Por Mauricio Ortín
Créase o no, el auto
de elevación del juez Bejas, el que
promovió el juicio oral que por estos días se celebra en Tucumán con el nombre
de “Operativo
Independencia”. Afirma que el contexto en el que se dieron los hechos
que se juzgan fue el de un plan de aniquilamiento sistemático contra la
población civil a través del cual cientos de tucumanos fueron perseguidos,
torturados y/ o eliminados por su posición política, pensamiento, o condición
social. Casi idéntica aserción obra en el respectivo requerimiento a juicio
producido por los fiscales Leopoldo
Oscar Peralta Palma y Pablo Camuñas (“la primera intervención masiva de las
fuerzas armadas y de seguridad en un plan sistemático de exterminio de
opositores políticos”). Pues bien, actuando ambos escritos en la causa y
teniendo en cuenta el hecho de que el “Operativo Independencia” comenzó a
ejecutarse el 8 de febrero de 1975, no hay otra opción posible que endilgar la
responsabilidad intelectual al gobierno que diseñó y ordenó dicha acción. El
cuál, no es otro que la gestión del partido
Justicialista comandado por María
Estela Martínez de Perón y sus
ministros.
Yo
no fui; fueron ellos
Mas, créase o no, el juez Bejas, en su escrito, sostiene que
no fue así y, en una suerte de responsabilidad objetiva, atribuye
exclusivamente la responsabilidad del Operativo
Independencia al colectivo de las fuerzas armadas y a las de seguridad
(jefes y subordinados incluidos). De allí que, con prescindencia del cargo o
grado del individuo y por el mero hecho de pertenecer al colectivo que actuó en
Tucumán en esa época, es suficiente para caer bajo el estado de sospecha. En
tal marco “jurídico” una simple
denuncia por una “violación de domicilio”,
supuestamente, acaecida hace cuarenta años basta y sobra para procesar
penalmente, enviar a juicio y condenar al infortunado; no así, en cambio, para Estela Martínez de Perón y los ministros firmantes del Decreto 261/75 que ordenó dicho
Operativo. Es más, en su escrito, Bejas
sugiere que los militares (léase, desde Videla hasta el cabo más moderno e
incluyendo a los conscriptos) se aprovecharon de la candidez política de los López Rega, Lorenzo Miguel, Cafiero,
Ruckauf, Herminio Iglesias y demás
angelitos del peronismo gobernante para embaucarlos y así convencerlos de
firmar el decreto para combatir la subversión en Tucumán.
Onganía,
verdadero “padre” del Operativo
Independencia
Según Bejas el Operativo Independencia constituiría una segunda fase a ejecutar de
un plan militar contra la economía tucumana anterior al gobierno peronista que
asumió el 25 de mayo de 1973. “El Operativo Tucumán”, a éste se
refiere, es un plan de la presidencia del general
Onganía que, entre otras medidas y en medio de la crisis del bajo precio
mundial del producto, terminó con el subsidio a la industria azucarera
tucumana. Dicho plan, sostiene Bejas,
preveía la futura represión de los obreros y campesinos (especialmente sus
líderes sindicales) que se verían afectados por la pérdida de sus fuentes de
trabajo.
Al
juez Bejas lo comprenden las generales de la ley
Ello así porque Bejas, antes de ser juez federal, se
desempeñó como apoderado del partido justicialista tucumano (antecedente que
suele ser decisivo en la elección de un magistrado). Por ende, quién más
calificado e interesado que un ex apoderado para desvincular a su partido de la
paternidad del Operativo Independencia.
Además, un trámite sencillo por estos tiempos; como quitarle un dulce a un
niño; sobre todo cuando se tiene a disposición a ancianos militares que hacen
de pato de todas las bodas de los políticos.
Trabalenguas
de la traición
El Operativo
Independencia fue ordenado, en su momento, por los peronistas para defender un
gobierno peronista de los terroristas
que querían hacerse del poder por las armas. Hoy, paradojalmente, son
también peronistas los que persiguen y llaman “genocidas” a aquellos que cumplieron la orden (“criminal”), del gobierno peronista, de defender el gobierno
peronista. Y, para más inri, son peronistas los que les erigen monumentos y
llaman víctimas a justamente aquellos que, en su momento, mandó a aniquilar.
Los
hechos
A nadie, que frise
los cincuenta años o esté medianamente informado, se le escapa que el Operativo Independencia fue la reacción
natural, previsible, constitucional, lógica y espontánea, del gobierno civil de
Isabel Perón, al ataque de fuerzas guerrilleras que
intentaron hacerse del estado tucumano como primer paso hacia la toma del poder
de la Nación. Así lo expreso el
fallo de la causa 13 en el juicio a las Juntas. Por lo dicho, además de una
falsedad ideológica, constituye una burla y un insulto a la inteligencia de los
argentinos el llamar “opositores
políticos civiles” a individuos que, estaban organizados en banda (Ejército
Revolucionario del Pueblo) vestían uniforme de combate, portaban armas largas a
la vista, habían sido entrenados militarmente en Cuba, enarbolaban bandera
extraña al pabellón nacional, contaban con extranjeros en sus filas, atacaban
cuarteles; tomaban pueblos; secuestraban y asesinaban civiles (entre ellos,
niños); derribaban aviones; etcétera. Así, por ejemplo y con el objeto de
aniquilarlos, en número de 120 atacaron a doce soldados en la escuela de
Manchalá. Todos esos actos de guerra están registrados hasta en los más mínimos
detalles en los cientos de publicaciones del ERP. Sin embargo e
incomprensiblemente, Bejas y los fiscales del caso no se tomaron el
trabajo de citar una de estas revistas. ¿Será que allí, por lo menos una vez
por página, se insiste que están librando una guerra? ¿Será que se quiere
ocultar lo evidente?
Lo
evidente
Lo evidente es que
era absolutamente legítimo e imperioso reprimir a los guerrilleros en Tucumán. Se
podrá cuestionar la forma. Más, no es ésta sino la represión, en sí misma, lo
que el juez Bejas y los fiscales consideran crimen de lesa humanidad. El axioma que rige en
los juicios de lesa humanidad es que reprimir a los “opositores políticos” es un acto criminal de lesa humanidad. De
allí que los jueces y fiscales, a contrapelo de los hechos,
se ven en figurillas para negar que fue una guerra. Se llega hasta el monstruoso
absurdo de, por ejemplo, que en el propio juicio oral los asesinos del Capitán Viola y su hija María Cristina sean
querellantes-víctimas de aquellos que los reprimieron por haber cometido el tan
alevoso crimen. Un disparate nauseabundo que califica crimen de lesa humanidad
al hecho de que los policías atrapen a los asesinos pero no al que estos (para
los jueces, “víctimas”) masacren a
una niña de tres años.
Pudor
El tribunal de la
Megacausa “Operativo Independencia” está integrado por los jueces Gabriel Casas, Carlos Jiménez
Montilla y Juan Carlos Reynaga. Los dos primeros, ya recibidos de abogado,
residieron en Tucumán en el tiempo de los hechos que se juzgan. Como pocos y de
manera directa, conocen el contexto en que se dieron. Es de suponer que el
contexto histórico, que el juez Bejas y
los fiscales proponen como el real, les cae como una grosera falta de
respeto a su inteligencia y a su investidura. De no ser afectados de tal manera
y aceptar dicho “contexto” como
ajustado a la verdad, entonces sería deseable que, por una cuestión elemental
de pudor, transiten las calles de La Cuna de la Independencia con sus
respectivas caretas.
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