Cumplieron 61 años de
casados en diciembre pasado. Fue un viernes, por suerte día de visita, y
pudieron verse. Transitando sus últimos años de vida mis abuelos se vieron
obligados a vivir encerrados en su hogar. Hoy están separados por decisiones de
jueces que sólo ven causas y no personas. Con una intachable carrera de 40
años, en la que no hay quien dude de su integridad como persona y profesional,
mi abuelo hasta tuvo el honor de haber sido designado para representar nuestro
país en el exterior. Pese a estar procesado por la ley civil no le son
reconocidos ni los derechos y garantías de nuestra Constitución, ni derechos de
la Convención Interamericana de DD.HH. de las personas mayores, ni de
documentos de organismos internacionales a los que el Estado argentino
subscribe. Con un año y nueve meses de prisión preventiva domiciliaria, su
encarcelamiento en un penal común comenzó el mismo día de su cumpleaños número
88. Desde hace cuatro meses es el "reo" más anciano de las cárceles
del país, hoy alojado en el penal de Ezeiza. Pocos días atrás cumplió dos años
de prisión preventiva, prorrogada un año más por no tener fecha de juicio
cierta. La precariedad edilicia, mobiliaria y de atención medica que el S.P.F
puede brindar a personas de avanzada edad, donde los riesgos de una muerte
súbita son aun mayores, no parece importar a nuestros parciales jueces, y hasta
hacen caso omiso de su pérdida de 12 kilos, debilitamiento y depresión por la
angustia de su situación.
Carlos Saini es un
abandonado del Poder Judicial. Ya los lectores habrán vislumbrado que tal
maldad y parcialidad de la aplicación de las leyes solo está asociada a la de
un procesado por lesa humanidad. Mientras tanto, mi abuela lo espera, como una
novia de la patria.
Eugenia Brizuela
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