En su carta de ayer,
la lectora Karina Zerillo Cazzaro afirma que "pocas decisiones tan prontas y unánimes" ha producido el
Concejo Deliberante de Mar del Plata, como las de repudiar la prisión
domiciliaria y su traslado a esa ciudad de Miguel Etchecolatz. No tan unánime,
agregaría yo, pero aunque lo fuera, le recuerdo que ese mismo cuerpo es el que,
tildándolo de "represor",
bajó el cuadro que había en el recinto del capitán
Pedro Giachino, primer muerto en Malvinas, sin que pesara contra él
decisión judicial alguna. Ahora dicen que "Etchecolatz
es el límite".
Algunos que tanto
hablan de justicia pasan por sobre ella a su antojo cuando sus decisiones no
les agradan. El Concejo Deliberante de Mar del Plata, como cualquier otro
cuerpo ejecutivo del país, debería ser parte de la solución y no del problema
en la violencia política en la Argentina. Nadie
tiene derecho a repudiar, censurar, escrachar, señalar o acosar a una persona
por motivos de intolerancia política, pero es doblemente reprochable que
desde el mismo Estado se fomente el odio, la segregación, la violencia y el
desacato a decisiones judiciales.
Andrea
Palomas Alarcón
DNI 18.011.160
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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