La tremenda carta de
un militar a los Generales argentinos
Dic 1, 2016
Generalmente,
respecto de la cuestión “Juicios de Lesa Humanidad”, suelen oírse reproches
hacia el presidente de la Nación, hacia los políticos en general y hacia los
diversos organismos de Derechos Humanos, todos ellos cómplices (tanto por
acción u omisión) del actual orden de cosas. Pero prácticamente nunca se ha
generado un cuestionamiento al curioso silencio nada menos que de los actuales
generales de las distintas armas del Ejército Nacional. Por este motivo cobra
especial relevancia la carta que a ellos dirige el Suboficial Mayor (R) Juan
Armando Giovarruscio. Sabrá el lector digerir e interpretar las duras
expresiones que siguen a continuación y que, aunque pocas veces han sido
pronunciadas, seguramente reflejarán el sentir de miles de familias argentinas.
Escribe: Juan Armando
Giovarruscio [1]
Señores
Generales
de la Nación Argentina
De mi mayor
consideración:
En mi calidad de
Suboficial Mayor Retirado del Arma de Infantería, prisionero del estado
argentino, detenido ilegítimamente, procesado, con ya casi cuatro años de
prisión preventiva, me nace la inquietud de hacerles llegar estas líneas.
Me dirijo a todos los
Generales en actividad tras haberlo hecho en su momento y en particular con los
señores Jefes de Estado Mayor Gral. César Milani y Luis Cúndom, sin haber
obtenido ninguna respuesta. ¿Por qué será así?
Particularmente, a mí
se me acusa de haber violado, siendo suboficial –sargento– los derechos humanos
hace 38 años. Todo esto… sin absolutamente ninguna prueba.
Al requerir por mi
parte quién me acusa y qué pruebas existen en mi contra, el “juez subrogante” (NO JUEZ NATURAL)
Eduardo Ariel Puigdéngolas, me manifestó: “A usted no lo acusa ninguna persona, pero
usted estuvo en San Rafael” (?), lo cual deja en evidencia tanto la
completa falta de imparcialidad como el hecho de que ya tenía una decisión
tomada y que era inútil la etapa de instrucción.
Es decir, las “pruebas contundentes” que pesan sobre
mí y que me convierten en delincuente son:
·
Haber pertenecido al Ejército y estar
destinado entre los años 1976/1980 en la Sección 144 “San Rafael”.
·
Poseer la Aptitud Especial de
Inteligencia y Comando.
·
Poseer la Aptitud Especial de Comando.
En virtud de tamañas
arbitrariedades, hoy insisto en dirigirme a ustedes dado que me resisto a
creer, o mejor dicho no puedo entender, cómo es posible que a 39 años de haber
librado un combate contra fuerzas irregulares (entrenadas en el exterior), que
tenían como objetivo eliminar un millón
de argentinos para instalar el marxismo en el país, hoy seamos prisioneros de
aquel enemigo (más de dos mil detenidos y casi 400 muertos en cautiverio);
¿cómo es posible que a esta altura de los acontecimientos y a casi diez años de
reiniciarse un plan de venganza denominado “política
de Estado”, la conducción de las FF.AA. aún continúen comprando el relato
de que cometimos un genocidio y violamos los DD.HH.? Sí… sí… hubo hechos de
exceso. Pero ello fue la excepción. La
misión sublime de salvar a la sociedad argentina de las garras del
totalitarismo se cumplió tal cual lo ordenaron.
Me sorprende la falta de dignidad ante los muertos,
heridos y prisioneros que se encuentran abandonados en el ocaso de sus vidas.
Hace casi cuarenta
años yo era Sargento, por lo tanto, ustedes bien saben que los suboficiales no
tuvimos la mínima posibilidad de planificar, decidir y menos aún ejecutar
ninguna acción que no estuviera debidamente ordenada de acuerdo a las leyes y
reglamentos militares.
“Entregué lo mejor de mi vida al Ejército y a la Patria” |
Hoy, luego de varios
años de injusto e ilegal presidio, puedo afirmar:
·
El Ejército me entregó para redimir “su culpa”. Para ello facilitó mi legajo
a las organizaciones de DD.HH. y al CELS, que preside Horacio Verbitsky.
·
Se viola la Constitución Nacional,
principalmente los artículos 18, 27, 75 inc. 22.
·
Se invierte la carga de la prueba.
Para lograr detenerme se ha realizado un montaje judicial que pretende hacer
creer que somos peligrosos para la sociedad y que por ello el Estado “hace justicia” al apresarnos.
·
Se ha destruido el sistema de derecho
al incorporar teorías extrañas al mismo, cargadas de odio, y sólo nos juzgan a
nosotros, mientras a los terroristas los distinguen con cargos públicos.
·
Se violan, mediante una interpretación
sesgada, los Tratados Internacionales como el Tratado de Roma, el Pacto de San
José de Costa Rica, etc.
·
Se juzga con una justicia de doble
estándar (por ejemplo, “yo, preso; Milani
libre”).
·
No se juzga con el Código de Justicia
Militar. Nos cambiaron todas las reglas de juego. Jueces que no son los
naturales, tribunales especiales, construcción de la memoria respecto de hechos
falsos…
No puedo creer que
las FF.AA. continúen indiferentes ante tamaña injusticia, haciendo pagar a los
cuadros subalternos una fiesta en la cual no tuvimos la más mínima posibilidad
de decidir. No puedo entender cómo la
conducción de las FF.AA. permanece impasible ante las violaciones de la
Constitución Nacional y Tratados Internacionales. (Es lo que percibo desde
el cautiverio). No estoy sugiriendo ningún hecho de violencia, tal como se
hacía en otras épocas. Me sorprende la falta de dignidad ante los muertos,
heridos y prisioneros que se encuentran abandonados en el campo de batalla, más
cuando esos muertos, heridos y prisioneros… están en el ocaso de sus vidas.
No observo un solo
gesto de contención, comprensión o solidaridad, ya no con los presos, pero al
menos con los familiares, dado que son quienes más sufren.
Por otra parte, aún está la sangre pegada en las paredes y
los restos esparcidos por las calles solitarias, los barrios y los cuarteles, allí
mismo donde cayeron nuestros camaradas bajo las balas asesinas y traicioneras
del terrorismo.
No me voy a detener
en describir todas las violaciones e ilegitimidades a las cuales estamos
sometidos, dado que ya es público y notorio y está al alcance de todo aquel que
se interese.
“Ni siquiera se acercaron a nuestras familias para ver
si necesitaban algo”
Quiero expresarles,
además, porque es probable que aún no lo hayan percibido, que los más de 2000
prisioneros (sin olvidar los casi 400 muertos) permanecemos moralmente enteros.
El Estado “enemigo” argentino no ha podido quebrar
nuestra voluntad y, tal cual nos entregamos en el pasado, hoy estamos dispuestos a morir de pie. Es probable que cada muerte
nuestra signifique en el futuro cientos de luchadores que pelearán en todos los
frentes para revertir la injusticia que hoy se comete con nosotros.
Señores Generales, es
preciso que comprendan que hoy lo que está en peligro no es MI libertad sino LA
LIBERTAD DE TODA LA SOCIEDAD ARGENTINA. Mañana irán por otros oponentes que “el
modelo” creará.
Esta indiferencia por
parte de ustedes, los Generales, se recibe y percibe no de otro modo que como
TRAICIÓN Y DESPRECIO. Hemos sido entregados al enemigo, dejados dispersos en el
campo de batalla, heridos, viejos, enfermos, indefensos y desprotegidos,
despojados de todos nuestros derechos (hasta de ser atendidos en un hospital
militar). Somos la carne de cañón ofrecida por la institución para redimir un
pasado del cual no tuvimos la mínima o nula posibilidad de decisión.
Esta indiferencia por parte de ustedes, los Generales,
se recibe y percibe no de otro modo que como TRAICIÓN Y DESPRECIO
Hoy somos
discriminados, ignorados y estigmatizados hasta por nuestros pares. No existe
un solo gesto de humanidad ni para con nuestros seres queridos, que son los que
más sufren. De parte de ustedes, los Generales, nuestras familias no han
recibido el más mínimo gesto, ni siquiera una sola visita a sus domicilios para
ver cómo están, qué necesitan, o para llevarles alguna palabra de aliento a
esas personas que ayudaron a sus hijos o a sus nietos a recorrer la vida
militar durante más de treinta años.
Si hoy me tocara
partir de este mundo, lo haría mirando al Cielo, de pie y bien firme, para que
se vea la bayoneta traicionera del EJÉRCITO ARGENTINO clavada en mi espalda,
que traspasa hasta el pecho y atraviesa mi corazón.
Le entregué lo mejor
de mí al EJÉRCITO Y A LA PATRIA. Treinta y tres años de vida. Yo, hoy, no
necesito probar mi inocencia; SOY inocente.
Sin otro particular,
y con el mayor de los respetos y consideración, saludo a los señores Generales
del Ejército Argentino.
FUENTE: http://davidrey.com.ar/nos-entregaron-al-enemigo-la-tremenda-carta-militar-los-generales-argentinos/
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