Estimados Amigos:
Como lo informáramos oportunamente, el
domingo 22 de marzo de 2015 falleció en el Hospital Naval el señor Capitán de Navío de I.M. Antonio Ángel
Mocellini, el martes 24 de marzo se realizó su sepelio en un cementerio
privado del Gran Buenos Aires.
Un ataúd abrazado por la bandera de la
Patria, con su gorra y espada sobre el mismo, contenía sus restos mortales.
Ante la concurrida presencia de su familia, compañeros de promoción, camaradas,
amigos y allegados se desarrolló una emocionada ceremonia religiosa. El
sacerdote nos dejó un mensaje de profunda esperanza y resignación cristiana.
Luego de rezar el Padre Nuestro nos encaminamos desde la capilla hacia su
última morada.
Allí pronunciaron palabras de
despedida el señor presidente de la comisión de la Promoción 86 y un compañero
que fuera Jefe de Estado Mayor de la Armada, ambos coincidieron en los valores
y virtudes del Capitán Mocellini y mencionaron que fue abandonado por las
autoridades judiciales que justamente debían velar por su bienestar y salud.
Los jueces Rosanski y Álvarez del TOF1 de La Plata le negaron la internación
hospitalaria cuando más la necesitaba y de esa manera poder preservar su salud.
De este tema ya repetitivo en los
detenidos por supuestos delitos de lesa humanidad, deberían tomar debida nota y
cumplir con su responsabilidad las más altas autoridades del Poder Ejecutivo y
del Poder Judicial. El fallecimiento del señor Capitán Mocellini no es un caso
aislado… ya son 288 los fallecidos en prisión, la mayoría de ellos por no
recibir la asistencia médica adecuada y a tiempo. Cuando los llevan a los
hospitales es porque no quieren que mueran dentro de los penales, lo hace a último
momento y cuando ya no les queda otra salida que la muerte. El estado o mejor
dicho las autoridades competentes están cometiendo el delito de abandono de
persona.
Sinceramente,
Pacificación
Nacional Definitiva
Por
una Nueva Década en Paz y para Siempre
Palabras
de despedida del presidente de la comisión de la Promoción 86 de la Escuela
Naval Militar
Nuevamente la ocasión del
fallecimiento de un amigo nos congrega en este lugar para darle su última
despedida. Hoy más difícil que nunca. Porque Antonio fue un admirable amigo de
todos, pero principalmente porque su deceso ocurre en circunstancias por demás
injustas que todos cuantos estamos aquí no podemos menos que deplorar con
profundo dolor.
Cuando debió de gozar con felicidad de
la paz del retiro, debió afrontar la ignominia de verse privado de su libertad
y de los derechos más elementales, independientemente de que estos estuvieran
consagrados por la Constitución y leyes vigentes. Denunciado a la justicia por
haber cumplido fielmente su deber de hombre de armas al servicio de la Patria.
Execrado por haber empuñado las armas en cumplimiento de mandatos legítimos,
para combatir la delincuencia terrorista que asolaba al país tratando de
imponer ideologías destinadas a anular libertades y derechos inalienables
firmemente enraizados en nuestra nacionalidad.
Encarcelado en condiciones que
resultan aún impensables para delincuentes comunes, cercenados los derechos que
todo mundo civilizado reconoce como indispensable para personas de su edad.
Porque se le llegó a negar la asistencia médica, conformando una situación que
más se parece a una dolorosa venganza, que lamentablemente cobró sus frutos,
que a la simple privación de la libertad.
Nuestro espíritu no puede menos que
verse desgarrado por el dolor de ver cómo le pagó el país a quién, con total
desprendimiento y valentía, puso en grave riesgo su vida combatiendo en defensa
de los valores trascendentales que los fundadores de la Patria consagraron como
de importancia vital para la mera existencia de la Argentina. No fue por
ideologías extrañas ni por eslóganes políticos. No fue tampoco al amparo de
banderías sectoriales o corporativas. Fue para que no se corroyeran los
fundamentos de nuestra nacionalidad, y al mismísimo amparo de los colores de
nuestra enseña patria.
Con profunda vergüenza tengo que
presenciar como un Oficial Superior de la Armada arriba a su último destino sin
que le sean rendidos los honores militares a los que se hizo acreedor por su
impecable y aleccionador desempeño a lo largo de casi 40 años de servicios. Su
descenso a la tierra no será acompañado por el toque de Silencio. No habrá
Guardia Militar que dé cuenta que perteneció a la Armada Argentina. Solo tu
espada Antonio. Nosotros, que te conocimos muy bien, damos fe que la llevaste
con honor. Eso será suficiente. Por el momento.
Quiero dirigirme ahora, para terminar,
a Liz, a Valeria y a Rodolfo. Hoy queda un vacío en el seno de vuestra familia.
Vacío que yo quisiera llenar con palabras, pero sé que eso es imposible. Me
queda entonces dejarles un recuerdo que pasado el tiempo acerque un poco de
calor a vuestros corazones. Es por eso que quiero transmitirles especialmente
esto que es el testimonio de lo que siente la Promoción 86 de la Escuela Naval,
para que a partir de hoy y pasado el tiempo sea portador de esa calidez que
ahora parece definitivamente ausente pero que, no lo duden, volverá y estará
presente cada vez que recuerden a un esposo y a un padre como lo fue Antonio.
Saludo con profundo respeto a un
marino que se va.
Señor Capitán Mocellini, querido amigo
descansa en paz.
Capitán de Navío de I.M. Don Antonio
Ángel Mocellini.
¡¡¡PRESENTE!!!
José Luis Tejo
Contraalmirante (RE) VGM
Adiós
a un Amigo y Soldado de la Patria
No es fácil despedir al Capitán de
Navío de I.M. Antonio Ángel Mocellini. No es un señor o un amigo más.
Como señor fue un ejemplo de dignidad,
mostrando como actúa un Capitán de Navío de I.M. ante la adversidad, ante la más
ruin de las bajezas, perseguido por haber combatido por la Patria cuando esta
se lo requirió.
Como amigo diré simplemente que pese a
nuestras distintas orientaciones, compartimos durante largos años no solo la
vida en la Escuela Naval Militar, sino que lo hicimos con la familiaridad y la proximidad
que nos dio el hecho que él para la Armada era el 714 y yo el 715.
Soldado íntegro, en el campo militar
supo desempeñarse en todos los desafíos que le presento la milicia, quiero
resumir tu vida castrense resaltando tres hechos: tu acción como Segundo
Comandante del Batallón 3 de I.M. en la guerra antisubversiva, cuando en
combate abierto, lo hizo con las armas en la mano en las posiciones de más
riesgo para proteger a sus subordinados, acción por la cual en una parodia de
justicia ha sido perseguido juntamente con otros camaradas; como Comandante del
Batallón 4 de I.M. en Tierra del Fuego, durante el despliegue al sur de 1978 y
finalmente en la Guerra de Malvinas cuando recibió el desafío de montar y
coordinar la operación encubierta que nuestro país decidió ejecutar contra la
flota británica en Gibraltar. Por ello mi admiración.
Su preparación intelectual y su
integridad quisieron que su colaboración fuera requerida luego de retirado en
distintos ámbitos, como profesor y como hombre de dirección.
Pero las circunstancias políticas de
nuestro país lo convirtieron a él en un ejemplo real de la persecución que se
ensañó contra los militares, en forma tal que se le niega el debido proceso, mostrando
que para ellos no hay justicia: hay venganza y ensañamiento, ejecutada en este
caso por los jueces Carlos Rosanski y César Álvarez del Tribunal Oral Federal N°
1 de La Plata, quienes le negaron la debida internación hospitalaria en el
momento necesario.
Antonio Ángel Mocellini, como
argentino, como marino, como almirante, como compañero y como amigo, te
agradezco por lo que hiciste por nuestro país y todos nosotros.
Querida Liz, queremos que vos y tu
familia, aún en el dolor, sepan que Antonio fue un grande y que mientras
existan hombres como él, en nuestro país podemos tener esperanzas de recuperación.
Enrique E. Molina Pico
Almirante (RE) VGM
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