"En este país vos podés ir en cana
por cualquier motivo,
incluso sin ningún motivo; pero, por corrupto, jamás".
Tato Bores
El mundo entero, aún en medio
de las tormentas que están sacudiendo a los Estados Unidos (por las duras
primarias), a España (por la imposibilidad de constituir gobierno), a Europa
(por la inmigración y la posibilidad de que el Reino Unido abandone la Unión),
a Bolivia (por el fracaso de Evo Morales en su reelección eterna), a Medio
Oriente (por la guerra contra el ISIS), etc., ha vuelto la juventud gracias a
los brasileños y los argentinos que, con posturas radicalmente opuestas, le
hemos hecho recuperar la capacidad de asombro.
La Justicia de Brasil, un
país cada vez más inmerso en el escándalo del "Petrolão" (que también
involucra a nuestros próceres Zaninni, de Vido, y Ferreyra, dueño de
Electroingeniería), actuó rápidamente ante la confesión de un Senador
arrepentido, Delcidio Amaral, ex jefe de la bancada del PT en la Cámara, quien
dijo que tanto Luiz Inácio Lula da Silva cuanto la propia Dilma Rousseff están
involucrados en la corrupción originada en contratos de la estatal Petrobras
con las mayores empresas constructoras (funcionarios y propietarios y gerentes
de éstas se encuentran ya en prisión), y en la madrugada del viernes ordenó la
compulsiva comparecencia nada menos que del ex-Presidente; desde el sur,
resultó aleccionador que lo hiciera mientras todos están en el poder, cuando
aquí sólo se lo hace después. Lula, y su hijo Lulinha, están sospechados de
haberse enriquecido hasta el hartazgo, y se les atribuye la propiedad de
inexplicables inmuebles, grandes fazendas incluidas.
Luego de eso, la situación de
Dilma, que ya se encontraba muy complicada por "maquillar" las
cuentas públicas y por la financiación ilegal de su campaña presidencial (¿le
suena conocido?), se tornó casi terminal. Es muy probable que, si no presenta
la renuncia, sea destituida mediante un juicio político, porque ya ni siquiera
cuenta con el apoyo de su propio partido, el PT, como quedó demostrado con su
conspicua ausencia en el aniversario de su fundación, ni del PSB, un importante
aliado parlamentario.
En un marcado contraste,
Argentina sigue sorprendiendo al globo, aunque no a sus propios ciudadanos,
acostumbrados desde siempre a que aquí las disputas políticas y el exceso de
conocimientos que complican al poder de turno terminen en extraños suicidios:
Rodolfo Echegoyen, Horacio Estrada, Marcelo Cattaneo, Alfredo Yabrán, Juan
Castro, Lourdes di Natale, etc. El punto de inflexión parece, ahora, ser el
crimen de Alberto Nisman, que durante un año una increíble ¿investigación?
pretendió hacer pasar por un nuevo suicidio.
La inhibición de la Juez
Palmaghini, la denuncia de ésta contra la Fiscal Fein, la prolongada
declaración de Stiuso, el curioso reconocimiento de Parrilli, han dado un nuevo
y escandaloso impulso a la causa por el asesinato del Fiscal y ésta, necesariamente,
dada su íntima vinculación con el inconstitucional memorandum que firmara doña
Cristina con Irán, obligará sin duda a los remolones jueces federales a citar
pronto a declarar a la ex Presidente, a Timerman, a Berni, a Esteche, a D'Elia,
a Parrilli, a Milani y a muchos otros; resulta simplemente insoportable para la
ciudadanía, como lo hizo notar en su momento el inmortal Tato, que aún no haya
prestado siquiera declaración ninguno de ellos; tanto como que Jaime, Schiavi,
Boudou y tantos etcéteras continúen en libertad. Lo mismo debería suceder en la
causa de Hotesur, que investiga el lavado de dinero, y el vertiginoso
enriquecimiento de los Kirchner.
Obviamente, también obligará
al Congreso a sancionar rápidamente las proyectos de ley que enviará el
Ejecutivo para crear la figura del arrepentido (o delación premiada, como se la
llama en Brasil) y de la confiscación de los dineros mal habidos; la sociedad
entera así lo reclama, y no dejará de pasar la cuenta a aquéllos que obstruyan
el trámite.
Pero también debemos ser
conscientes que la política se financia con el producto de la corrupción -a
veces, hasta del narcotráfico- y, hasta que no logremos una fórmula que obligue
a transparentar las fuentes de las que provienen los ingentes fondos que
requieren las campañas electorales, nada será posible. Evidentemente, es un
tema que tampoco ha sido resuelto en los demás países, centrales o no, que se
ven afectados por el mismo problema; es hora de ponerse a pensar -disponemos de
una enorme cantidad de think tanks capaces de hacerlo- y de llevar al Congreso
los proyectos del caso.
De todas maneras, el tema
traerá cola, ya que hay pruebas fehacientes del enorme costo económico que
significó para Italia la operación "Mani Pulite", que llevó a la cárcel
a gran parte de la clase política, y aún se discute cuánto tiene que ver el
"Petrolão" con la brutal caída de la economía de Brasil, cuyo fecha
de nacimiento coincide con la de origen del proceso judicial. Es decir,
tendremos que decidir cuánto estamos dispuestos a pagar para terminar con la
corrupción o, al menos, con su impunidad; mi respuesta es unívoca: debemos
extirpar el tumor, porque si continuamos conviviendo con ella, nuestro país
resultará seguramente arrasado por el cáncer.
El Presidente Macri hizo el
martes honor a la primera de sus obligaciones: decir la verdad sobre el estado
de la nación; tal como señalara esta semana un prestigioso analista, lo
contrario hubiera implicado la lisa y llana manipulación de la información,
algo elementalmente reñido con la democracia. Ahora resta que cada uno de sus
ministros elabore un completo relatorio con los detalles de la situación en el
área de gobierno que encabeza; los argentinos necesitamos, y nos merecemos,
conocer la dura realidad para aceptar que su corrección y el renacimiento de la
República serán caminos arduos y dolorosos pero posibles.
La segunda obligación, aún
pendiente, es efectuar todas las denuncias penales que correspondan contra
quienes fueron responsables de llevarnos a esta situación casi terminal. No
pretendo que el Presidente presione a los jueces federales como hicieron sus
antecesores peronistas, pero sí que el Consejo de la Magistratura actúe sobre
ellos para lograr la celeridad que el caso, y la ciudadanía toda, exigen: Argentina
debe dejar de ser el reino de la impunidad que los hechos de Brasil han
expuesto con la luz más brillante.
Todos estamos esperando las
inversiones indispensables para salir del pozo en que hemos caído, pero sólo
llegarán si podemos ofrecerles una Justicia independiente, seria y eficaz, un
estricto cumplimiento de la palabra empeñada y, por supuesto, la energía
necesaria para producir. Si logramos todo eso, la necesaria disminución de la
cantidad de empleados públicos que registramos, una de las principales causas
del déficit del Estado, podrá ser realizada sin sufrimientos, porque quienes
pierdan su trabajo en él lo encontrarán en las nuevas fábricas, en las nuevas
obras públicas, es decir, en el nuevo país.
Ojalá tengamos la
inteligencia necesaria para concretarlo.
Bs.As., 6 Mar 16
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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