08/07/2015
Por Mauricio Ortín
El pueblo griego,
mayoritariamente, votó por no aceptar el ajuste propuesto por la Unión Europea.
Pretende que el resto de los países socios (mejor dicho, los contribuyentes de
esos países) siga financiando al Estado en su política económica de gastar por
encima de lo que su economía genera. El Estado griego está en una virtual
quiebra desde hace tres años; no tiene euros para pagar los servicios de su
inmensa deuda con Europa, ni para hacer frente al gasto público interno. Si la
sangre no ha llegado al río todavía es porque los europeos (fundamentalmente,
los alemanes) rescataron sucesivamente a los helenos con 240.000 millones de
euros frescos a cambio de que hicieran los deberes. Esto es recortar el gasto
público a niveles compatibles con su realidad económica. No se puede tener el
estándar de vida de un alemán promedio con la productividad de un griego
promedio, así de simple. No se trata de justicia social, ni de derechos humanos
sino de simple aritmética. Los alemanes no gozan de un mejor pasar por
casualidad sino porque hacen las cosas mejor que otros. Es cierto que Europa
–como dicen los que están en contra del ajuste- tiene parte de culpa en la
crisis griega por prestarles más dinero del que podían devolver; pero, más
responsabilidad la tienen los griegos, quienes solicitaron, recibieron y
despilfarraron el dinero.
Alexis Tispras |
La comunidad europea
se enfrenta a dos alternativas que son de hierro. Una, despedirse del dinero
que les debe Grecia expulsándola del Mercado Común Europeo; la otra, seguir
depositando dinero en ese barril sin fondo. Por su parte, el gobierno de
Tispras y el resultado del referéndum quieren más dinero, seguir en el euro y
no hacer ningún ajuste sino todo lo contrario (el chancho, la chancha y la
máquina de hacer chorizos). El ajuste que debe hacer Grecia, como el que hace
aquel que recorta sus gastos porque merman sus ingresos o no encuentra quien le
financie su tren de vida, más que una disquisición de científicos de la
economía es una cuestión elemental para el almacenero de la esquina. Asumir su
realidad económica y no financiar el bienestar público parasitando a otros es
el único camino para salir de la crisis. El Estado griego debe gastar menos y
bajar la carga impositiva para que ese dinero fluya naturalmente a los
individuos que son los que crean la riqueza. El principal responsable de la
pobreza en cualquier lugar del mundo es el Estado. Veamos un ejemplo cercano.
La empresa estatal Aerolíneas Argentinas (léase, los contribuyentes) pierde dos
millones de dólares diarios que se intenta justificar con el cuento de que “Aerolíneas es nuestra”. Ahora bien,
vaya uno a viajar sin pagar el pasaje y a ver cómo le va. Los únicos que viajan
gratis en avión son los políticos. Cristina, incluso, fleta un avión a Río
Gallegos sólo para que le lleve los periódicos. LAN Chile es el ejemplo
contrario. Una empresa privada que presta un mejor servicio, que tiene
superávit y, además, contribuye al fisco. En la Argentina, los sojeros, los
albañiles, los peluqueros, los taxistas y todos los que generan riqueza real
solventan el despilfarro que hace el kirchnerismo para comprar votos y decir
que es el mejor gobierno de la historia. En Grecia, en cambio, la gallina de
los huevos de oro helénica hace rato que dejó la sala de terapia intensiva y
cambió la guitarra por el arpa. En tales circunstancias, el referéndum a favor
del “no”, convocado y ganado por el
gobierno de Tispras, constituye una clásica huida hacia adelante. Un cínico y
desesperado intento de “correr con la
vaina” que se parece mucho al vergonzoso festejo con el que el Congreso de
la Nación recibió el anuncio de la
suspensión del pago de la deuda pública, o las balandronadas contra el juez
Griesa. A semejantes conductas hay quienes las califican como actos de “dignidad nacional” cuando no son otra
cosa que chantajes y desfalcos. Dicen que la mentira tiene patas cortas. No es
así. El éxito de los políticos populistas refuta acabadamente tal dicho
popular. Dicen, también, que “el crimen
no paga”. Tengo mis serias dudas al respecto; las que se despejarán después
de octubre.
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