conflicto de intereses aparece como factor determinante de las actitudes del
oficialismo.
¿Cómo reconocer que
la señora presidente se equivocó de medio a medio al elegir sin consulta
ni consenso a quien habría de acompañarla en la fórmula? ¿Cuánto de lo
que hizo Amado Boudou con respecto a la empresa Ciccone fue por su propia
iniciativa y cuanto fue a pedido de aquellos a quienes respondía? ¿Cómo
justificar la estatización de la empresa cuya apropiación está en cuestión sin
saber siquiera quienes eran sus legítimos dueños? Lo que es obvio y natural
para la salud de la república, como
sería un pedido de licencia del vicepresidente
hasta que se resolviera su situación procesal, se ve obstruido por los
intereses internos del sector gobernante que una vez más están muy alejados de
los intereses de la nación.
También en este caso
la situación amenaza con precipitarse ante la posibilidad de que Amado Boudou deba enfrentar un nuevo
procesamiento, luego de ser indagado en la semana que comienza, por detentar la
propiedad de un vehículo con documentación falsificada. Sin duda es un caso
vergonzoso y vergonzante en el que la imagen de nuestro país se ve
inevitablemente afectada.
El escenario de fondo
para estos casos resonantes es el de un creciente deterioro económico y social.
El aumento sistemático de precios en las variables que dependen del gobierno
tales como impuestos, transporte, servicios, peajes y combustible, se suma a
las causas macroeconómicas para disparar la inflación. El gobierno ya
reconoce un 30 por ciento anual y se
queda corto ante el 40 por ciento que miden indicadores más confiables. Este es
un factor más, que quita competitividad a la producción nacional junto al
atraso que ya ha acumulado el dólar desde la última devaluación.
Por si esto fuera
poco, el gobierno “kirchnerista”
remedando a un personaje de ficción que había sido dotado por el diablo del
poder de pudrir todo lo que tocaba, aumentó los impuestos a los autos de alto
costo en un momento crítico, desencadenando una reacción en cadena que
desestabilizó a toda la industria automotriz. La secuela de despidos y
suspensiones sumadas a la incipiente recesión con inflación (fenómeno conocido
como “estanflación”) ha empujado
reacciones gremiales incentivadas por dirigentes de izquierda que escapan a las
mesuradas reacciones de los sindicalistas de origen justicialista. El clima de
efervescencia que se traduce en cortes de rutas y ocupaciones de fábricas
perturba el desenvolvimiento social y la vida cotidiana. En las próximas
semanas, también los grandes sindicatos amenazan con parar el país ante la
falta de respuesta a sus pedidos y esto incluye, a su pesar, a los que aún mantienen diálogo con el gobierno.
Finalmente y quizás
representando lo más oscuro del legado de once años de gobierno populista y
transgresor, el vandalismo mostró su violencia en pleno centro porteño mientras
la ciudadanía pretendía agasajar a su seleccionado de fútbol y por una vez
demostrar que se puede valorar una actuación digna, aun en la derrota, si se ha
competido con armas nobles y espíritu deportivo. Las hordas que arrasaban la
propiedad pública y privada, ante la ausencia de fuerzas policiales que eran
contenidas por el invalidante temor de las autoridades a asumir las
consecuencias de cumplir con sus deberes y responsabilidades, actuaron con el
desenfado de haber convivido con la
cultura de la impunidad durante muchos años de desgobierno populista y “progresista”. Cuando las actuales
autoridades hayan dejado su lugar a funcionarios más serios y responsables pasará mucho tiempo y será
necesaria mucha firmeza y convicción
para recuperar los valores de convivencia necesarios para vivir en sociedad. De
lo contrario, estaremos condenados a convivir con esta inusitada violencia por
generaciones con el riesgo de que la
enfermedad social se torne crónica.
Los candidatos
presidenciales afines al gobierno se miran el ombligo y se atemorizan de las
consecuencias del deterioro creciente en sus posibilidades electorales pero no
sea animan a romper con el oficialismo para no perder el acceso a “la
caja” en sus campañas. Los opositores critican con moderación porque son
conscientes de que recibirán un hierro candente y temen que necesitarán del
poder residual del kirchnerismo para no ser arrastrados por el legado de
descontrol social y económico que encontrarán si acceden al gobierno.
Los ciudadanos,
entretanto, se preparan para enfrentar el período más crítico del actual
gobierno en que la conjunción de
errores, ineptitud, corrupción, ataduras ideológicas y conflictos de intereses
han escalado hasta llevarnos a una situación de extrema gravedad.
Solo
nos queda esperar que si Dios hizo el milagro de llevar a un argentino
iluminado al sillón papal, nos conceda también la iluminación de un grupo de dirigentes capaz de trabajar por
la Argentina, sin defender otros intereses que los de la Argentina misma.
Buenos Aires, 20 de Julio de 2014
Juan
Carlos Neves
Presidente de Nueva Unión Ciudadana
Twitter @NevesJuanCarlos
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