Estimados Amigos:
Un gusto agrio nos quedó en la
boca después de leer la entrevista a Sergio Bufano efectuada por una periodista
de La Nación.
Por haber ganado la guerra armada
y luego de perder la llamada guerra de cuarta generación o guerra de acción
psicológica, los miembros más jóvenes de las fuerzas legales que participaron en la guerra armada han sido perseguidos,
investigados, algunos juzgados y condenados, otros aún en juicio o espera del
mismo. Al igual que los jerarcas terroristas los oficiales de mayor jerarquía,
especialmente el Teniente General Perón cuatro veces presidente de la Nación,
han fallecido y no pueden asumir las responsabilidades. Las que asumieron en un
determinado momento histórico… su lugar hoy es ocupado por quienes eran jóvenes
oficiales, suboficiales, cabos y hasta soldados, también existen civiles; todos
ellos en prisión y con más de 300 fallecidos en cautiverio.
Hoy más que nunca decimos que se
acabe esta venganza encabezada por algunos miembros del poder de turno,
seguidos por el resto de la población seducidos por el flautista de
Hamelín… Es hora de concordia, reconciliación y justicia histórica, es hora de
aprender de nuestros errores y el próximo presidente de la Nación convertirse
en el estadista histórico que pacificó a la Patria. Una amnistía amplia y
generosa que abarque a todas las personas involucradas en la lucha fratricida y
también al personal judicial que posibilitó la parodia de los juicios de “lesa
humanidad”, dejar de lado la soberbia, reconocer las equivocaciones y reparar
los daños cometidos en pos de un futuro mejor y digno de ser legado a las
generaciones que nos seguirán en el corto camino de la vida.
Sinceramente,
Pacificación Nacional Definitiva
por una Nueva Década en Paz y para Siempre
SERGIO BUFANO. "LOS GRUPOS ARMADOS NO ESCUCHAMOS EL LLAMADO A LA
PAZ DE LA SOCIEDAD"
Por Astrid Pikielny | Para LA NACION
Foto: Patricio Pidal/AFV |
“Prefiero asumir las cosas que
hicimos con todas sus consecuencias:
las muertes, los asaltos y ciertas violaciones a los derechos humanos. Porque mantener secuestrada a una persona
durante un mes en condiciones paupérrimas -no importa si era un banquero, un
empresario o un militar- era una violación a los derechos humanos”.
Lo dice Sergio Bufano, periodista, escritor, militante de la izquierda en
los 70 e integrante de las Fuerzas
Argentinas de Liberación (FAL), una organización de extracción marxista.
Bufano es codirector de la emblemática revista Lucha Armada en la Argentina y coautor, junto a Lucrecia Teixidó, de Perón y la Triple A. Las 20 advertencias a Montoneros
(Sudamericana). El libro, de reciente publicación, desmonta dos mitos que
circulan a modo de verdades: que Juan Domingo Perón fue totalmente ajeno a
creación de la Triple A y que el Plan Cóndor, que coordinaba acciones
represivas en el Cono Sur, comenzó después del golpe militar del 76.
Durante su exilio en México
fundó, junto con otros intelectuales argentinos de origen marxista y peronista,
la revista Controversia. Veinticinco
años después, con un grupo de militantes e intelectuales de izquierda, crearon Lucha Armada, destinada a repensar
críticamente -lejos de toda nostalgia y autocomplacencia- la relación entre política y violencia en la Argentina.
-¿Cuándo y cómo surge el mito de que Perón nunca tuvo nada que ver con
la Triple A?
-A partir de la muerte de Perón empieza a moldearse el mito, la mentira, en realidad, de que Perón nunca
había tenido nada que ver con la Triple A. Esa mentira tiene su origen en salvaguardar la imagen del general
Perón, que en las primeras dos presidencias había logrado justicia social
muy importante dentro de una democracia bastante autoritaria, pero que cuando
vuelve crea un sistema político ya no autoritario, sino muy represivo.
-¿Quiénes construyen y alimentan ese mito?
-Lo construyen tanto la izquierda
como la derecha. Para alguien que gritó “la
vida por Perón” y que, en muchos
casos, dio la vida por Perón, es muy
difícil reconocer que ese hombre al que admiraban se convirtió de golpe en
alguien que los mandaba a matar. Para la izquierda peronista es un dolor grande
hacerse cargo de eso. Y la derecha peronista defiende a Perón en todas las
oportunidades que pueda y justifica el accionar de la Triple A. Nosotros tomamos doce meses clave en donde
se demuestra la participación de Perón directamente en el crimen masivo que se
comete: desde el 20 de junio de 1973, con la llegada de Perón y el tiroteo
en Ezeiza, hasta el 1° de julio de 1974, el día en que Perón muere. No
contabilizamos sólo los muertos, sino los actos de violencia que incluyen ir y
ametrallar el local de los sindicatos clasistas, de los radicales o del Partido
Socialista de los Trabajadores, que no tenían nada que ver con la violencia.
-También hay un limbo sobre algunos actos de violencia que no fueron
firmados por nadie y que suelen ser atribuidos a la Triple A. ¿Cómo saberlo,
no?
-Es imposible saberlo porque la
Triple A no era una organización piramidal. Eran grupos que actuaban en forma
dispersa. Existían cinco jefes de la Triple A, y los cinco fueron nombrados o
ascendidos por el presidente Perón. Fuimos al Boletín Oficial y está la firma
de Perón ascendiendo a (José) López Rega de cabo a comisario general y
nombrando a (Rodolfo) Almirón, (Juan Ramón) Morales, (Alberto) Villar y (Luis)
Margaride. Si los cinco jefes de la
Triple A fueron nombrados por Perón con su firma, qué dudas caben.
-¿Por qué Perón impulsa y avala la creación de la Triple A? ¿Lo hace
para perseguir opositores y resolver la interna peronista?
-Perón tenía el 62% de los votos
y el radicalismo tenía alrededor del 30%. En total, más de un 90% de la
sociedad votó en octubre del 73 por la paz y por la democracia. Y los grupos armados no supimos escuchar
ese llamado que nos hacía la sociedad porque la aspiración de los grupos
armados no era la democracia, sino la revolución. Ahí es donde Perón toma
una elección equivocada porque contaba con el apoyo no sólo del 62%, sino de
toda la sociedad. Contaba con todos los
recursos que la Constitución le otorgaba para reprimir a los grupos armados con
la ley. Pero a él se le escapa de las manos y recurre a esa estrategia de
eliminar a los opositores, incluso equivocándose, porque autoriza a los
sindicatos a salir a matar, y matan a gente del Partido Comunista que había
apoyado a Perón y matan a militantes del Partido Socialista de los
Trabajadores, que era una organización no armada, pacífica, que lo único que
disputaban eran los sindicatos. Perón
toma esa decisión funesta de reprimir sin utilizar la ley. Y además hubo una
enorme hipocresía.
-¿Por qué lo dice?
-Tomemos el asesinato de Rucci por parte de la llamada izquierda
peronista. Hay una situación muy curiosa que es la reunión en la que Perón recibe a todos los miembros de la
juventud: están en la misma casa Roberto Quieto, Mario Firmenich y todos los
dirigentes montoneros y también los miembros de la derecha, Julio Yessi,
(Alberto) Brito Lima, (Alejandro) Giovenco. Montoneros dice: “Nosotros
somos la mayoría en la juventud, nosotros seguimos su palabra” y
mientras tanto, a un kilómetro de ahí, en otra casa, Montoneros está preparando el asesinato de Rucci. Mientras Giovenco
y Brito Lima decían: “Nosotros somos los verdaderos
representantes, queremos crear canchitas de fútbol”, ya habían
registrado a quién iban a matar frente a cualquier episodio de violencia. Enrique Grinberg es asesinado 24 horas
después de la muerte de Rucci como represalia. Perón sabía que ahí estaban concentradas todas las violencias, así
que esa reunión es una especie de gran monumento a la hipocresía.
-El libro recoge las 20 advertencias de Perón a Montoneros. ¿Cómo las
sintetizaría?
-En realidad es un solo mensaje
que se repite con distintas palabras, pero intrínsecamente es “quítense
la camiseta peronista, ustedes no son peronistas, afíliense al Partido
Comunista, a los partidos socialistas, no usen más la camiseta peronista”.
El último discurso tan hermoso, que dice “llevo en mis oídos la maravillosa voz del
pueblo”, no es el último discurso. En privado, pocos días después, se
reúne con los jerarcas sindicales y les dice: “Vamos a tener que aplicar un
poco más de violencia”. Esa frase nefasta no es una advertencia, es una
amenaza. Él, con los recursos
constitucionales que tenía, ¿por qué no le dice a la Policía, al Ejército, que
la Constitución les garantizaba que podían actuar? Una de las preguntas que
nos hacemos es por qué elige a Isabel
como vicepresidenta. El peronismo tenía cuadros importantes, desde Luder hasta Cafiero, cuadros que no eran
montoneros ni cercanos a montoneros. Creemos que él la elige primero como
una forma de “o soy yo, o no es nadie, acá se cierra un ciclo”.
-El kirchnerismo repone una mirada acrítica de los 70, con una juventud
idealizada y heroica. ¿En qué medida eso ayuda u obtura la posibilidad de una
revisión profunda sobre la época?
-Cuando empezamos con la revista Lucha Armada veíamos con temor
y preocupación el hecho de que había muchos jóvenes que miraban con enorme
agrado a la generación setentista: el heroísmo, el desprecio por la vida, el
morir por la revolución y por ideales superiores. Eso nos preocupaba, primero, porque no es cierto y, segundo, porque no
es un buen ejemplo. Al principio la revista produjo un terremoto. Era
mirada con desconfianza por los que creían que era una revista nostálgica y era
mirada con sospecha por viejos militantes que pensaban que nosotros estábamos
tirando por tierra nuestra propia autoestima. Ahí se juega el tema de la
traición: si vos criticás mucho a la
guerrilla de los 70, estás en la cornisa y muy cerca de “traicionar los viejos ideales”. Después algunos se atrevieron
a reconocer que nos habíamos equivocado
y que tomar las armas había sido un error gravísimo. Y empezaron a escribir
prestigiosos intelectuales, como Hugo Vezetti, Pilar Calveiro, Oscar Terán,
Luis Alberto Romero.
-¿Temían que fueran considerados conversos?
-Exactamente. “¿Cómo van a criticar a los muertos si ellos
no pueden responder?”, nos decían. Pero, ¿cómo se escribe la historia? Se
escribe criticando a los muertos. ¡Claro
que no pueden responder! Con ese criterio tampoco podríamos hablar de Napoleón, de San Martín, de Belgrano. Creo que la revista
contribuyó a abrir ese camino de la mirada crítica hacia la guerrilla
setentista. No éramos los únicos, por supuesto, había otra gente como Pilar Calveiro y Héctor Schmucler, que
para mí son dos modelos de crítica al setentismo.
-También fueron acusados de actualizar la teoría de los dos demonios.
-Sí, ésa fue una de las
principales acusaciones. Yo creo que acá no hay demonios ni ángeles. Lo que hay es una situación histórica.
En los primeros tiempos, sobre todo en la transición democrática del
alfonsinismo, todos éramos inocentes, víctimas de la dictadura. Eso tenía un motivo y tenía que ver con
cierta estrategia jurídica en el Juicio a las Juntas. Nadie decía si era del
ERP o de FAL.
-Una estrategia que incluía borrarles a los militantes su condición de
actores políticos.
-Exactamente. Éramos víctimas. Y
es cierto que además fuimos víctimas porque los militares tenían fuerza,
tanques, aviones, cuarteles. Cuando las Fuerzas Armadas fueron perdiendo peso
después de los últimos levantamientos recién entonces fue posible decir “nosotros actuamos en la guerrilla, tomamos
las armas”. Hoy es posible decirlo sin que esta noche vengan a golpear la
puerta y nos lleven presos.
-¿Qué le respondería a los que afirman que algunos miembros y jerarcas
de las organizaciones armadas también deberían rendir cuentas de sus crímenes y
del dolor producido ante la Justicia?
-La mayoría de los dirigentes
están muertos. Ya no pueden responder nada sobre su responsabilidad en ese
período. Ya no es posible exigirles ninguna respuesta. Podemos criticarlos, sin
duda, y cuestionar sus decisiones. En cuanto a los que sobreviven me pregunto: Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja, los que
ordenaron una contraofensiva que culminó con la muerte de jóvenes que caían en
las fronteras antes de entrar a la Argentina, ¿serán capaces de hacerse
cargo de esa matanza, ocurrida mientras
ellos se beneficiaban del exilio y actuaban como estrategas lejos del campo de
batalla? Estoy convencido de que nunca lo harán, porque la soberbia les
impide reconocer conductas que difícilmente puedan justificar. Un ejemplo es
que todavía no se hacen cargo del crimen
de José Rucci, a pesar de que todos sabemos que fueron los responsables.
-En su caso, ¿hay asunción de responsabilidad o además hay
arrepentimiento?
-A mí no me gusta la palabra “arrepentimiento”. Yo soy ateo, no soy
creyente. Al arrepentido lo vínculo con el dogma católico. Algo que es muy
fácil además: voy, me confieso delante del sacerdote y me da la absolución, que
es lo que hizo Videla hasta morirse. Prefiero
asumir las cosas que hicimos con todas sus consecuencias: las muertes, los
asaltos y ciertas violaciones de los derechos humanos. Porque mantener
secuestrado a un personaje -no importa si era banquero, empresario, militar-
durante un mes en condiciones muy paupérrimas era una violación de los derechos
humanos.
-¿Cómo hacer una revisión crítica del pasado cuando, por un lado, hay
una visión acrítica de los 70 y, por el otro, está el silencio de los militares
que ocultan las listas de fusilados y el destino de los cuerpos?
-El año pasado declaré en la
megacausa de La Perla, en Córdoba. El que me citó como testigo fue uno de los
represores: (Ernesto) “Nabo”
Barreiro, que quería que dijera si había habido guerra. Si hubo una guerra hubo
dos contendientes y no hubo un Estado aplicando la represión sobre grupos
armados de civiles. Lo que dije delante del tribunal es: “Si no se hacen responsables de lo que hicieron, ¿cómo se puede empezar
a conversar sobre una posible reconciliación o amistad? Todavía hay chicos
desaparecidos que viven y que fueron apropiados cuando eran bebés. Todavía hay
familias que buscan los restos de sus hijos y ustedes saben dónde están”.
Si yo un día tuviera poder de decisión sobre este tema, primero deberían decir
dónde están los cadáveres y dónde están los chicos que todavía no saben que
tienen una identidad falsa. Recién entonces podríamos empezar a conversar.
-¿Coincide con Cristina Kirchner cuando dice que ella es “el gobierno de los derechos humanos”?
-No. Si alguien ha boicoteado una causa tan noble como la de los
derechos humanos es el Gobierno, a partir de algunas figuras muy particulares.
Creo que Hebe de Bonafini es una de
las que más daño le ha producido a la causa de los derechos humanos. Por todo
lo que dice, por sus actitudes fascistoides, por sacarse una foto con Milani. Y
que el Gobierno utilice una causa como
ésa para hacer política creo que es un error, aunque le ha dado muy buenos resultados.
Los juicios se siguen prolongando y muchos pueden ahora convertirse en adalides
de los derechos humanos y levantar una banderita. Incluso muchos de los que en
los ‘70, durante la época de Perón, estaban vinculados a la violencia estatal.
UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN BUFANO
¿CUÁNDO COMENZÓ EXACTAMENTE EL PLAN CÓNDOR DE COORDINACIÓN DE LA
REPRESIÓN?
Empezó en febrero del 74 cuando Perón era presidente. Se reúnen acá
los principales oficiales de inteligencia para crear una acción común. No es el
Plan Cóndor todavía -ese nombre se lo van a poner después en Chile-, es el
proto Cóndor. Perón se reúne con todos
los dictadores de la región: primero con Pinochet, después lo va a visitar a Stroessner, lo recibe a Banzer
de Bolivia y a Bordaberry que era un
títere de los militares uruguayos. Se
reúne con todos y crean lo más tarde se va a llamar Plan Cóndor. En esa
reunión se decide que hay que empezar a actuar ya mismo contra los grupos de
izquierda, no sólo grupos armados, sino todos. Los refugiados chilenos que
escapan de la dictadura en algunos casos son devueltos en la misma cordillera.
En otros casos son detenidos acá en Ezeiza. Dos militares brasileños que
escapan de la dictadura brasileña llegan a la Argentina, los detienen, los
mandan a Brasil y los matan. La coordinación de la represión entre las
dictaduras funcionaba perfectamente. Lo curioso es que este país tenía un
presidente elegido democráticamente.
MANO A MANO
UNA VIDA MARCADA POR LOS AÑOS 70
La de Sergio Bufano, como tantas
otras vidas de esa generación, parece marcada por los años setenta. Primero fue
militante de FAL y luego, a partir
de 1976, se integró al OCPO
(Organización Comunista Poder Obrero) que tenía fuerte arraigo en los
sindicatos en Córdoba y Rosario. Hoy lamenta esa decisión porque cuenta que él
y sus compañeros eran más mesurados, propiciaban más la “propaganda armada” que enfrentamientos armados abiertos, con
sangre. Su hermano, Miguel Ángel Bufano,
delegado obrero de la fábrica Miluz y militante de Política Obrera, fue asesinado por la juventud sindical peronista,
más precisamente por el sindicato del plástico entonces conducido por Jorge Triaca. Por esta causa ha
declarado varias veces en la Justicia. Durante su exilio en México, participó
de la fundación de la revista Controversia junto a Juan Carlos Portantiero, José Aricó, Héctor
Schmucler y Oscar Terán, entre otros. De regreso al país, la mayoría de
ellos se recicló en el Club de Cultura Socialista, una usina intelectual y
política de referencia durante la transición democrática, cercana al
alfonsinismo. Ha escrito cuentos, novelas, ensayos y artículos periodísticos. Y
todos ellos sobrevuelan los setenta.
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota
original.
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