Nadie lo dice (salvo honrosas excepciones)… pero lo saben todos: en la década de los años ΄70 nuestro
país no cayó bajo la esfera del castro-comunismo gracias a la decidida acción
de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, Policiales y otros organismos del estado,
que en forma conjunta derrotaron al sangriento terrorismo desatado por las
organizaciones político-militares tan de moda en Latino América. O ¿se
olvidaron lo cerca que estuvimos?
Lo mismo pasó con la aventura de la revolución bolivariana, que los
Kirchner “casi” le compran a Chávez.
En esa oportunidad, la sociedad argentina reaccionó a tiempo y mediante las
elecciones de 2015 se decidió por un cambio en la hoja de ruta que CFK y sus
cómplices habían trazado.
En la elección del 13 de agosto de 2017, esa misma sociedad acaba de asestar un fuerte golpe a la
aventura del retorno cristinista… para que esa “señora” entienda que es
hora de devolver y no de volver.
También es hora que la sociedad devuelva su libertad a los injustamente detenidos
por los llamados “juicios de lesa
humanidad”, fue una guerra… Nadie lo puede poner en duda, excepto aquellos
que abrieron la Caja de Pandora en los años ΄70. En toda guerra hay mucha
violencia y también errores... también es hora de pacificar los ánimos y buscar
la concordia. No se puede continuar castigando injustamente a quienes salvaron
al país de la dictadura del comunismo, solo se pretende que esos juicios se
ajusten a derecho.
Si se cometieron errores jurídicos este es el momento de corregirlos, ya
llevamos la triste suma de 718 fallecidos en prisión, la mayoría se encuentra
en prisión preventiva excedida en el tiempo y algunos han recibido condenas en
juicios sin poder gozar del debido
proceso, sin garantías mínimas, tendientes a asegurar un resultado justo y
equitativo. Los jueces lo saben mejor que nadie.
CUBA Y VENEZUELA, UNA RELACIÓN
ESTRATÉGICA PARA APUNTALAR A DOS DICTADURAS
Por Ricardo Angoso
Desde el año 1994, en que el futuro presidente de Venezuela y máximo
líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez visitara Cuba, quedó sellada la
gran alianza estratégica que ya dura casi un cuarto de siglo. Chávez, que
acababa de intentar derribar mediante un golpe de Estado a la frágil democracia
venezolana, fue recibido por Fidel Castro con honores de Jefe de Estado,
agasajado en las máximas instancias institucionales y señalado como el único interlocutor válido
para las relaciones entre Cuba y Venezuela en el futuro. Castro pasaba uno de
los peores momentos de su historia, la dictadura parecía llegar a su fin tras
el derrumbe de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín. El régimen
estaba más aislado que nunca en la escena internacional, estaba desahuciado
políticamente en el mundo,
La llegada de Chávez, un golpista elevado a la categoría de héroe
revolucionario por el decrépito régimen cubano, dio esperanzas a Castro de que
podía continuar con su fallida lucha en todo el continente por expandir el
comunismo. Castro siempre desdeñó la vía electoral y trató de acelerar ese proceso apoyando a
numerosos grupos terroristas que empleaban la violencia y la lucha armada para
llegar al poder por la fuerza. Fracasó siempre -a excepción de Nicaragua, donde
los errores de Somoza llevaron a su caída- pero el proyecto nunca se abandonó y
siguió su curso hasta hoy.
Chávez, que ya apuntaba maneras de dictador pese a que había comprendido
que su futuro político pasaba por las urnas y no por las armas, vio en Castro a
su mentor político y en el modelo cubano -si se le puede llamar así a esa
colección de fracasos en todos los órdenes- el camino a seguir en el futuro si
finalmente llegaba al poder en Venezuela, algo que conseguiría más a tenor de
los deméritos de una clase política tradicional incapaz de ver los peligros que
se cernían sobre el país que por méritos propios. Chávez fracasó en el golpe de
Estado de 1992, que provocó decenas de muertos todo hay que decirlo, pero tuvo
éxito en el 1999 a merced de los votos que le llevaron al poder.
El pecado capital del chavismo en sus orígenes es que nunca se miró en
los modelos exitosos de la izquierda europea de corte socialdemócrata y en los
procesos de reforma y ajuste llevados a cabo por otros socialismos, como el
chino y el vietnamita, sino que integró en su corpus ideológico las fracasadas
y trasnochadas ideas del socialismo imperante en la isla-prisión de Cuba y del
difunto bloque ex comunista de Europa del Este. Este conjunto de prácticas
políticas y sobre todo económicas en lo que se refiere al manejo del país son
las que, una vez puestas en prácticas tras la llegada al poder de Chávez en
1999, han llevado al colapso total de la economía venezolana y un desastre
social inimaginable hace años en Venezuela y de unas magnitudes desconocidas en
todo el continente.
No hay una “guerra económica”
del mundo contra Venezuela, como argumenta el régimen chavista que ahora lidera
el sátrapa Nicolás Maduro, sino el fracaso continuado durante estos dieciocho
años de “revolución bolivariana” en
la aplicación de una serie de medidas económicas absolutamente inútiles que han
llevado al desabastecimiento, a la fuga de capitales al exterior, al abandono
de la producción en el campo y en la industria, a la falta de iniciativa
privada tanto nacional como foránea y a una caos predecible porque en economía
sin confianza no hay nada. Y,
precisamente, lo que menos han generado Chávez y Maduro en estos años de
desgobierno, corrupción, inseguridad, represión cuartelera e improvisación
manifiesta, ha sido confianza. El lema de los tres millones de venezolanos que
ya han huido del naufragio socialista en que se ve inmerso el país es ¡sálvese quien
pueda! Los resultados del experimento eran predecibles pues ya habían sido
probados con consecuencias parecidas en el extinto bloque ex comunista y en la
difunta patria soviética fundada por Lenin. También en Cuba, cuya economía se
sustentó durante varias décadas a merced de las ayudas, la energía y las
dádivas entregadas por Moscú generosamente para un régimen incapaz de producir
nada y generar riqueza, bienestar y prosperidad para los millones de cubanos
presos en esa gran ergástula en la que se convirtió la isla.
LA DEPENDENCIA ECONÓMICA DE CUBA CON
RESPECTO A VENEZUELA
Así las cosas, y cuando Cuba se precipitaba hacia el abismo y la
situación era más crítica tras haber cerrado Castro el grifo de la reformas, la
llegada de Chávez al poder de una forma inesperada en unas elecciones en
Venezuela se convirtió en la gran esperanza para el régimen de los hermanos
Castro. El país, sin duda, no era Nicaragua, uno de los países más pobres y
atrasados del continente, sino que albergaba las mayores reservas petroleras
del mundo y era uno de los más adelantados del continente. Producía cuatro
millones de barriles de petróleo diarios y tenía ingentes reservas financieras
en divisas internacionales, justamente lo que más necesitaba en esos momentos
la agónica dictadura de los Castro.
Nada más llegar Chávez al poder, visitó La Habana y comenzó la profunda
relación entre ambos regímenes. Se firmaron abundantes acuerdos de cooperación,
tratados y se pusieron en marcha numerosas iniciativas, pero el punto
fundamental de esta estrecha relación sellada por los dos líderes -Castro y
Chávez- pasaba por el envío directo a Cuba de entre 60.000 y 100.000 barriles
de petróleo diarios a precios de risa en el mercado internacional. Con este
envío, aparte de suplir las acuciantes necesidades energéticas de la isla, el
régimen cubano se garantizaba su supervivencia a través de la venta a precios
ya del mercado internacional de una parte de esos miles de barriles entregados
casi gratis por parte de Venezuela. Vendían una parte de esa entrega sin ni
siquiera pagarla cuando el barril llegó a estar por encima de los cien dólares.
El negocio, desde luego, era redondo para Cuba, pero un desastre para la
economía venezolana tal como se reveló más tarde. Cuba sobrevivió a duras
penas, mientras Venezuela se sumió en la oscuridad más profunda.
A cambio de ese petróleo, tan generosamente entregado por Chávez a Cuba
y otras países del continente a cambio de su apoyo político en todas las
instancias internacionales, el régimen cubano aportaría a la isla un
contingente médico formado por unos 35.000 profesionales, un aparato de
seguridad y militar permanente para apuntalar a la ya incipiente dictadura
venezolana -el número de sus miembros se calcula entre los 5.000 y los 6.000,
cubriendo la protección personal de Maduro y otros líderes del corrupto
ejecutivo “bolivariano”- y el
apoyo y asesoramiento para crear un
servicio de inteligencia (y represión de la oposición) siguiendo el modelo
cubano, tan exitoso y eficaz durante estos largos 58 años en la persecución de
los disidentes políticos y en la desactivación de cualquier movimiento político
que surgiera en la isla de corte democrático.
Muy pronto, ambos países, pero muy especialmente la Cuba comunista, cuyo
futuro estaba ligado a la supervivencia de Maduro tras recibir la herencia
envenenada de Chávez tras su muerte, comprendieron que sin la supervivencia de
este modelo estratégico sucumbirían y sería el final. Venezuela, por obra y
gracia primero de Chávez y luego de Maduro, se acabó convirtiendo en una
colonia cubana y calcó fielmente su régimen cuartelero y represivo para
mantener en el poder a una casta ligada al narcotráfico a través del Cartel de
los Soles -ya con dos sobrinos del dictador Maduro detenidos en Florida- y
otros turbios negocios.
MADURO YA NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA A
EXCEPCIÓN DE CASTRO
Los desastrosos resultados obtenidos a la vista están y son constatables
en todos los órdenes. Venezuela se ha acabado convirtiendo en una dictadura
brutal y criminal, que ya ha asesinado en las calles a más de un centenar de
ciudadanos desarmados que protestaban por el actual estado de cosas que vive el
país, la economía es una calamidad en todos los órdenes y los indicadores del
país -800% de inflación este año y un decrecimiento económico cifrado entre el
7 y el 10%- son los peores del mundo y, finalmente, no se atisban señales de
esperanza en el horizonte, toda vez que ya el régimen de Maduro ha abandonado
toda posibilidad del retorno a la normalidad democrática y está dispuesto a
usar las armas contra sus ciudadanos para mantenerse contra toda lógica
política en el poder.
Por suerte, algunos cosas han cambiado en el continente y en el mundo y
ya una buena parte de la izquierda no cree en Maduro, al que consideran un
vulgar dictador y el representante genuino de tiranía absurda, responsable de
incontables crímenes y absolutamente fracasada. Maduro ya no tiene a nadie
quien le escriba en el continente a excepción de Castro y, claro está, algunos
ilusos e hipócritas de Europa que se creen todavía los cuentos del régimen
sobre la “guerra del Imperio” contra
Venezuela y la conspiración internacional tejida por Madrid, Bogotá y Miami
(¿?). Se trata, en definitiva, de justificar la perfidia a su pueblo con los
más inauditos argumentos y de defender lo indefendible a estas alturas de la
película, mientras en las calles de Caracas se sigue regando la sangre de
decenas de jóvenes que se resignan a vivir el resto de sus vidas en un país sin
esperanza ni libertad. Ni vida.
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