lunes, 11 de agosto de 2014

IRAK, ¿OTRA GUERRA PERDIDA?

por Ricardo Angoso
@ricardoangoso

¿Es la guerra de Irak una causa perdida condenada al fracaso para los occidentales y el gobierno fantoche que sostienen desde hace años? Cuando han pasado once años desde que Estados Unidos decidiera intervenir para evitar que el régimen Saddam Husein utilizase unas supuestas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron y que llevaron ante el patíbulo al dictador, Irak hoy se tambalea y los integristas del Estado Islámico de Irak y Levante, EIIL, podrían controlar ya el 50% del territorio iraquí.¿Será alguien capaz de revertir esta lógica militar ya innegable?


Incluso la hasta ahora estable región kurda del Norte de Irak se ha visto amenazada por este grupo y ha sufrido importantes reveses militares a manos de los yihadistas e integristas, cuya llegada al poder y conquista de Bagdad podría sumir en el caos y el desorden no ya solo a este Estado fallido, sino a toda la región. No en vano, Irán, Siria y los Estados Unidos aparecen ahora unidos en el mismo frente para derrotar a los yihadistas y evitar que su recién creada entidad territorial siga esparciéndose como una mancha imparable por toda la región. Ya se sabe, la política, cuando no la guerra, hace extraños compañeros de cama.

Si ya fue un error ocupar Irak, destruyendo todas sus instituciones incluyendo a las Fuerzas Armadas, no menos error fue por parte de Obama la precipitada retirada de las fuerzas internacionales que comandaban los Estados Unidos en este país. Aunque el coste en vidas humanas fue muy alto -más de 6.000, de los cuales casi 5.000 norteamericanos- más alto va a ser el coste en términos geopolíticos que puede suponer para todo el Oriente Medio una victoria del EIIL.

Este grupo ya no solo amenaza con llegar a Bagdad, pues apenas se encuentra a unas decenas de kilómetros, sino que apunta con implicar a Irán, a la región kurda y a los Estados moderados árabes en la guerra iraquí y sumir en un caos total a la zona. De lo que no queda duda es que tras la intervención norteamericana en Irak y después de la (casi) desaparición del Estado iraquí, este país no volverá a ser el mismo y es casi segura su desintegración en tres o cuatro unidades territoriales.

LA DESINTEGRACIÓN DE IRAK, CASI UN HECHO CONSUMADO

En primer lugar, los kurdos conservarán su región al coste militar y político que sea, ya que fue ganada  con sangre, sudor y lágrimas tras décadas esperando por llegar a tener una entidad nacional propia, tal como tienen ahora aunque todavía no es reconocida internacionalmente por nadie. Israel y los Estados Unidos ya han hecho tímidos anuncios de que un futuro podrían dar ese paso, algo que significaría un hecho histórico y daría pie, seguramente, a otros reconocimientos por parte de otros países occidentales. Este "estado tapón", además, serviría para frenar las aspiraciones de Irán en la zona, servir de soporte a israelíes y occidentales para controlar las reservas petroleras iraquíes y equilibrar estratégicamente la región.

Luego, y tal como estamos viendo, se está conformando un suerte de entidad nacional sunita controlada por los yihadistas y que es la que ahora está poniendo en jaquie al gobierno de Bagdad, que cada día que pasa está más debilitado, aislado en la escena internacional y regional por su falta de credibilidad y nada operativo debido a sus fuertes divisiones internas. Los sunitas se han sentido discriminados por los Estados Unidos y las autoridades que instalaron en Bagdad y así lo han hecho saber en contadas ocasiones, tantas que quizá ahora es irreversible que vuelvan por la fuerza de la cordura y el diálogo a sentarse en el ejecutivo iraquí. Seguirán siendo una minoría importante -podrían ser algo más del 40% del censo- pero no perderán la ocasión de hacer valer sus derechos por la fuerza y reclamar su espacio así sea por la fuerza de las armas.

La tercera entidad nacional que existe al menos sobre el papel es la que está representada por el gobierno legítimamente elegido de Bagdad, cuya supervivencia política a futuro está ligada al apoyo que le puedan dar los Estados Unidos e Irán. Sin esos dos importantes apoyos, las actuales autoridades de Irak lo tienen realmente difícil para seguir controlando el escaso 50% del territorio que ahora poseen y para seguir gozando de la legitimidad internacional de la que todavía gozan. Uno de los grandes fracasos de la comunidad internacional, pero especialmente de los Estados Unidos, lo constituye el hecho de que no hayan sido capaces de crear unas Fuerzas Armadas iraquíes fiables, capaces de controlar su territorio, garantizar la estabilidad del gobierno y asegurar el pleno funcionamiento de sus instituciones democráticas. De ese fracaso, constatado y conocido por casi todos los servicios de inteligencia operando en Irak, viene esta grave crisis. O, como se dice vulgarmente, de esos barros vienen los actuales lodos.

Finalmente, y esta no es un hipótesis que se deba descartar en el corto plazo, una mayor implicación de Irán en la crisis puede llevar a los iraníes a embarcarse en la creación de una entidad nacional chiíta, que son la mayoría de los iraquíes y que los rebeldes sunitas rechazan por apóstata, y que esta nueva nación ocupe una buena parte de los territorios que hoy están en manos de las legítimas pero debilitadas fuerzas del ejecutivo de Bagdad. Si se cumpliera este vaticinio, que no es una entelequia dada la volatilidad con que se suceden los acontecimientos en esta región, asistiríamos a una atomización de Irak de inciertos resultados y que provocaría una crisis de una magnitud desconocida hasta ahora.

¿OTRA GUERRA INEVITABLEMENTE PERDIDA PARA LOS ESTADOS UNIDOS?

La historia ha demostrado,  después de la intervención ordenada por George Bush contra Irak, en el año 2003, que nadie puede obligar a los ciudadanos renuentes a una democracia y que, como sostiene el pensador norteamericano William Pfpaff, esta idea es "intelectualmente insostenible así como políticamente imposible de alcanzar". Estados Unidos, si no cambian las cosas en las próximas semanas, parece condenado a perder otra guerra en Oriente Medio.


Desde 1945, año en que acabó la Segunda Guerra Mundial, hasta ahora el gobierno de Washington tan solo ha ganado las guerras contra la diminuta isla de Granada, en 1983, y la mantenida contra Panamá, en 1989, para detener al dictador Manuel Antonio Noriega, que más que una guerra fue el salto de una valla desde una base militar norteamericana y caminar manu militari hasta el palacio presidencial. Ojalá que los peores pronósticos no se cumplan, pero la tozuda realidad  se impone sobre el terreno y los yihadistas avanzan a paso rápido y firme sobre la capital iraquí. Las espadas están en alto, la guerra sigue.

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