En el Palacio. Nicolás Massot, jefe del bloque de diputados macristas, en su despacho. | “El desafío de mi generación es generar trabajo y combatir la pobreza”, dice. luciano thieberger |
-Cuando
alguien se define como peronista o radical es más o menos fácil sacarle la
ficha. ¿Qué significa ser macrista?
-Antes, los partidos
o movimientos de masas que representaban un conjunto de ideas y valores se
definían por sus plataformas programáticas. Eran los que ponían a los
candidatos. Con el paso del tiempo eso fue mutando y parece que fuera al revés.
Hoy son los candidatos y las personas los que definen a los partidos, que son
mucho más “líquidos” y fluctuantes.
Ya no son ideas o una plataforma lo que define a un partido sino valores o
conceptos. En el macrismo o el PRO es obvio, porque lo compartimos gente que piensa
ideológicamente muy distinto, pero la amalgama de Macri han sido los valores de
una gestión profesional, la idonedidad y, de manera muy tajante, que se reforzó
con Cambiemos, los de la honestidad y el republicanismo.
-¿Eso
significa que cuando concluya el ciclo de Macri desaparece el PRO?
-El Presidente marcó
el mojón inicial. Pero la herramienta más poderosa de un ser humano es el
ejemplo. El desafío de quienes venimos atrás es poder darle continuidad a esa
impronta que fue personal y hacerla colectiva.
-¿Por
dónde viene la continuidad, por el vidalismo, el larretismo, el marquismo...?
-Vidal, Rodríguez
Larreta y Marcos Peña son, sin dudas, la segunda línea del Presidente y
detentan la mayor responsabilidad. Ahora los veo a ellos y a los que venimos
atrás totalmente consustanciados con una reelección del Presidente en 2019, con
lo cual hablar de la Argentina de acá a seis años es sólo una expresión de
deseos.
-Hay
quienes dicen que ese lunes de furia en que sacaron a los ponchazos la reforma
previsional empezó el verdadero gobierno de Macri. Otros creen que empezó su
debacle. ¿De qué versión está más cerca?
-Lo único que empezó
fue el 2018. Creo que tuvimos un evento político de alto voltaje, la aprobación
de una ley necesaria y justa, que producto de la desinformación y de la
confusión voluntariamente generada por algunos sectores, se volvió impopular.
-Carrió
dijo que el Gobierno es el que comunica mal. ¿Coincide?
-Yo no hablo del
Gobierno como si fuera una parte diferente de mi persona. Me siento parte de
este Gobierno y estimo que Lilita también. Puede ser una autocrítica el que
hayamos subestimado la angustia que podía generar la confusión en muchos
jubilados.
-Parece
que el primer coletazo fue enfriar la reforma laboral...
-Me parece
fundamental que podamos sancionar el blanqueo laboral. Es el único debate que
tiene sentido. Para pagar mejores jubilaciones debemos tener un mercado laboral
formal creciente. No puede ser que en Argentina haya más de 20 millones de
personas en condiciones de trabajar y solamente 6 millones trabajando
formalmente en el sector privado. Si no generamos más trabajo en blanco no
lograremos reducir la pobreza.
-¿Existió
un intento de desestabilización?
-Decirlo de esa
manera es darle una entidad que no tuvo y no puede tener. Afortunadamente, en
la Argentina hay cosas que ya no se discuten y una de ellas es el “nunca más” a desestabilización al orden
democrático. Lo cual no quiere decir que no haya grupos minoritarios que tengan
poco que perder, porque algunos hasta están perdiendo su propia libertad, y
crean que ese puede ser un atajo.
-¿Cristina
y su entorno están en ese plan?
-Quisiera creer que
no. No me consta ni que sí ni que no. No creo que ella en persona o quienes la
rodean estén pensando en algo así, pero no descarto que gente que simpatice con
ella pueda creer que le hace un bien generando violencia en la calle.
-¿Teme
que la baja de imagen de Macri reavive la idea de un regreso de Cristina?
-Hay cuestiones
objetivas. Después de 12 años de gobierno y de avance explícito y casi obsceno
de las causas de corrupción en su gobierno, alcanzó 35% en la mayor provincia.
No es extrapolable a todo el país, pero no es nada desdeñable. Efectivamente,
hay gente que entiende que los gobiernos de Néstor y Cristina han sido
beneficiosos para ellos. Lo asocio más a un techo que a un piso. Y creo que hay
que seguir muy de cerca los movimientos internos dentro del justicialismo en
general. Porque no hay que hablar solo del PJ, sino de Unidad Ciudadana , del
Frente Renovador y del Movimiento Evita, que compitieron, pero es posible que
en dos o cuatro o seis años tiendan a converger y hay que ver cómo será la
búsqueda de un nuevo liderazgo. No veo que sea ella, por eso se aparta.
-¿Habrá
un peronismo bicéfalo?
-Lo veo más parecido
a un peronismo acéfalo que bicéfalo. Lo que sí el peronismo lleva en los genes
es la búsqueda de verticalismo y de la autoridad. Y tiene un criterio muy
objetivo para otorgar esa autoridad, que es el consenso popular transmitido a
través de las urnas. En las últimas elecciones no hubo ganadores en el
peronismo y eso es lo que hace que permanezca esa confusión en su conducción,
pero no va a seguir así siempre.
-¿Hasta
cuándo tendrán apoyo peronista para aprobar las leyes?
-Es una mala
interpretación. No somos apoyados por un sector del peronismo, hay un sector
que entiende bien su rol de oposición y que las leyes de alguna manera tienen
que salir. Y no salen como las manda el Gobierno. En honor a mis colegas tengo
que decir que en muchos casos salen mejoradas.
-Antes
las retocaba el massismo y ahora otros sectores. ¿Es oportunismo?
-Es la voluntad
popular.
-¿Sigue
pensando como el resto del ala política de Cambiemos que Macri debió hablar más
de la herencia recibida?
- Formamos parte de
un todo y es lógico que tengamos distintas visiones sobre algunos temas. No es
lo mismo estar en el Ejecutivo, que tiene que lidiar menos con la oposición y
más directamente con la población. Creímos que las políticas duras se entendían
mejor si se explicaba el diagnóstico de cómo se recibió el país, pero confiamos
en los criterios del Presidente, de que la sociedad estaba sometida a tiempos
muy duros como para agobiarla con malas noticias.
-¿Se
siente más cómodo con otros jóvenes que también hacen sus primeras experiencias
o con los veteranos, que conocen todas las mañas de la política?
-Con los jóvenes
comparto mucho más, porque comparto los desafíos que no son los mismos que los
de las generaciones anteriores, que son datos históricos para nosotros. Por
ejemplo, recuperar la democracia. No es nuestro, es de la generación anterior.
Y son absolutamente nuestros la generación de trabajo y el combate contra la
pobreza. De los veteranos se aprende. Como en la vida, es una síntesis de cada
cosa.
-¿De
qué hablan en las reuniones sociales que mantiene con diputados de La Cámpora?
-Del funcionamiento
de la Cámara, del país..., no porque pensemos diferente deja de ser interesante
escuchar otros puntos de vista, sobre todo cuando ocurren en ámbitos de
intimidad que no tienen los prejuicios o personalismos que suelen suceder en
las sesiones y cuando hay gente que ha a estado 12 años en el poder, que tiene
conocimiento del Estado.
-Usted
salió en defensa de su familia cuando el kirchnerismo la acusó de colaborar con
la dictadura. ¿Cuál es su visión sobre la violencia de los años 70?
-Acá no se discute de
visiones, se discute de historia. Lo que pasó en la Argentina es lo que pasó.
No la visión que cada uno tenga de los hechos. Creo que lo más importante, y
retomando el desafío de la generación nuestra, es poder cerrar los capítulos
para poder avanzar como sociedad. Cerrarlos no significa olvidarlos, ni
cerrarlos de cualquier manera. Significa cerrarlos como corresponde,
entendiendo lo que pasó y pasar lecciones en limpio para no repetirlo nunca
más. Lo que no puede pasarnos, y no le pasa a sociedades que han vivido
situaciones como la nuestra, es que generaciones que ni siquiera vivimos esa
época tengamos que seguir dedicándole el tiempo que tendríamos que dedicar a
los combates de la actualidad, que son la inflación, la pobreza y la
informalidad laboral.
-También
dijo que hay quienes utilizan políticamente su situación de víctimas...
-Las situaciones
personales son las que posiblemente nunca se cierren. Efectivamente, me parece
que hay individuos o movimientos a los que les conviene no avanzar en este tema
porque pueden obtener algún rédito. Pero ya no es opción que haya grupos de insurgencia
que entiendan que su verdad deba ser impuesta por las armas, ni hay un poder
político al que se le ocurra que pueda detentar la representación del pueblo y
ejecutar a quien sea. El desafío es superar ese capítulo con mayúscula, que
implica no sólo memoria, justicia y verdad. Es también perdón.
-Le
salió el sentido eclesiástico.
-El perdón no es
religioso. Es una cualidad del ser humano. Los agnósticos o los ateos también
perdonan. Y hay un ejemplo muy importante. Como el que se vivió en un contexto
diferente con el apartheid. Pero creo que con los años 70 hay que hacer como en
Sudáfrica y llamar a la reconciliación.
-¿Acá
cómo sería?, ¿Piensa en una dispensa a los militares condenados?
-No, el perdón es más
profundo. La Justicia es reparación. La reparación de lo irreparable.
-Hasta
acá hablamos del ala política del Gobierno, pero las decisiones las termina
tomando el ala de los CEO’s y muchas veces en favor de las empresas. ¿Es porque
apuestan al “efecto derrame”?
-Forma parte de uno
de los prejuicios más dañinos de la sociedad argentina, que es no pensar cómo
se genera el trabajo. Pensar que las medidas que se toman a favor de la
economía productiva privada son sólo a favor de los empresarios es no entender
absolutamente nada de cuáles son los problemas del país y sus soluciones.
Generación de empleo formal como única salida frente a la pobreza. En los
últimos 12 ó 15 años, el Estado creyó que podía reemplazar al sector privado en
la generación de trabajo y para eso le fue cobrando cada vez más impuestos al
sector privado.
-¿Sabe
que estuvo a punto de ser reemplazado en el bloque por una amiga de Macri?
-Carmen Polledo no es
solo amiga del Presidente; está a la altura de presidir el bloque. Seguramente
yo tenga muchas cosas para mejorar. No es malo cambiar de roles. Me gustaría un
lugar en el Ejecutivo.
Un
nacionalista católico apasionado por África
Era el miembro más
desconocido de la task force parlamentaria de Cambiemos, hasta que en diciembre
Nicolás Massot logró asomar la cabeza entre tiburones como Elisa Carrió, Mario
Negri y Emilio Monzó, con dos furibundos ataques al kirchnerismo. Durante el
debate de la reforma previsional dijo que la plata de los jubilados hay que ir
a buscarla a las cárceles de Ezeiza y Marcos Paz, donde están alojados los
presos K. Y en la sesión siguiente defendió con fiereza su apellido, al que
algunos diputados asociaron con la última dictadura, por el perfil editorial de
La Nueva Provincia, el diario bahiense que la familia Massot manejó desde 1898
hasta diciembre de 2016.
El periódico fue
fundado por su tatarabuelo, Enrique Julio Massot, y el dirigente macrista
confiesa haber mamado la política desde la cuna, durante tertulias en las que
participaban su padre Alejandro y su tío Vicente, el de perfil más alto: llegó
a ser viceministro de Defensa de Carlos Menem. “Nunca se afiliaron a un partido político”, cuenta Nicolás, quien
confiesa adscribir por herencia a las banderas del nacionalismo católico, una
definición que suena anticuada en boca de alguien que nació tras la
recuperación democrática (en julio de 1984) y se sumó a un partido que se
autodefine posmoderno.
Por cuestiones
sentimentales, siguió con la costumbre de asociar la política a su vida
doméstica. Mantuvo un largo noviazgo con la hija del ex intendente de Córdoba,
Germán Kammerath, referente de la desaparecida Ucedé, y a mediados del año
pasado se casó con la secretaria de Monzó, su jefe político. La ceremonia fue
en la parroquia San Ignacio de Loyola, en San Telmo, y no hubo fiesta. Tampoco
muchos invitados del ambiente político. De los habitantes de la Casa Rosada,
sólo el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Moraleja: el vínculo con el
Presidente y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, es meramente partidario.
Mauricio Macri no suele llamarlo -como hace con otros- para felicitarlo por sus
lucimientos.
Con todo, lo más
llamativo del casamiento resultó el lugar elegido para la luna de miel. Un tour
por Zambia. Es que el joven diputado se convirtió en un experto en el
continente africano desde el periplo que realizó en 2010. Inspirado en el libro
de Joseph Conrad, Corazón de las tinieblas -donde relata su descubrimiento del
Congo belga-, mochila en mano se fue a recorrer doce países, de Sudáfrica a
Egipto. Volvió a Africa varias veces “en
busca de aventuras y de la sensación del límite” y acaba de pasar sus
vacaciones modelo 2018 en Túnez, uno de los pocos países que le quedaban por
explorar allí.
Aunque siente
nostalgia por sus vacaciones infantiles en el campo familiar de Sierra de la
Ventana y se crió oliendo la tinta del diario de los Massot en Bahía Blanca, en
2013 trasladó su “segundo hogar” a
Córdoba. El PRO estaba organizando el partido en todo el país y le tocó armarlo
en esa provincia, donde radicales y peronistas se alternaron en el poder desde
1983. Ahora su meta es que Cambiemos imponga el gobernador en 2019. Si es del
PRO, mejor.
ITINERARIO
Nicolás María Massot
nació en Capital hace 33 años en el seno de una familia dedicada por décadas a
los medios de comunicación (hasta 2016, cuando vendió el grupo La Nueva
Provincia), pero optó por la Economía. Se graduó en la Universidad Di Tella, en
2007. Desde 2010 trabaja con Emilio Monzó, entonces diputado bonaerense por el
PJ. De su brazo pasó al PRO y lo siguió hasta el gobierno porteño. Fue director
de Reforma Política y de las Casas de la Ciudad. En 2015 lo eligieron diputado
por Córdoba, su domicilio político. Iba 5° en la lista de Cambiemos: entraron
cinco. Tenía 31 años y asumió la jefatura del bloque PRO.
AL
TOQUE
Un
proyecto: Que la apertura al mundo tenga más que ver con la
comunicación Sur-Sur y con el África en particular.
Un
desafío: Trascender.
Un
sueño: Que la pobreza en la Argentina sea algún día una
anécdota del pasado.
Un
recuerdo: Mi abuela paterna.
Un
líder: Nelson Mandela.
Un
prócer: El general Martín Miguel de Güemes
Una
sociedad que admire: La salteña, por la defensa de su
identidad.
Una
persona que admire: Mi viejo.
Una
comida: Humita.
Una
bebida: El fernet.
Un
placer: Viajar y leer.
Un
libro: “Ébano”,
del polaco Ryszard Kapuściński.
Una
película: "Tombstone".
Es la historia de Wyatt Earp, un western.
Una
serie: Roma
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