viernes, 2 de diciembre de 2016

“NOS ENTREGARON AL ENEMIGO”

La tremenda carta de un militar a los Generales argentinos

Dic 1, 2016


Generalmente, respecto de la cuestión “Juicios de Lesa Humanidad”, suelen oírse reproches hacia el presidente de la Nación, hacia los políticos en general y hacia los diversos organismos de Derechos Humanos, todos ellos cómplices (tanto por acción u omisión) del actual orden de cosas. Pero prácticamente nunca se ha generado un cuestionamiento al curioso silencio nada menos que de los actuales generales de las distintas armas del Ejército Nacional. Por este motivo cobra especial relevancia la carta que a ellos dirige el Suboficial Mayor (R) Juan Armando Giovarruscio. Sabrá el lector digerir e interpretar las duras expresiones que siguen a continuación y que, aunque pocas veces han sido pronunciadas, seguramente reflejarán el sentir de miles de familias argentinas.

Escribe: Juan Armando Giovarruscio  [1]

Señores
Generales de la Nación Argentina

De mi mayor consideración:

En mi calidad de Suboficial Mayor Retirado del Arma de Infantería, prisionero del estado argentino, detenido ilegítimamente, procesado, con ya casi cuatro años de prisión preventiva, me nace la inquietud de hacerles llegar estas líneas.

Me dirijo a todos los Generales en actividad tras haberlo hecho en su momento y en particular con los señores Jefes de Estado Mayor Gral. César Milani y Luis Cúndom, sin haber obtenido ninguna respuesta. ¿Por qué será así?

Particularmente, a mí se me acusa de haber violado, siendo suboficial –sargento– los derechos humanos hace 38 años. Todo esto… sin absolutamente ninguna prueba.

Al requerir por mi parte quién me acusa y qué pruebas existen en mi contra, el “juez subrogante” (NO JUEZ NATURAL) Eduardo Ariel Puigdéngolas, me manifestó: “A usted no lo acusa ninguna persona, pero usted estuvo en San Rafael” (?), lo cual deja en evidencia tanto la completa falta de imparcialidad como el hecho de que ya tenía una decisión tomada y que era inútil la etapa de instrucción.

Es decir, las “pruebas contundentes” que pesan sobre mí y que me convierten en delincuente son:

·       Haber pertenecido al Ejército y estar destinado entre los años 1976/1980 en la Sección 144 “San Rafael”.
·       Poseer la Aptitud Especial de Inteligencia y Comando.
·       Poseer la Aptitud Especial de Comando.

En virtud de tamañas arbitrariedades, hoy insisto en dirigirme a ustedes dado que me resisto a creer, o mejor dicho no puedo entender, cómo es posible que a 39 años de haber librado un combate contra fuerzas irregulares (entrenadas en el exterior), que tenían como objetivo eliminar un millón de argentinos para instalar el marxismo en el país, hoy seamos prisioneros de aquel enemigo (más de dos mil detenidos y casi 400 muertos en cautiverio); ¿cómo es posible que a esta altura de los acontecimientos y a casi diez años de reiniciarse un plan de venganza denominado “política de Estado”, la conducción de las FF.AA. aún continúen comprando el relato de que cometimos un genocidio y violamos los DD.HH.? Sí… sí… hubo hechos de exceso. Pero ello fue la excepción. La misión sublime de salvar a la sociedad argentina de las garras del totalitarismo se cumplió tal cual lo ordenaron.

Me sorprende la falta de dignidad ante los muertos, heridos y prisioneros que se encuentran abandonados en el ocaso de sus vidas.

Hace casi cuarenta años yo era Sargento, por lo tanto, ustedes bien saben que los suboficiales no tuvimos la mínima posibilidad de planificar, decidir y menos aún ejecutar ninguna acción que no estuviera debidamente ordenada de acuerdo a las leyes y reglamentos militares.

“Entregué lo mejor de mi vida al Ejército y a la Patria”

Hoy, luego de varios años de injusto e ilegal presidio, puedo afirmar:

·       El Ejército me entregó para redimir “su culpa”. Para ello facilitó mi legajo a las organizaciones de DD.HH. y al CELS, que preside Horacio Verbitsky.
·       Se viola la Constitución Nacional, principalmente los artículos 18, 27, 75 inc. 22.
·       Se invierte la carga de la prueba. Para lograr detenerme se ha realizado un montaje judicial que pretende hacer creer que somos peligrosos para la sociedad y que por ello el Estado “hace justicia” al apresarnos.
·       Se ha destruido el sistema de derecho al incorporar teorías extrañas al mismo, cargadas de odio, y sólo nos juzgan a nosotros, mientras a los terroristas los distinguen con cargos públicos.
·       Se violan, mediante una interpretación sesgada, los Tratados Internacionales como el Tratado de Roma, el Pacto de San José de Costa Rica, etc.
·       Se juzga con una justicia de doble estándar (por ejemplo, “yo, preso; Milani libre”).
·       No se juzga con el Código de Justicia Militar. Nos cambiaron todas las reglas de juego. Jueces que no son los naturales, tribunales especiales, construcción de la memoria respecto de hechos falsos…
No puedo creer que las FF.AA. continúen indiferentes ante tamaña injusticia, haciendo pagar a los cuadros subalternos una fiesta en la cual no tuvimos la más mínima posibilidad de decidir. No puedo entender cómo la conducción de las FF.AA. permanece impasible ante las violaciones de la Constitución Nacional y Tratados Internacionales. (Es lo que percibo desde el cautiverio). No estoy sugiriendo ningún hecho de violencia, tal como se hacía en otras épocas. Me sorprende la falta de dignidad ante los muertos, heridos y prisioneros que se encuentran abandonados en el campo de batalla, más cuando esos muertos, heridos y prisioneros… están en el ocaso de sus vidas.

No observo un solo gesto de contención, comprensión o solidaridad, ya no con los presos, pero al menos con los familiares, dado que son quienes más sufren.

Por otra parte, aún está la sangre pegada en las paredes y los restos esparcidos por las calles solitarias, los barrios y los cuarteles, allí mismo donde cayeron nuestros camaradas bajo las balas asesinas y traicioneras del terrorismo.

No me voy a detener en describir todas las violaciones e ilegitimidades a las cuales estamos sometidos, dado que ya es público y notorio y está al alcance de todo aquel que se interese.

“Ni siquiera se acercaron a nuestras familias para ver si necesitaban algo”

Quiero expresarles, además, porque es probable que aún no lo hayan percibido, que los más de 2000 prisioneros (sin olvidar los casi 400 muertos) permanecemos moralmente enteros.

El Estado “enemigo” argentino no ha podido quebrar nuestra voluntad y, tal cual nos entregamos en el pasado, hoy estamos dispuestos a morir de pie. Es probable que cada muerte nuestra signifique en el futuro cientos de luchadores que pelearán en todos los frentes para revertir la injusticia que hoy se comete con nosotros.

Señores Generales, es preciso que comprendan que hoy lo que está en peligro no es MI libertad sino LA LIBERTAD DE TODA LA SOCIEDAD ARGENTINA. Mañana irán por otros oponentes que “el modelo” creará.

Esta indiferencia por parte de ustedes, los Generales, se recibe y percibe no de otro modo que como TRAICIÓN Y DESPRECIO. Hemos sido entregados al enemigo, dejados dispersos en el campo de batalla, heridos, viejos, enfermos, indefensos y desprotegidos, despojados de todos nuestros derechos (hasta de ser atendidos en un hospital militar). Somos la carne de cañón ofrecida por la institución para redimir un pasado del cual no tuvimos la mínima o nula posibilidad de decisión.

Esta indiferencia por parte de ustedes, los Generales, se recibe y percibe no de otro modo que como TRAICIÓN Y DESPRECIO

Hoy somos discriminados, ignorados y estigmatizados hasta por nuestros pares. No existe un solo gesto de humanidad ni para con nuestros seres queridos, que son los que más sufren. De parte de ustedes, los Generales, nuestras familias no han recibido el más mínimo gesto, ni siquiera una sola visita a sus domicilios para ver cómo están, qué necesitan, o para llevarles alguna palabra de aliento a esas personas que ayudaron a sus hijos o a sus nietos a recorrer la vida militar durante más de treinta años.

Si hoy me tocara partir de este mundo, lo haría mirando al Cielo, de pie y bien firme, para que se vea la bayoneta traicionera del EJÉRCITO ARGENTINO clavada en mi espalda, que traspasa hasta el pecho y atraviesa mi corazón.

Le entregué lo mejor de mí al EJÉRCITO Y A LA PATRIA. Treinta y tres años de vida. Yo, hoy, no necesito probar mi inocencia; SOY inocente.

Sin otro particular, y con el mayor de los respetos y consideración, saludo a los señores Generales del Ejército Argentino.






[1] Preso Político Argentino – Penal de San Felipe, Mendoza.

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