Carta de lectores
existe para que quienes nos leen puedan expresarse. Hoy, la señora Celina Orlando Amoedo Ramírez
nos habla de los juicios de lesa humanidad
SALTA.- Acaban de
condenar a cadena perpetúa otra vez al Gral.
Menéndez. Una condena más, un juicio más, habrá que ver cual sigue en el
calendario de los juicios de lesa, así los bautizaron, porque viene uno tras
otro.
La justicia sigue
enjuiciando a militares por la guerra llevada a cabo contra terroristas que
intentaron, armas mediante, tomar el poder en el país.
Esa guerra que desató
la locura en la década del 70, de haber sido ganada por los "jóvenes idealistas" nos
hubiera convertido en otra Cuba. Otra Cuba como esa que escandaliza a las
personas sensatas del mundo, con ciudadanos presos por pensar diferente, sin
permiso para salir del país, mucho menos para expresar sus ideas, con acceso
limitado a bienes básicos, que sólo permite bienes suntuarios para turistas o
para integrantes del partido.
El Gral. Perón, siendo Presidente de la Nación, luego del intento de Copamiento del regimiento de
Azul, ya había dicho al país que "Hechos
de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia
de los grupos terroristas que vienen operando en la provincia de Buenos
Aires..." y agregó, reclamando la acción de todas las instituciones de
la República, que era necesario "poner
coto a la acción disolvente y criminal que atenta la existencia misma de la
patria y sus instituciones, que es preciso destruir antes de que nuestra
debilidad produzca males que pueden llegar a ser irreparables en el
futuro".
Esos
dichos se referían a los mismos guerrilleros que fueron combatidos por los
militares hoy juzgados.
Dr. Italo Luder |
Ya en el año 1975, el
entonces Presidente Provisional del
Senado, a cargo del PEN, (el Dr. Italo Luder), junto con sus ministros, ordenó a la Fuerzas Armadas la aniquilación de aquellos terroristas que
asolaban el país, esos mismos a los que se refería Perón.
Armas en mano
asesinaban a sindicalistas, empresarios, políticos, civiles todos, además de
oficiales de alto, mediano y bajo rango de las fuerzas armadas y de seguridad.
Tampoco dudaron en asesinar a niños, adolescentes, soldados conscriptos y a
otros integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad de las más bajas
jerarquías. En el fragor del combate podían morir esposas e hijos también, y
hasta llegaron a lavar el cerebro de algunos que atentaron contra sus propios
padres y parientes, no importaba quien caía, siempre que los asesinatos les
aseguraran dinero, armas o la necesaria propaganda.
Tampoco tenía
importancia si quien cayera bajo su demencia asesina era uno de ellos mismos,
también ajusticiaban a quien quisiera desertar. El único objetivo era el acceso al gobierno, ese único fin justificaba
cualquier medio, cualquier forma, sin importar que existiera un gobierno
democráticamente electo, sin importar que la realidad que los motivaba
existiera sólo en sus afiebradas mentes.
Esas personas, lejos
de ser enjuiciadas, hoy pueden ser encontradas en el congreso, formando parte
del poder ejecutivo, o en el judicial, o en cualquier lugar en el cual, si este
fuera un país con principios, tendrían el acceso a los cargos públicos vedado
de por vida, o sencillamente estarían presos.
Pero, como bandera de
eficiencia, salvo honrosas excepciones, jueces fallan condenas en ráfaga a los militares, ajenas a
los más básicos principios del derecho como la irretroactividad de las leyes,
aceptando pruebas y testimonios inauditos mientras ignoran los hechos cometidos
por los protegidos del gobierno, en realidad, los del gobierno también, los
cometidos entonces y los de ahora, convirtiéndose
así en la herramienta de la venganza guerrillera[1].
Hoy el poder
legislativo dispone que el erario público premie económicamente a aquellos, que
como los bravos conscriptos que en el regimiento 29 de Formosa defendieron
nuestra bandera, aún hasta perder la vida, resistiendo el asalto de Montoneros,
son ignorados y viven en el olvido y la pobreza; igual que tantos que como
ellos vieron truncadas violentamente su vidas en tantos atentados cometidos por
las llamadas bandas de delincuentes terroristas, sus deudos, muy humildes
muchos, y ajenos completamente a lo que el gobierno de turno, los imperialistas
yanquis y las multinacionales (que ocupaban
entonces el lugar hoy reservado a Magneto
y a los medios hegemónicos) pudieran
haber cometido, todos ellos pueden esperar unos años más antes de recibir una
ayuda del estado; mientras Kunkel, Bonasso, Verbisky, el traidor Invernizzi
y otros de esa misma estirpe merecen
recibir un subsidio ya.
Mientras tanto, un
jubilado no cobra lo suficiente ni para comprar remedios.
Mientras, algún
integrante de la justicia olvida devolver los fondos que alguna vez el Estado
le entregó en su carácter de persona desaparecida, pero que obviamente había
aparecido para cobrar.
Mario Firmenich |
Mientras, Firmenich y su cohorte, además de los integrantes del ERP que aún viven, deambulan libremente por el mundo y son tratados
como héroes de la patria, esa patria que trataron de convertir en un gran campo
de concentración, esa patria que regaron
de sangre, matando cerca de 1.000 personas a través de casi 20.000 atentados.
No son mis héroes,
para mí son lo peor que ha dado este suelo tan generoso de hombres y mujeres
que ofrendaron su ida por la libertad y los que aún lo hacen, desde allá por
las invasiones inglesas, siguiendo por la guerra de independencia, por los que
nos salvaron de la locura de esas lacras que nos quisieron imponer un gobierno
comunista, pasando por los bravos (e ignorados) de Malvinas, por las maestras
que dan clase en las escuelas rancho, por las mujeres que mantienen comedores
infantiles quien sabe cómo, por el médico de guardia en salas y hospitales
públicos, por el albañil que va a la obra y no a hacer cola para cobrar
subsidios, por el policía que se para en la esquina a protegernos.
Mientras
tanto, sólo van a juicio militares, policías y civiles que evitaron que
fuéramos otro territorio de ultramar de la Unión Soviética, viviendo como
condenados, pero casualmente, los que iniciaron esa guerra, porque fue una
guerra, así lo aceptó Firmenich, no una cacería de jóvenes inocentes, son libres
y muchos de ellos siguen recibiendo prebendas del mismo Estado del que se
quisieron apropiar.
La justicia se
representa por una dama con los ojos tapados, para dar a cada quien lo que se
merece, no uno sólo para castigar al políticamente correcto o al enemigo de
turno.
Pero la nuestra es
tuerta, ejemplos de ello descubrimos a diario, sólo hace falta abrir un diario,
son tantos los casos (uno más escandaloso que otro) que ya perdimos la cuenta y
la capacidad de asombro, mientras tanto, para crear una ilusión de estado de
derecho se castiga al más débil, al que no reacciona, lo ponemos en los medios,
los exhibimos como trofeos de caza, les
negamos la mínima atención médica a gente que pasa los 70 años, así parece que
actuamos, aunque muchos fallos no resistan el más mínimo análisis jurídico.
Volviendo al juicio
del Gral. Menéndez, ahora difunde
que existiría una carta enviada por Mons.
Angelelli en aquella época al Nuncio
Apostólico y, que aparentemente desenterrada ahora por el Vaticano, habría ayudado a demostrar la
culpabilidad de los acusados y por ende a condenarlos. Dicen los medios que en
ella el Obispo habría informado que
era amenazado por militares; quiero creer que decía algo más, porque yo, que no
tengo título en leyes y sólo cuento en mi currículum con un poco de cultura, sé
que el menos hábil (por no decir el más inútil) de los abogados penalistas
haría caer ese papel ya que de existir, y si ese es el contenido, no prueba absolutamente nada.
Todos los días me
pregunto qué podrían haber hecho
entonces, esos idealistas de haber podido alcanzar el poder por las armas, si
habiendo sido votados pretenden ir por todo y hasta acá se apoderaron de mucho.
De
lo que no tengo dudas, sobre nuestros gobernantes, legisladores y jueces, tan
eficaces muchos en mostrar a diario una gran capacidad para hilvanar fracasos,
escándalos y papelones de todo tipo, mientras desafían con malas artes al
mundo, es que son lobos rabiosos que ya ni se gastan en esconderse bajo la piel
de corderos.
Celina
Orlando Amoedo Ramírez
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
[1] La prevaricación, o prevaricato,
es un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro servidor público
dicte una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a
sabiendas de que dicha resolución es injusta. Es comparable al incumplimiento
de los deberes del servidor público. Dicha actuación es una manifestación de un
abuso de autoridad. Está sancionada por el Derecho penal, que busca la
protección tanto del ciudadano como de la propia Administración. Para que este
delito sea punible, debe ser cometido por un servidor o juez en el ejercicio de
sus competencias.
La misión de los jueces es la de aplicar el
derecho vigente al caso concreto. El ejercicio de esa función se denomina "jurisdicción". Es decir, la
esfera o el ámbito en el cual se puede desenvolver un funcionario judicial.
Cuando un juez se aparta voluntariamente de la aplicación del derecho al caso
concreto comete un delito del derecho penal que se denomina prevaricato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!