Su discurso del
12/10/2015 fue una relación de buenas intenciones y yo, que he sido crítico de
muchas de sus actitudes en el pasado, he querido creerle. Hay dos frases en él
que me llegaron hondamente pues jamás las había escuchado de un político, una
es: “La
política no es el escenario para engañar a la gente con datos falsos; quiero
pedirles que nuestro lugar de encuentro sea la verdad”, la otra: “Este
Gobierno combatirá la corrupción, no habrá tolerancia”; pero es la primera la que da sustento a la
segunda.
Nada se puede hacer,
y es menester que los argentinos empecemos a creer fervientemente en esto, si
la verdad no respalda cualquier acción.
A cincuenta días de
su asunción como presidente y haciendo caso a su pedido -también expresado en
su discurso- “[quiero que] nos avisen,
alerten cuando nos equivocamos, que participen”, me veo en la obligación de
decir que en su equipo de gobierno hay funcionarios que, si no son mentirosos,
el miedo del que hacen gala los descalifica para llevar adelante la ideas que
Ud. ha expresado.
Esto sucede en el
ámbito del ministerio de justicia, concretamente en el área de derechos humanos
que ante la aseveración de un funcionario porteño que dijo que no era cierto
que los “desaparecidos” fueran
30.000, el responsable del área, Claudio
Avruj, escandalizado, rasgó sus vestiduras, y aseguró, soslayando la
verdad, que siendo 30.000 un número emblemático, como tal hay que aceptarlo.
En verdad, lo único
emblemático que hemos visto en más de treinta años es que ese número ha servido
tanto para dividir a los argentinos como para que, en épocas que espero su
gobierno supere, un grupo de avivados hicieran pingües negocios con él.
Negocios que, sospechados de corrupción como son, tarde o temprano su gobierno
deberá investigar si es consecuente con lo que ha dicho respecto de cómo
tratará a la corrupción.
Que el secretario de
DD.HH. se haya sentido violentado, o quizás sea mejor decir atemorizado, por la
discusión que se ha entablado respecto a esto, no justifica sus esquivas
actitudes.
No tengo dudas, Sr.
Presidente, que Ud. conoce el porqué de la política de DD.HH. que implementaron
los gobiernos inmediatamente anteriores al suyo y cuanto de falaz tuvo el
relato en que se sustentó. Que hoy su secretario de DD.HH. resuelva sostener la
mentira, sea por miedo o por convicción, solo trae como consecuencia que los
argentinos comencemos a dudar de las palabras presidenciales ya que alguien que
debería conocer en profundidad el tema opta por seguir la política de
enfrentamientos que Ud. prometió, en un momento, desarticular.
Tiene razón Darío Lopérfido al decir que no hubo
30.000 desaparecidos. Ninguna lista elaborada, ni siquiera las que se han hecho
oficialmente llega a un tercio de esa cantidad, pero es cierto que aunque solo
sea real ese 30%, nadie puede quitarle dolor ni llanto a ese número, como nadie
puede quitarle dolor y llanto a los más de mil quinientos asesinados por la
guerrilla -hombres, mujeres y niños, civiles, militares- que, siendo parte
también de la guerra que sufrimos, jamás han sido tenidos en cuenta ni por el
estado, porque no le convenía, ni por la sociedad, por temor y vergüenza, ya
que no había lugar para ellas en la historia adulterada de los años setenta que
pretendían imponernos.
Tiene Ud., Sr,
Presidente, la oportunidad de cerrar las heridas que después de cuarenta años
siguen abiertas. Pero eso solo lo logrará con la verdad y no con un secretario
cuya política consiste en “engañar a la
gente con datos falsos” solo porque considera un número falaz como dato
emblemático.
Dios guarde a Ud.
José
Luis Milia
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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